29.4.11

Hermoso viene mayo

Ha terminado abril, lo de lluvias mil ya es una anécdota. El cambio climático dejó el dicho pero se llevó el agua.
Llega mayo que, con el primer día, nos trae recuerdos del trabajo y de los trabajadores, de luchas con victorias y derrotas, con discurso presidencial y las expectativas que conlleva. Algunos dirán que mayo puede ser un mes hermoso, como las letras de un viejo coro que cantábamos en nuestra época liceana.

El mes que hoy iniciamos nos ofrece tres hitos importantes. El 1° de Mayo, mundialmente reconocido como el día internacional del trabajo, la cuenta del estado de la Nación que ofrece el 21 de Mayo el Presidente de la República, y el propio día 21 que trae a la memoria el Combate naval de 1879 en la rada de Iquique y el heroísmo de Prat y sus hombres en la Esmeralda.
Vamos por partes. Es la segunda vez, luego de 20 años de gobiernos de la Concertación, que la CUT celebra el día del trabajo bajo un signo de gobierno diferente al que tradicionalmente ha apoyado, aunque en varias oportunidades con varias reservas, disputas y desacuerdos.
En el 2010 no eran muchas las banderas de lucha que se podrían levantar, dado que el Gobierno del Presidente Piñera acumulaba menos de dos meses en La Moneda. Ahora, es un tiempo prudente para pasar cuentas, recordar promesas de campaña, algunas probablemente no cumplidas.
El 1ª de Mayo sorprende a los trabajadores agrupados en varias organizaciones, pero la CUT es la que manda en este día, pero también están la UNT y la CAT, con líderes históricos que emigraron de ese tronco sindical central.
Al gobierno, los trabajadores le pedirán que cumpla sus promesas, como terminar con los multirut, la precariedad del empleo, las remuneraciones muy bajas, mejores condiciones de trabajo etc.
Con matices, más o menos, son temas que se repiten, a los que se agregan los despedidos en las empresas privadas y del Estado, que revelan un clima de inestabilidad laboral destacado en el discurso de los principales dirigentes sindicales.
Pero no solamente el mes de mayo nos trae esta celebración, en 20 días más estaremos escuchando el mensaje presidencial. Si me perdonan opino que la cuenta del estado de la nación, de las principales realizaciones del gobierno de turno, se ha ido desvirtuando por una presión innecesaria, donde parece obligatorio hacer anuncios. Más que pasar revista a lo que se ha avanzado, interesa más qué se promete hacia el futuro. Se piden anuncios espectaculares. Incluso, semanas antes, tanto oficialismo como oposición, sugieren que cosas debería decir el Presidente.
El epílogo de todo mensaje ya se conoce. El oficialismo hablará de un discurso sólido, contundente, con evidencias claras de las obras emprendidas. La oposición le criticará diciendo que nada nuevo hay bajo el sol, que no tiene relato, que le falta calle, que tiene letra chica. Abundara en el léxico político esta disléxica manera de emplear palabras que, teniendo un significado literal diferente, se introducen en el lenguaje político con un uso peyorativo.
Finalmente nos queda nuestro 21 de mayo, el de todos los chilenos. Se privilegia no la disidencia legítima de pensar distinto, si no que, la coincidencia de un hecho histórico y heroico que, en el contexto de una guerra, sentó una doctrina, el chileno, en combate, no se rinde.
Al otro lado de Los Andes, en el altiplano, Evo Morales, seguirá con su prédica de reconquista del mar perdido, esgrimiendo esa excusa para ocultar sus propios dilemas de gobernante que ve empobrecerse, cada día, su ya precaria popularidad.
Ojalá que “hermoso viene mayo” sea una realidad para los trabajadores que sufran de injusticias en el trato y en la remuneración. Para los políticos un lenguaje apegado a la realidad, sin promesas falsas y sin críticas injustas.
Al iniciar este mes de tan especiales significados ojalá prime el heroico relato de Iquique, historia verdadera, donde un grupo de chilenos, provenientes de ciudades diferentes, con distinta fortuna o ninguna, lucharon bajo una misma bandera y se hermanaron en una misma causa.
En este mes de mayo me quedo con el último estampido del último cañonazo de la Esmeralda, reclamando, desde la derrota ante un adversario superior sentirse vencedora, porque de acuerdo a las antiguas tradiciones marineras, cuando no se arriaba la bandera y no se entregaba el pabellón, no había victoria para el enemigo.