24.6.11

¡Que vuelva la Concertación!

Tengo un amigo momio, de verdad tengo muchos amigos momios, pero este es de viejo cuño. Cree que los comunistas son una encarnación del diablo, que se apoderaran del país y nos quitaran todos los bienes. Hace un día me dijo, “lo mejor es que vuelva la Concertación”
Las razones que me dio las cuento en este artículo.


Parece raro lo que opina la gente, especialmente cuando mira la política desde afuera, con las primeras impresiones. Son aquellas personas que se conforman con leer los titulares de los diarios, mientras van haciendo escalas en su viaje al trabajo.
Pican una noticia por aquí, otra por allá y con eso se forman una opinión. Los políticos no lo saben, ni siquiera lo adivinan, la fragilidad en la cual muchas veces se acuña la opinión pública.
Mi amigo es lector quiosquero, no compra el diario, lee a la pasada los principales titulares. Después de lo que cuento seguramente me negara el saludo, peor, negará siquiera conocerme. Deberá, sin embargo reconocer que sus argumentos, su opinión pública ha servido para replicar en la prensa sus dichos.
¿Por qué debe volver la Concertación?, supongo que quiso decir al gobierno, en honor a la verdad no habló de gobierno, pero en política nadie vuelve si no es al palacio de La Moneda.
Según su espeluznante visión, porque en veinte años no completaron la tarea y algunos asuntos muy importantes se les quedaron en el tintero, no escritos, ni siquiera enunciados.
Por ejemplo, me acota muy serio. “toma nota flaco” – se imaginaran de cuánto tiempo me conoce que todavía me llama flaco –“la desmunicipalización, se la criticaron siempre a pinocho, pero durante todos sus gobiernos ni siquiera se acordaron, y ahora los concertacionistas se suman a las protestas estudiantiles, diciendo que la educación debe ser estatal y gratuita, incluyendo pasajes estudiantiles las 24 horas del día los 365 días del año”
“Cuando se los pidieron”, me dice muy serio, “miraban para el lado, incluso algunos connotados fueron directivos de Universidades privadas, incluso - casi grita - , los comunistas, te das cuenta los comunistas estaban metidos en una Universidad, la Arcis” señala, mirándome con ojos académicos. “La Arcis, date cuenta”, murmura.
“Toma nota, a ti que te gusta escribir tanto”, mientras señala a una imaginaria libreta que, obviamente, mi mano no sostiene, prosigue “y los jubilados, y el siete por ciento, acuérdate cuando un viejito les tiraba huevos y se les aparecía en todos los actos públicos”.
“Mejor no te hablo de los deudores habitacionales”, igual lo hace, yo me siento incomodo ya que toda esta escena transcurre en la calle, mucha gente que transita por el lugar nos mira con curiosidad, “sigue anotando”, exclama sentenciosamente, “ahora todos protestan incluso, ellos, fíjate, ellos que tuvieron tres Presidentes y no me olvido, una Presidenta, ahora marchan con los universitarios, de la mano”.
Miro el reloj, enviando una señal de un presunto apuro o diligencia urgente que tengo pendiente. Mejor no lo hubiera hecho, presumiendo mi amigo que quiero escaparme de su perorata, me toma del brazo, acerca su cara y saca su mejor argumento exclamando, como Rodrigo de Triana cuando descubre tierra, “HidroAysen”, grita con fuerza y convicción. Me digo, ahora estamos fritos, en plena calle nos van a caer a cartelazos los ecologistas y más de algún senador o diputado aficionado a portar carteles “¿Cuánta energía necesitamos? Frei, Lagos y hasta Bachelet, inflaron el tema y ahora Piñera, nuestro Presidente, escucha bien, nuestro Presidente, tiene que enfrentar las consecuencias”.
Luego en un estado de completa iluminación, los ojos medio en blanco y algo desorbitados, sacudiendo mi brazo, para colmo el derecho, vuelve a exclamar poseído, aparentemente, de la verdad más absoluta, “La Polar; ¡te das cuenta!, desde el año 2003 que están haciendo pilatunadas, con reclamos en Sernac y le quieren echar la culpa a nuestro Presidente”, ya casi vocifera.
“Por eso te digo, que vuelva la Concertación, que se hagan cargo, si tanto reclaman. Que en vez de marchar con los estudiantes les arreglen los problemas. O los pingüinos ¿fueron un baile de disfraces?”. Me apunta con dedo acusador, como si yo fuera el responsable que perdiera la Concertación el gobierno.
Finalmente le digo, “amigo, interesante tus argumentos”, mientras en mi interior pienso que manera de hablar burradas y todavía quiere que escriba sobre lo que me ha dicho.

17.6.11

No me gusta Santiago

Por alguna razón, las ciudades se nos atraviesan en la mente como poco hospitalarias y hasta agresivas.


En algún momento algo golpea la conciencia y nos muestra una calidad de vida que rechazamos, una conducta ciudadana que no nos gusta.


La política, y la inercia de quienes son los que gobiernan, legislan o imparten justicia, las transforman en poco acogedoras y a los que las visitamos, en ciudadanos temerosos.



No me gusta Santiago cuando tiene smog, no solo el que se respira en las mañanas, al mediodía o al atardecer, es también la bruma de las reyertas políticas que, en la capital, se siente más fuertes y agresivas.


No me gusta Santiago, pintarrajeado de consignas, con las cortinas metálicas de las tiendas cerradas llenas de grafitis, que solo sus autores entienden. Con gente durmiendo en la calle, con un letrero que pide unas monedas y una caja que está siempre vacía. Me parecen pescadores urbanos de dinero, con el anzuelo puesto y el sueño que nos les permite, siquiera estirar la mano.


Sí, me gustan los perros de la ciudad, cancheros, esperando con la gente que cambie el semáforo para cruzar la calle, al mismo paso que todos nosotros. Si el semáforo es largo el perro santiaguino lo sabe y se sienta en sus cuartos traseros, nosotros no podemos.


Estuve toda esta semana en la región metropolitana y, me temo, la próxima también. Cuando el viernes regresaba a La Serena, venía pensando en lo que debía escribir para este domingo, de ahí estas reflexiones.


No me gusta Santiago, cuando los estudiantes salen con los adultos a protestar, por temas diferentes, con actitudes distintas. Entiendo, como todos, los gritos y las marcha porque cuando fui dirigente estudiantil también grité y marché, curiosamente el tema era el mismo, las soluciones, como ahora, nunca llegaron.


Pero no me gusta el olor de las bombas lacrimógenas, ni la lluvia forzada del guanaco. No me gustan los jóvenes encapuchados que agreden, cobardemente, que incluso saquean locales, rompen semáforos. Los legítimos argumentos, aquellos de fondo, de una sociedad que busca y grita sus problemas, son desvirtuados por el ente anónimo que no muestra su rostro pero si sus desviados instintos destructivos.


No me gusta Santiago cuando veo al Presidente del Senado, con algunos de sus colegas, parados frente a la Moneda llevando unos carteles, parados para la foto y para dar testimonio que no tienen nada más importante que hacer. ¿Por qué, con una milésima de su dieta, no le pagan a un desempleado para que porte el letrero, y ellos se dedican al trabajo, que los electores les han confiado, legislar?


No me gusta Santiago cuando delincuentes destripan los cajeros automáticos. En las grandes tiendas engañan a sus clientes.


Este no es el Chile que queremos, ni la capital que quisiéramos tener.


Todo se cocina en la gran ciudad, que engulle recursos, mientras en las regiones languidecemos.


Siempre se habla que se romperá el círculo vicioso que hace que la provincia emigre a la gran capital, más recursos, más industrias, más poblaciones, mayores posibilidades de encontrar trabajo, están en “la metropolitana”, o en las minas del norte.


No me gusta Santiago, no por sus edificios, paseos, plazas y avenidas, más que nada es porque veo deambular, entre los ministerios, a los artistas del circo político, equilibristas y alambristas, expertos en la cuerda floja partidaria. El gobierno vende el 30% de una sanitaria y los que ayer, las vendieron todas, completas, en solo doce años, recriminan y ponen el grito en el último piso de las reclamaciones.


No me gusta la capital, donde se manejan los acuerdos y tejen las estrategias de oficialismo y oposición, cuando veo una pareja de ancianos que tomados de la mano caminan, lento el paso, soñando en el bono de los 50 años que tarda en llegar.


No me gusta cuando subo al metro, todos apiñados en la hora punta, y veo a un hombre más cerca de los ochenta y más lejos de los setenta, que lleva con cara cansada un porta documentos. Aún, a esa edad trabajando, mientras le siguen descontando un siete por ciento de salud.


Los políticos, impávidos, no tienen puesto el oído en las necesidades de las personas, quieren solo legislar para ellos. Las leyes políticas les importan más. ¡Fin al binominal gritan! me parece bien, pero quieren más senadores y diputados, entretanto, las leyes que ayudan a la gente siguen esperando.


Perdonen la letanía, pero por eso, no me gusta Santiago.



11.6.11

Año nuevo en otoño

Cada año cuando finalizan los doce meses haceos un balance, lo bueno y lo malo, lo que tenemos que corregir y los errores que no debemos cometer. Son buenos propósitos que sinceramente esperamos cumplir.
El gobierno, sin embargo, ha debido adelantar esa breve ceremonia de conciencia que muchos chilenos acostumbramos el 31 de diciembre.


La última encuesta Adimark fue como un purgante. Un laxante para el gobierno y la oposición. Aunque como es costumbre cada cual señaló al otro como derrotado y culpable de todos los males.
Con el tiempo y las meditaciones se dieron cuenta, los políticos, que todos había reprobado. El nivel de rechazo histórico, no salva al oficialismo y menos a la oposición. En definitiva se dieron cuenta que nadie podía exhibir mayoría alguna, el pueblo les está dando vuelta la espalda, fenómeno que no pueden seguir desconociendo.
Las prioridades del gobierno y de la oposición no son las de la mayoría de los chilenos. Las discusiones de los parlamentarios no están interpretando a los votantes que, pese al exitoso crecimiento económico, disminución de la cesantía, siente que los que nos gobiernan y los que se oponen, van por un carril totalmente diferente.
Los parlamentarios malabaristas, Lagos incluido, que se dan vuelta en el aire para tratar de acomodarse frente a la opinión pública, no ganaron nada, tampoco la Moneda. Sencillamente no supieron interpretar la voz ciudadana.
Si se agrega a los padecimientos del primer y segundo piso de Palacio de Gobierno, la rebelión de los guerrilleros de la sierra maestra de calle Suecia, el desorden no puede ser mayor.
El Presidente regresa de su periplo europeo y lo primero que muestra la televisión es al mandatario examinando los andamios, interior de La Moneda, que reparan las grietas del terremoto. Simbólica la imagen porque las grietas materiales se tapan con cemento y se terminan con yeso y pintura. Las grietas al interior de la Alianza no tienen remedio si no se les somete a una cirugía mayor.
Dicho todo lo anterior, que es puro sentido común, el Presidente, que debe haber reflexionado en términos parecidos, eligió el acto de conmemoración de los 40 años del asesinato del ex Ministro del Interior, Edmundo Pérez Zujovic, frente a la plana mayor, los vigentes y los históricos de la D.C., para hacer un llamado a reunirse y dialogar. Nada más necesario en los actuales momentos de permanentes marchas de protesta, donde los dardos no van solo contra el gobierno de turno, además para la propia Concertación, “¿y la alegría cuando?”Se lee en un cartel de un grupo manifestante.
La política chilena se encuentra a la deriva, solo una minoría del electorado está con ella, es imperativo que den una muestra que aún están vivos, que no constituyen una suerte de clase social especial, con sus propias prebendas y privilegios.
En la democracia representativa chilena se requiere un poco más de seriedad y compromiso.
El servicio público empieza con estar dispuesto a ligarse más a los problemas, necesidades, fortalezas y debilidades de los habitantes del país y no a la defensa corporativa de los estatutos del partido, o la declaración de principios, ideologías que ya no interpretan en el siglo XXI a nadie, salvo a los militantes, si por casualidad los han leído.
Difícil tarea por delante. El tiempo corre igual para los políticos como para los manifestantes. En la protesta de HidroAysen, el viernes por la noche solo llegaron cinco mil personas, no significa que el tema no tenga importancia, ya masivamente fue planteado y las autoridades han tomado nota de ello.
La ciudadanía entiende que sus demandas pesan, en todo el orden en que han sido señaladas. Ya la pelota de los problemas no está en la calle. Un gobierno inteligente, un parlamento pensante y dialogante, ocupan ahora el campo de juego. El llamado del Presidente de la República a trabajar con mayor unidad de propósitos, oficialismo y oposición, está en la mesa. El lunes sabremos si los políticos se encuentran a la altura de sus buenos propósitos o, una vez más, como lo han hecho con frecuencia, faltaran a su palabra y compromiso.
La opinión pública espera. Si fallan los parlamentarios y sus partidos, las redes sociales demostrarán, una vez más, su poder de convocatoria.

4.6.11

¿Refundar la política?

La última encuesta de Adimark no dejó a nadie contento. No se descalificaron los resultados como a veces se hace. Cada cual, oficialismo y oposición reconoce que se encuentran en dificultades, graves dificultades.
No hay duda que se está mal de cara a la mayoría ciudadana. Los diagnósticos son diferentes, sin embargo, nadie se atreve a enfrentar la verdad, la política chilena viene en caída libre.


La política chilena, en general, necesita urgente una renovación de códigos, de caras y de discursos. Viene en caída libre cuando observamos los fenómenos ciudadanos y los esfuerzos patéticos, que adoptan algunos, para sintonizarse con los planteamientos que en el pasado desecharon.
Ridículos levantamiento de carteles en pleno congreso nacional, interrupciones al discursos presidencial, todo buscando sintonía fina, que resultó forzada e hipócrita, para subirse a un carro que está corriendo por una vía diferente.
Las redes ciudadanas son hoy, con la velocidad y tecnología que ofrecen, el verdadero parlamento. Ya nadie hace caso de las grandilocuentes pontificaciones, (Exponer opiniones con tono dogmático y suficiente), de algunos senadores que hablan de todo, se enfrentan con todos. De dirigentes partidarios, oficialistas y opositores, dando recetas caducas que nada aportan, salvo descalificaciones, en un lenguaje simplista, construido para la cuña de la radio o televisión.
El parlamento ya no está en Valparaíso, cambió de domicilio, también de representantes. El nuevo congreso nacional sesiona en twiter, en face book, a través de blogs. Aunque siguen recibiendo sus sueldos, la ciudadanía les ha expulsado, simbólicamente, de sus cargos.
Fenómeno importante, la sociedad se auto representa, construye en el ciber espacio sus propios neurotransmisores que no pasan ni por la Moneda, ni por el Congreso Nacional. Lo señalado no es bueno para una democracia representativa.
El Presidente recibe una desaprobación del 56%, igual porcentaje desaprueba al gobierno en su conjunto.
La oposición canta victoria y, siguiendo los códigos políticos tradicionales, ve la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. La oposición, incluye a la Concertación, a los disidentes de la Concertación y al Partido comunista, aliado electoral de la Concertación, tiene un 65% que les reprueba. Un lado, o el otro, ¿pueden declararse victoriosos? ¿Pueden decir que interpretan y representan a la ciudadanía?, ¡no, no, absolutamente no!
El oficialismo, obtiene una desaprobación de 57%, menos que el grupo opositor pero, igual, no es un resultado para cantar victoria.
Hablemos del Congreso Nacional: La Cámara de diputados muestra una desaprobación de un 59%, el Senado de la República, un 55% de rechazo ciudadano.
La encuesta viene señalando hace un tiempo que los políticos no nos interpretan. Nos dicen las manifestaciones que habitantes de nuestros país se auto organizan para hacer saber cuáles son sus inquietudes, para demostrar que sus demandas no tienen representación, ni en los partidos políticos, minoritarios y enredados en competencias y luchas internas, menos en el parlamento desordenado, con figuras caducas que, período a período, se repiten en las listas que se nos ofrecen como alternativas para que sean nuestros representantes.
Las redes sociales, internet en general y todos los accesorios que permiten acceder, a este sistema de comunicación global, están mostrando que el Congreso Nacional, y la cohorte que rodea al sistema político, se está descomponiendo.
Este no solo es un fenómeno en nuestro país, lo es en todo el mundo.
Los políticos deben descubrir rápido, que el solo hecho de “twitear” no sirve, ya que siguen empleando el lenguaje anticuado de creerse absolutos dueños de la verdad. Hablen menos, declaren menos, den menos entrevistas y, por un momento, escuchen en silencio la voz de los que votamos, los que les elegimos, de aquellos que les han depositado su confianza y representación. Los electores están defraudados.
¿Seguirán sumidos en sus querellas diarias quienes reciben rechazos?, Oposición 65%, Cámara de Diputados 59%, oficialismo 57%, Presidente de la República 56%, Senado de la República 55%.
Puede, acaso, lanzar alguno la primera piedra.
Pronto vienen elecciones, es momento de escuchar, de verdad, lo que Chile piensa y desea.