26.2.07

¿Transan...qué?

Nunca antes un problema de locomoción colectiva, radicado fundamentalmente en una ciudad, aunque es la capital del país y agrupa a un tercio de la población nacional, había generado tanta polémica como el “Transantiago.

Miel sobre hojuelas para la clase política y para la oposición, la que se agrupa en la Alianza como en la denominada Izquierda extra parlamentaria. Izquierda y derecha unidas jamás serán vencidas.

Las polémicas han surgido en todos los frentes. Las juntas vecinales protestan, levantan barricadas, muchas de ellas con razón, antes contaban con 11 recorridos y ahora solo con uno.

Los ciudadanos que tenían paradero en la cuadra, hoy deben caminar, entre media y una hora, para tomar un bus “alimentador” que los lleve a un “troncal” que les permita combinar con el “metro” y llegar, de todas maneras, atrasados a su trabajo.

No se trata que el plan sea malo y se tenga que volver a las micros amarillas, aquellas que, a velocidad vertiginosa, competían por subir gente. El incentivo era el corte de boleto, más pasajeros transportados más dinero para el conductor. El plan es bueno del momento que ordena el tráfico y mejora la condición del viajero. Esa es la promesa que hay que cumplir.

Primero, digámoslo con sinceridad, por razones políticas el transantiago se forzó en su parte teórica, licitación, implementación y recorridos a fines del 2005.

A toda carrera se trajeron desde Brasil los buses largos para que estuvieran recorriendo Santiago, casi tres millones de votos, antes de noviembre de ese año, como una clara manera de impresionar al votante sobre la futura movilización que les esperaba.

Este plan fue en extremo improvisado en su diseño. La base de la idea, que no es original, funciona en muchos países del mundo y lo hace bien, pero aquí lo hemos hecho a la chilena. Recorridos mal diseñados, calles en mal estado, paraderos en construcción, conductores que no tuvieron tiempo de aprenderse sus recorridos, sistemas de control e inspección puestos a funcionar sobre la marcha, falta de señalética, planos que indican recorridos inexistentes, un software que no funciona de manera eficiente, han hecho de su puesta en marcha un verdadero calvario para todos.

Con los días ha ido mejorando, pero el costo de dar gratuidad en los pasajes, más de un millón de dólares diarios, cobro de boletas de garantía por varios miles de UF, amenaza con causar una desastre financiero. Ya la banca extranjera, que facilitó el dinero para la compra de buses nuevos, esta preocupada por lo prestamos otorgados.

La autoridad tiene responsabilidad en el tema, tenemos un Ministro del Interior a quien les cuesta reconocerlo y solo se escuda en supuestas confabulaciones y boicot organizados, lo que resulta difícil de entender frente a lo que el periodismo muestra todos los días.

Faltó coordinación entre la puesta en marcha del transantiago y la apertura del metro, que para marzo se promete abrirá a las 06.00 hrs. No era un buen ejemplo ver a gente que se levantó a las cinco de la mañana y que, por media o una hora, debía esperar sentada en las frías escaleras la apertura de puertas.

¿Dañará electoralmente al gobierno este tema?, creo definitivamente que no. La gente percibe que aquí se ha tenido que actuar sobre un programa aprobado y firmado por la administración interior, sin alternativas. Lo que si pesara es como las autoridades demuestran capacidad para superar las ineficiencias de una mala planificación inicial.

No se trata de suspender lo hecho, sería el peor error, pero hay que revisar, con premura, todo lo que se debe mejorar o de lo contrario, en marzo, el conflicto que se genere y que, obviamente, nadie desea puede ser de proporciones.

Un país de farandula


He tratado, toda esta semana, de buscar un buen tema para plantear en el presente artículo, algo contundente en materia política. Nada, todo inútil. Por ningún motivo quería tocar el transantiago, algo que revela como el centralismo “es más fuerte”, tanto que obliga a suspender sus vacaciones a la Presidenta de la República, aunque no a sus ministros.

Finalmente me doy cuenta, tarde talvez, que somos un país farandulizado. Hasta las mentes más brillantes deben estar preocupadas de las pifias a Lagos, el animador, porque no dejó que Ana Torroja, que por lo demás canta muy bien, siguiera en el escenario de la Quinta Vergara.

La gente corre a ver los reality y se preocupa de cuántos centímetros, más o menos, intentó mostrar Marlen Olivari, o que Diana Bolocco le ganó por dos votos el reinado del festival de Viña.

En gran titular un diario oficialista anuncia que la Presidenta Bachelet toma la conducción del Transantiago. Que bueno y ¿quien conduce el país?, cuando ministros y subsecretarios (s), han estado todo el verano en lo mismo. Los santiaguinos tienen para ellos solos, a tiempo completo a la Jefa de Estado para que resuelva un problema que fue mal estructurado desde un principio.

No es que la idea sea mala es que partió a pedazos y sigue a pedazos, lleno de parches, remiendos que en un ejercicio previo se pudieron subsanar, sin tanto trauma.

Pero estamos inmersos en la farándula. Qué mejor reality que la puesta en marcha del transantiago. Gran escenario, calles y avenidas de la capital repletas de actores secundarios que se pelean por subir a una micro, a trompicones para acceder al metro, otros que, al frío de la madrugada, se sientan en las escalas esperando que alguien les abra las rejas de acceso.

Y las cámaras llenan el escenario de usuarios llorosos, suplicantes, enojados, que reclaman porque deben caminar cuadras y cuadras para encontrarse con un paradero y ver pasar de largo micros completamente llenas.

El resto del país, en tanto, es solo espectador del más grande reality de las últimas décadas. Más del 60 % de la información solo nos habla del drama de la región metropolitana. Los que vivimos en provincia no nos perdemos noticiario o extra que, incluso, nos muestran graves accidentes provocados por lo malos, los buses piratas, que deberían ser expulsados, por convivencia, como en todo buen reality.

Vemos también que, como justificación de la mala movilización, se hacen manifestaciones mostrando personajes que tienen, que duda cabe, genes del mono, aunque por respeto a ellos, los monos, debemos señalar que estos últimos son más civilizados. De antología es una imagen donde uno de estos, humanóides, como los llamaba graciosamente un Almirante, se sube sobre un semáforo y lo derriba manteniéndose solidamente afirmado a su estructura. Otros farfullan algunas frases entrecortadas mientras esconden sus rostros en parkas y pasa montañas.

Pues que siga la farándula, aunque luego se aparece marzo, mes donde se junta toda clase de cuentas, particulares y fiscales. Veremos que nuestro crecimiento como país no avanza, que las garantías de contar con el gas argentino se esfuman, y que los estudiantes vuelven a clases con las mismas inquietudes con que se fueron de vacaciones el año pasado.

Medio Chile preocupado de si Marlen se separa o no, que la Sotela no quiere verse con la Kenita, y si Diana tiene un romance con Muñoz.

Gobierno y oposición se lanzan acusaciones, “tienen un doctorado en críticas”, dice el Ministro del Interior. La alianza replica que el gobierno se ha ganado “un doctorado en improvisación”. Así de fácil se logran, ahora, los títulos académicos de la mutua denigración política.

Y los chilenos seguimos en lo mismo, cambiándonos de canal, para no perdernos el último escándalo.

No se cumple un año de gobierno y ya los partidos políticos están pensando en quienes competirán en la elección, municipal, parlamentaria y presidencial.

El show tiene que continuar, motivos nunca faltarán.



10.2.07

Hable ahora o calle para siempre

Esta frase casi sacramental que hemos visto en toda película donde el matrimonio, del jovencito con la jovencita, pone una nota de suspenso, se le atribuye a un solemne cura que mira de manera interrogativa a la congregación y con voz tonante dice; “Quién tenga algún motivo para impedir esta boda, que hable ahora, o calle para siempre”

He asistido a múltiples bodas, incluyendo la mía propia, y nunca he escuchado a un cura consultando a su grey sobre el particular. Hoy en política parece que todos quieren que el ex presidente Ricardo Lagos hable, ahora, o calle para siempre.

Los pedidos vienen desde la oposición, diputado UDI Forni, y desde la concertación, diputado Tarud PPD.

No es precisamente una boda, es una encuesta que a puesto a todo el mundo nervioso intentando dar toda suerte de explicaciones y razones. Que hable el culpable, es la sensación que queda luego de escuchar a los feligreses, fundamentalistas, de la política.

La respuesta parece ser callar para siempre.

Nos quieren hacer creer que la corrupción es un descubrimiento nuevo, cuando ella ha sido compañera de viaje de la política chilena por décadas y décadas.

Si solo queremos acotar el tema a los gobiernos de la concertación veremos que ella se inicia, tempranamente, en el gobierno DC de Aylwin.

Ayuda de la ONEMI. 1991. Desvío de aportes de emergencia para damnificados por temporales y aluvión de Antofagasta y por la erupción del volcán Hudson, en Aisén.

Una corrupción blanda son los banquetes y celebraciones, no oficiales, como el del Ministro de Salud Osvaldo Artaza. Se gastan cerca de $28 millones de pesos para celebrar el aniversario de la creación del ya desaparecido Servicio Nacional de Salud, en momentos que se anunciaban los recortes que financiarían el Plan AUGE.

Los ejemplos son muchos y no necesariamente estos actos, que todos repudiamos, son instrucciones presidenciales, lo que avala que Lagos no hable. Su única responsabilidad, pienso, ha sido minimizar los hechos, como el “jarrón de la Corfo” o la “hojarasca de Chiledeportes”.

Sin embargo hay algo de lo cual alguien tiene que responder porque, parece, no se pone atajo a los abusos de personajes que se eternizan en los cargos públicos, muchos de los cuales se sirven de ellos como una lucrativa forma de encontrar trabajo, sin tener otra competencia que la militancia política.

Hable ahora o calle para siempre, se escucha en el templo de la política chilena, y recordamos el caso del camino La Pólvora - Valparaíso. Licitación privada del acceso sur a Valparaíso. Vínculo del ex ministro del MOP Carlos Cruz, director de Besalco, con la empresa ganadora de la licitación. Durante su gestión el ex secretario de Estado habría adjudicado a esta empresa una continuación de obras mediante "trato directo" por $4 mil millones. Esta obra fue vuelta a licitar cuando estalló el escándalo.
Hable ahora o calle para siempre. Casas Bilbao. SERVIU - Concepción. Fraude al fisco y cobros indebido de subsidios. Familias que postularon vía SERVIU a adquirir casas propias, encargadas a la inmobiliaria Empresa de Inversiones Bilbao S.A.

A pesar de que la firma recibió un millonario adelanto de $1.700 millones tomados del fondo de subsidio, las casas jamás fueron construidas y los postulantes quedaron abandonados.

A los chilenos les preocupa la corrupción, no solo por lo que ella representa como factor disociador, además, porque no se detiene y siempre aparecen nuevas formas de hacerse de los recursos del estado. Los peces gordos nunca caen y eso preocupa.

Hable ahora o calle para siempre. Casas Copeva - MINVU. Invierno de 1997, departamentos recién entregados a sus moradores a través del fondo de subsidio habitacional, anegados, con graves filtraciones y daños estructurales severos. La empresa concesionaria, COPEVA, era de propiedad de Francisco Pérez Yoma. Poco después se sabe que, el Ministro de Vivienda, Edmundo Hermosilla, había recibido de regalo un fino caballo de parte de Francisco Pérez Yoma.

En fin, aunque sea hora de hablar o de callar, lo que importa es que este tema que ha sido recurrente en los últimos 16 años, no es atribuible a un solo presidente, ni siquiera a un solo conglomerado político, vive con nosotros, permanece y crece con nuestra idiosincrasia, si no tomamos conciencia de ello no tenemos otra salida. Hablar ahora o callar para siempre.



3.2.07

¿La democracia que queremos?


Siempre la clase política nos habla de “ la democracia que queremos”, pero los chilenos tenemos derecho a preguntarnos ¿cuál es la democracia que queremos?, y para ello encontraríamos miles de interpretaciones. Se nos habla y predica de la democracia como si todos tenemos una similar descripción de cómo debe ser.

Para muchos, la democracia es el Gobierno del pueblo por el pueblo y para el pueblo, como la definiera Abraham Lincoln, en su famoso discurso de consagración como cementerio de guerra, del campo donde se desarrolló la batalla de Gettysburg.

Es acaso la democracia que queremos, la que aplaude el senador Alejandro Navarro (PS), donde el inefable y nunca bien ponderado Hugo Chávez adquiere poderes totales, para gobernar. Para muchos de nosotros eso es dictadura, simple y llanamente. Una dictadura disfrazada de democracia, a mano alzada en una calle, donde solo participan los chavistas.

Para el senador Navarro pareciera ser esa “la democracia que queremos”.

Para otros la democracia es la de partido único con un gobernante que asumió, con las armas en la mano, en 1959, para derrotar a otra dictadura, la de Batista, gobernando ahora sin prensa libre y con un parlamento, similar al venezolano, en que solo participan los que están de acuerdo con el régimen. Esa democracia a la cubana también parece tener admiradores entre algunos políticos chilenos, que no son tan ligeros para condenar por los periodistas detenidos, disidentes que purgan cárcel por pensar distinto al compañero Fidel, de cuya salud están más que pendientes.

Es difícil encontrar una descripción, adecuada y ciudadana para esta tan, demagógicamente, llamada democracia. La nuestra desde luego no obedece a la definición de Lincoln, el gobierno del pueblo por el pueblo y para el pueblo. La nuestra es representativa, y bastante mal representada, en tanto siga existiendo un sistema electoral binominal como el que tenemos.

Pero “la democracia que queremos”, probablemente, nunca la vamos a tener porqué en definitiva solo vivimos de una aproximación a ella.

Si se cree que votar en las variadas elecciones que muestra el cronograma electoral del país, es democracia, podemos afirmar, a nuestro juicio, que es solo una ilusión. Como dicen los lolos, cuando votamos, “es lo que hay”. Es un menú en cédula única donde figuran los candidatos que cada maître de un partido político a guisado para el banquete electoral.

Pomposamente le llaman “fiesta de la democracia”, pero estamos obligados a votar y, en el mejor de los casos a obtenernos o anular nuestro voto, por personajes que ya están designados.

Con “la democracia que queremos” son elegidos buenos y malos. Representantes que hemos llevado al congreso nacional porque “es lo que hay”, y algunos de los cuales matan el tiempo mirando niñas curvilíneas en Internet. Otros pisan los tribunales por usar el dinero destinado a los PGE, o por recibir recursos de programas orientados al deporte, rendir facturas falsas para completar sus gastos electorales que financia el estado etc.

Lo más aproximado a la democracia que queremos han sido las primarias, que se debe reconocer fue idea y tarea de los partidos que integran la concertación. En la última contienda electoral presidencial la segunda vuelta, también un perfeccionamiento de las normas democráticas, permitió dirimir el candidato de la alianza.

En muchos partidos políticos, las minorías quieren gobernar a la par con las mayorías y surgen toda suerte de amenazas a las directivas legítimamente constituidas. Mala señal para el electorado.

Los propios parlamentarios se desilusionan de esta democracia.

“..pasar de ser un ciudadano común y corriente a ser lo peor de lo peor, cuesta aceptarlo…si me piden una respuesta hoy, diría que por ningún motivo iría a la reelección..” Diputado Tucapel Jiménez. (Independiente pro PPD.)

“Es desestabilizador el hecho de que no se juzgue el trabajo como yo estaba acostumbrado, sino más bien en función de la amenaza que puedes constituir para otros”. Diputado Álvaro Escobar (ex. PPD.)

“…el ambiente que se ha vivido y que creo lamentablemente se va a seguir viviendo aquí es apestoso, se ha incurrido en una escalada de vulgaridades, un fuego cruzado que no se va a detener.” Diputado Eduardo Saffirio (DC)

“..uno tendría que pensar muy bien el sentido de estar acá, porque da un poquito de vergüenza todo lo que se habla…espero que se eleve la discusión y seamos mucho más responsables..” Diputado Patricio Vallespin (DC)
Fuente diario La Segunda. Viernes 2 de Febrero.

¿Cuál es entonces la democracia que queremos? Es un dilema que hay que resolver, porque las dictaduras también se llaman o se llamaron democracias.