29.5.10

El bicentenario


A partir de una carta abierta con reflexiones sobre el Bicentenario, publicada en el diario la Tercera, esta semana, el Presidente Ricardo Lagos da el inicio al último proyecto, “La Polémica del Bicentenario”.
¿Importa eso a los chilenos cuando hay que reconstruir una parte importante de nuestro país? Pero así somos.

El 18 de Septiembre celebramos el Bicentenario de la República. La fecha no representa más allá que la creación de la primera junta de Gobierno. Una manera de expresar el sentimiento de preservación de estas tierras para su majestad Fernando VII, cautivo de los hermanos Bonaparte, Napoleón y José.
Pero durante casi 200 años hemos convenido que, esa fecha, marca el nacimiento de la Patria y no es este el momento de discutir que no fue un acto legítimo de independencia nacional.
Pero como somos los chilenos, para bien o para mal, estamos embarcados en una discusión si los proyectos, anunciados a los cuatro vientos, son dignos de tan magna celebración. Siguiendo la vieja costumbre centralista la mayor inversión se ha colocado en la capital, a la antigua usanza del Reino de Chile.
En 1910, las dos principales obras fueron la Estación Mapocho y el Museo de Bellas Artes. No necesariamente deben inaugurarse de manera coincidente con la fecha en que se constituye la primera Junta de Gobierno.
No es necesario, tampoco, construir obras emblemáticas, cada cien años. Lo importante que al cumplir 200 años de “vida independiente” hagamos un recuento de aquello que los chilenos podemos mirar, entre nuestro pasado y presente, como adelantos significativos, en lo social, económico y político.
Hoy se discute si, lo que se ha construido y se propone terminar, son o no, obras del Bicentenario, ¿tiene ello alguna importancia?
El Presidente Ricardo Lagos defiende la creación del centro cultural en Buenos Aires, el Museo de la memoria, el Patio de los Disidentes en el Cementerio General, el centro cultural Gabriela Mistral, obra de oportunidad ya que una parte de la placa principal del ex edificio Diego Portales se quemó y había que reconstruirla.
Se menciona la remodelación de la fachada de la Catedral, los estadios que se construyeron para el mundial femenino. ¡Por favor! Porqué no agregan “el tren al sur”, el intento de construir un puente en el canal de Chacao, sin olvidar, como una obra magna a la estupidez humana, el Transantiago y los miles de millones de dólares gastados.
No olvidemos el “Parque Bicentenario”, la eliminación del aeropuerto de Cerrillos, la inversión de 30 millones de dólares y obras paralizadas por casi cinco años.
Descontemos que muchas de las “obras” conmemorativas se programaron para la Región Metropolitana.
¿Necesitamos erigir estructuras enormes, y gastar dinero a destajo para recordar que cumplimos, hipotéticamente 200 años de vida independiente? Un país mide su progreso y madurez no solo por un año determinado, pone el acento en algunas cosas de mayor importancia cívica. Deberíamos mirar y conocer en detalle nuestra historia. Saber que hemos conocido victoria y derrota, desacierto y aciertos, pobreza y riqueza.
Pero finalmente miremos a nuestro Chile como un país en el cual, cada generación, ha hecho su aporte.
No es necesario tirar el dinero a la calle para recordar cuán grande somos. Veamos nuestras carreteras, puertos, ciudades, calles y plazas y el progreso logrado. No es casual, es el resultado de la suma de muchas ideas y de hombres de diferentes corrientes de pensamiento. Desde aquellos que, en la batalla definitiva del río Maipo, afianzaron las bases de una auténtica República independiente, hasta la reconstrucción de un Chile terremoteado.
Todos los de ayer y los de hoy representamos el verdadero espíritu del Bicentenario.
No discutamos si este o aquel es un proyecto emblemático, por una vez, aunque sea cada doscientos años no aceptemos caer en la trampa de las ideologías políticas.
Actuemos en un marco de unidad. Cantemos la misma canción que describe a nuestro país.
Miremos la misma bandera que nos representa y que, cuando la vemos flamear en tierras lejanas, nos emociona hasta las lágrimas.
Construyamos, aunque sea por un día en 200 años, el mejor monumento que le debemos a esta tierra, a la gente que estaba aquí cuando pueblos extranjeros llegaron a conquistarla, un sentimiento de unidad y de orgullo. Eso es gratis.