5.6.10

La negociación en política


Aún no se puede resolver, del todo, un grave problema que ha mantenido a oficialismo y oposición, en declaraciones y contra declaraciones que confunden a la opinión pública.
Quienes son hoy gobierno les cuesta, luego de 20 años, acostumbrarse al ejercicio del poder. Y quienes lo tuvieron en sus manos durante cuatro períodos, no saben cómo implementar una oposición coherente y razonable.

La negociación en política es, como ocurre en muchas áreas, un factor importante que permite la llamada “gobernabilidad” y el entendimiento entre fuerzas opositoras y oficialistas.
Ministros y parlamentarios, en la historia de un Chile democrático e independiente, se han destacado por la habilidad para entenderse pese a tener encontradas opiniones. Nuestro país necesita que el panorama se aclare. Tenemos una oposición que aún no es capaz de asumir su rol y un gobierno, a ratos duro y otras veces dubitativo.
La oposición debe entender que 20 años no es nada, como dice el tango, ya pasaron. Su papel no es el de pretender hacer lo que no hicieron en dos décadas, como un alza de impuestos para la reconstrucción, que ahora desean se mantenga permanente y no transitorio como propone el oficialismo.
Se produce el raro “suceso político” que la oposición quiere seguir gobernando con su propio programa que, ha sido claro el resultado electoral, la ciudadanía rechazó cuando eligió entre Piñera y Frei.
Las actitudes duras, como bloquear nombramientos o amenazar con no aprobar el financiamiento de la reconstrucción si no se cumplen requisitos que, siendo gobierno, no implementaron, es tratar de imponer, al oficialismo, una agenda que no figura en el programa del Presidente Piñera.
Para lograr acuerdos existe la negociación y “los buenos negociadores”, que hasta el momento no aparecen ni en uno u otro lado.
La oposición minoritaria, si tomamos como base el resultado presidencial, no puede pretender a una mayoría triunfante, democráticamente, que la leyes materialicen ideas que no fueron capaces de presentar y menos de poner en discusión previa.
La “agenda progresista”, se esgrime como una tardía bandera de lucha que, en su momento, cuando se ostentaba el poder nunca se puso a flamear.
Hoy el país está envuelto en una serie de discusiones menores. La oposición pone como tema fundamental para aprobar actos importantes de gobierno, que el Presidente Piñera venda Chilevisión, como si este se pudiera colocar en una vitrina, en algún mall, con precios de liquidación.
No hay ley que lo obligue, más allá de su compromiso personal, a vender un canal que de la nada se ha transformado, últimamente, en la primera sintonía.
El canal lo dirigen connotados hombres del medio televisivo que son destacados simpatizantes de la concertación. Pero pareciera que un medio de comunicación, cuyo valor de venta bordea los 130 millones de dólares, con excelentes utilidades y exitoso, hay que achacarlo como un defecto. Todos los chilenos somos testigos como, los mismos que critican lo que ha sido un buen y legitimo negocio, callan frente a las pérdidas de cinco mil millones de dólares que acumula el Transantiago y otros cientos de miles de dólares del “Tren al sur”, dinero de todos los chilenos que mal administraron siendo gobierno.
Resulta ridículo escuchar la propuesta del Senador Ricardo Lagos que pide que Piñera done el canal al Estado. ¿Estaría dispuesto el senador, a escala, donar parte proporcional de su patrimonio personal al Estado?
En definitiva, a la discusión política hay que poner algo de inteligencia, un poco de intermediación para no entrampar la necesidad de seguir creciendo, de avanzar y por sobre todo reconstruir lo que la naturaleza ya destruyó.
El sentido de urgencia que plantea el ejecutivo, debe ser complementado por el sentido de flexibilidad y realismo.
Las posiciones duras, en oficialismo y oposición, traerán solo más dolores a los chilenos independientes, la gran mayoría, que solo quieren tener un mejor bienestar así como a los chilenos, cansados de escuchar que los políticos nos hablan siempre de futuro y nunca de presente.
Las generaciones que ya hemos ingresado a la tercera edad, estamos cansados de estar siempre esperando el futuro y viendo pasar nuestro presente, en medio de vanas discusiones, en una atmósfera de constante enfrentamiento político, de amenazas e incontinencia verbal.