14.5.10

Los fantasmas y los desafíos

Los chilenos estamos preocupados, pienso, con un gobierno que da sus primeros pasos y donde la falta de experiencia política ha sido una pesada carga y una oposición que se niega a enfrentar sus propios fantasmas.

Mientras R.N. y la UDI, mantienen sus ya tradicionales disputas, en la Concertación se niegan, por el temor a que corra sangre política, a enfrentar los fantasmas de una derrota que les ha traumatizado.
Los desafíos que tiene por delante el Presidente Piñera son varios. Uno de los más importantes es lograr el tiempo y rodaje necesarios para que los ministros “técnicos” se compenetren que, no solo se necesita eficiencia en el accionar, es preciso contar con “muñeca” política.
Lo que en la empresa privada, muchas veces, se resuelve en días, a lo más en semanas, en la administración pública tiene un devenir, bucólico pastoril, que puede tomar meses y hasta años.
El gobierno no ha podido conformar una “Coalición por el cambio” que actúe como un equipo. Los viejos litigios del pasado se mantienen entre la UDI y R.N. Queda claro que falta la madurez política necesaria para gobernar, donde las agendas se anuncian y discuten a través de publicaciones de los medios de comunicación.
El Presidente Piñera es el responsable de poner orden en la casa, en un proceso de des aceleramiento de la actividad mediática, imponiendo un mayor diálogo interno que tranquilice al oficialismo.
Los recientes desencuentros, ley de financiamiento de reconstrucción, en la comisión de hacienda de la Cámara de Diputados demuestran la urgente necesidad que el oficialismo asuma su papel de ser gobierno, con lo bueno y malo que ello significa.
La Concertación no la tiene mejor, con la diferencia que ahora está al otro lado de la vereda. Sin otra responsabilidad que recuperar el poder en cuatro años más, aún no logran enfrentar sus propios fantasmas. ¿Por qué perdieron el gobierno con una Presidenta que obtiene el puntaje de apreciación pública más alto en la historia política del país? ¿Qué falló tras 20 años de ejercicio del poder?
Las respuestas pueden ser muchas, sin embargo no serán certeras si se buscan nombres. Falló todo el conglomerado, menos uno, Marco o Marquitos como le llamada peyorativamente el senador P.S. Camilo Escalona. El joven diputado dio la voz de alerta, entendió, tempranamente, que una parte importante de la gestión de gobierno se hizo para y por la militancia concertacionista. En un delirio de éxitos, perdieron el norte y no supieron ver que el país caminaba en otra dirección y que, el estrato social de la izquierda chilena, había cambiado sus prioridades.
Cometieron, bajo el alero de un “progresismo” que se puede definir de muchas maneras, el error de no ver que sus propios éxitos, indiscutibles en el gobierno de la nación, ampliaron el centro político de Chile. Las expectativas ciudadanas, como lo hemos señalado en esta misma columna, variaron sustancialmente. No se dieron cuenta, y a la luz de las discusiones queda más que claro, que el problema no era solo el candidato, bueno o muy malo, no importaba si la presidenta intervino mucho o poco en la campaña electoral. Siguen siendo diagnósticos extra oficiales, a mi juicio, errados.
Al electorado le quedó claro los empujones en Rancagua y los insultos de Escalona a Gómez. Lo reafirmaron con el mismo error de la Diputada Saa en Santiago. La coalición estaba más preocupada de gobernar para ellos, los partidos, en luchas por cuotas de poder. Como dicen en el campo, sencillamente se les vino la noche y, con ella, los fantasmas que aún no pueden identificar.
Resultó una perogrullada de la ex Presidenta decir que Piñera no había ganado la elección y esta la había perdido la Concertación. Hoy la Concertación aún no logra ponerse de acuerdo porque perdió y ganó Piñera.
El peor fantasma es que el gobierno del Presidente Piñera pueda sacar adelante una agenda que la concertación no fue capaz de lograr, incluyendo el aumento de impuestos a las grandes empresas, que aunque transitorio, nadie lo esperaba, o la inscripción automática y el voto voluntario, y en una de estas logra terminar con el sistema binominal.
Como en las grandes batallas, lo peor que puede ocurrir es que se arrebatan las banderas de la lucha, los estandartes tradicionales de la izquierda.
Desafíos y fantasmas rondan al oficialismo y a la oposición.