7.3.13

Política y poder

En la medida que se aproximan los eventos electorales, la política, como ya es costumbre muestra su peor cara. No hay amigos, todos son enemigos. En medio una sociedad hastiada de las ambiciones por llegar al poder, o por mantener o ganar un sillón parlamentario.
El ejercicio del poder para gobernar a Chile se ha ido degenerando. Ya no se trata de tener el manoseado “espíritu de servicio público”. Por las luchas intestinas que vemos, incluso al interior de las coaliciones políticas, se puede colegir que existe ambición por el poder, más que interés legítimo por buscar el crecimiento y el desarrollo del país y la ciudadanía.
Patética la discusión por la condonación de “intereses y multas” a una empresa. Los políticos, en su media lengua, hacen creer que se ha librado a empresas del pago de impuestos, en consecuencia que lo que se ha condonado, son intereses y multas por atrasos en los pagos.
En la política del empate se dice que la Concertación condonó a más empresas que el actual gobierno. Pero tanto la Concertación en 20 años condonó intereses y multas a muchas empresas, así como a ciudadanos comunes y corrientes, lo mismo que ha hecho el actual gobierno. Eso fue legal y ha estado regulado por leyes, decretos y reglamentos.
Los que hoy chillan en contra del actual director nacional de Impuestos Internos por un supuesto conflicto de intereses, ya que recibe junto a su familia un arriendo por un terreno, olvidan que ello ocurre desde el año 2001. No dicen que al ser nombrado declaró esa situación a la Contraloría y no se vio en ello ningún conflicto.
Los que recordamos el episodio de los sobre sueldos, no hemos olvidado que Impuestos Internos emitió un dictamen, declarando que no estaban sujetos a pago de impuestos, en consecuencia que todos los chilenos pagábamos impuestos por nuestras remuneraciones. Los que eludieron el pago, eran Ministros de Estado y altos cargos del gobierno de la época. ¿Allí no había conflicto de interés?
La política y los políticos, con honrosas excepciones, nos meten el dedo en la boca como quieren y cuando quieren.
Pero a no quejarse, nosotros somos los responsables. Nosotros los elegimos. Nosotros aplaudimos sus promesas, aunque sabemos que nos mienten. El poder soberano de la ciudadanía lo malgastamos rifando nuestro voto o sencillamente negándonos a votar.