4.10.12

La encuestología


Debo advertir a los feligreses que, religiosamente, acuden al templo de esta columna que la palabra que titula la presente no existe, de acuerdo a lo que he sido informado por la RAE (Real Academia Española) pero no he resistido el esfuerzo mental de inventarla. La clase política estima que, una encuesta es una suerte de Santo Grial que anuncia triunfos y derrotas.
Voy a cumplir 70 años y nunca he sido requerido para dar mi docta opinión en una encuesta. Tengo teléfono fijo al cual nunca nadie llama, no tengo claro para que lo sigo manteniendo. Poseo dos celulares de la más avanzada tecnología, me paseo regularmente por todas las calles de las más diferentes ciudades, tengo Ipad, dos computadores conectados a Internet, y una variedad de correos.
Pese a todos los esfuerzos tecnológicos ningún encuestador ha requerido mi opinión, lo que me ha provocado un complejo de “no existencia”, de ser ignorado por la cofradía de encuestadores que me evitan como a la peste.
No tengo otra explicación.
La política chilena, espera como un anuncio “Maya”, cada mes, como vienen las cifras.
Si se mejora en dos puntos, todos contentos, si las cifras caen, viene la explicación que se trata de una foto del momento, hay que trabajar más.
Como no estoy en el grupo de los iluminados que dominan las artes ocultas de la encuestología, la última está de acuerdo al sistema CATI (¿?), que considera la opinión  de 507 santiaguinos y 614 regionalistas, solo puedo admitir que las leo de cabo a rabo y quedo con la impresión que alguien nos está tomando el pelo. Los opinantes señalan los ministros presidenciables en alza, al Presidente a la baja, al Congreso que mejora etc.
¿Qué hacemos los chilenos? De acuerdo a los 1.121 encuestado en el país, nos cargamos para el lado que la “encuestología” nos señala. Desde que salieron estas, ya no tenemos opinión propia y si la tenemos la ocultamos, porque no está de acuerdo con lo que dicen las encuestas.
De no ser encuestado, probablemente me pasee por la calle con un cartel, o queme neumáticos en una esquina, o mejor aún, arrastre un cajero automático, para que algún encuestador me pregunte, por lo menos, si Golborne, Allamand o Bachelet ocuparan el Palacio de La Moneda.
Debemos aprender que para existir hay que participar en alguna encuesta.
¡No somos nada!