30.10.12

¿Dónde está mi balcón?

Una simple pieza arquitectónica, a veces sobresaliente y otras no tanto, enredaron la política electoral chilena. ¿Quién y con quién se asomará al balcón el Alcalde triunfante? Fue la polémica del último mes en Santiago y hoy objeto de burla de aquellos que no quedaron con cola en la capital de Chile.
Primero digamos que una elección donde el 60% de los electores no votó no representa una mayoría ciudadana, sin embargo si representa a una ciudadanía responsable el 40% de los que fueron a emitir su sufragio. Escrito lo anterior divaguemos, primero perdieron todos los políticos ya que un 60% de los ciudadanos les dieron la espalda y sencillamente se sentaron a esperar los resultados.
Los primeros que faltaron a la cita fueron los habitantes de las comunas donde vive gente más acomodada, diría yo apoltronada en un sillón con un traguito en la diestra y un bocadillo en la siniestra, observando por la tele como la gente menos favorecida y los más viejos, fueron a expresar su opinión.
La centro derecha, perdió en toda la línea y sus balcones quedaron vacíos, incluyendo a los presuntos presidenciables. Por su parte la Concertación habrá tomado nota que la juventud no estuvo ni ahí con esta elección. Primera vez en mi larga carrera de periodista que conozco de urnas totalmente vacías, ni siquiera con los votos de los vocales.
No importa quien sacó más alcaldes o concejales, ya que ellos fueron electos por un 40%. Deberán oficialistas y opositores preocuparse de este fenómeno. Nadie puede ser obligado a votar por si pretenden obligarnos. Los políticos deben hacer bien su trabajo y reencantar a la ciudadanía.
Hoy la democracia está en riesgo, no por el peligro de una dictadura o asonada armada, la están poniendo en peligro los que, de la boca para afuera, la defienden a brazo partido con una falta de ética increíble.
Hay un 60% de chilenos que se han marginado, algunos por flojera y falta de responsabilidad cívica, pero otros, la mayoría, porque la política sigue repitiendo las mismas caras y las viejas ambiciones.
Por último, recordaran una columna en que cuestioné las encuestas, ahora encuentro que tenía toda la razón, modestia aparte.
Sin balcón no se triunfa.