9.11.12

Acuerdos políticos

Finalizadas las elecciones municipales y en vías de cerrar todas las etapas legales de apelación y recuentos, los partidos políticos vuelven a lo suyo. Todos han coincidido que un 60% de los chilenos les volvió la espalda. ¿Es eso importante? Definitivamente no lo es y nuevamente veremos la llegada, en todo su esplendor, de los "acuerdos políticos".
No es malo ni condenable que en política se llegue a acuerdos, entre gobierno y oposición, pero obviamente se espera que la lectura que hoy hagan los partidos en general debe ser sobre la base que si los acuerdos, verdaderamente, representan a la ciudadanía.
El mensaje que se entregó, desde el silencio de las urnas, es que no siempre los acuerdos hacen realidad las aspiraciones de los votantes.
Hay varias preguntas que representan anhelos mayoritarios, ¿avanza la regionalización? Ahora que vivo de lunes a viernes en una macro ciudad, puedo decir con propiedad que no. Y no avanza porque muchos parlamentarios no son de regiones, los mandan los partidos desde la capital, sus intereses y familias están en el centro del país. Los acuerdos políticos cupulares, entre cuatro paredes, como la torpeza de R.N. de farrearse una municipalidad como Punitaqui.
¿Porqué no se termina el binominal?, porque a muchos viejos parlamentarios no les conviene. ¿Porqué no se vota en el extranjero? porque seguimos creyendo que el mundo está lleno de exiliados, Podría seguir señalando muchas carencias que obedecen a un mundo político desconectado de la realidad.
Hoy tenemos una sociedad que lógicamente es más exigente con un país que, no se puede dudar, no es el mismo de las décadas pasadas. Desaparecieron hace mucho las "victorias" y los abrevaderos. Nuestras carreteras ahora son auto pistas, no tenemos seis universidades como en la década del sesenta. Aunque crecemos poco en población, estamos indexados en la lista de países que se distinguen económicamente en cuanto a crecimiento y empleo.
Este Chile diferente, requiere de políticos distintos, capaces de confrontar ideas y no descalificar posiciones con enfermiza frecuencia.
Si la política no madura y cambia, si los rostros no se renuevan y los acuerdos se toman de cara a la ciudadanía, es claro que a poco andar no necesitaremos vocales ni urnas, solo una, para enterrar la democracia que no habremos sabido defender.