7.3.12

A cumplir la palabra


El conflicto de Aysén, que en honor a la verdad no solo es de esa Región, pone sobre la mesa, una vez más, el excesivo centralismo dejando en desventaja a las regiones, especialmente las más extremas.

El bloqueo de caminos, las protestas, apedreos y violencia en general, durante más de dos semanas, provocaron polémica en el país y especialmente, en la clase política a la cual los problemas siempre les pilla pensando en ellos y en sus elecciones, más que en los problemas del país.
Si hubo aprovechamiento político de la situación, claro que lo hubo, pero ello no ha restado sobradas razones para que la gente de la Patagonia, en general, esté cansada de mejoras menores y de arreglos de parche.
Las autoridades locales de gobierno no tuvieron la visión necesaria para plantear con fuerza situaciones que son históricas. No se dieron cuenta que la paciencia ciudadana tiene una límite y que no queda otra alternativa para llamar la atención que la violencia, algo que parece un argumento válido cuando no se ve, siente o escucha la voz de los que piensan que la democracia representativa, más se preocupa de sus propios problemas de subsistencia que de un país provinciano, que se siente excluido del progreso del cual disfruta la capital.
No es justo sin embargo, y menos ver a la Concertación avivando la cueca, que el Gobierno Piñera pueda solucionar en dos años temas que Aysén viene planteando, por lo menos, desde la década del 50 con la crisis de Palena y Laguna del desierto. 20 años de Concertación no trajeron mucho a las zonas extremas, dos años y un terremoto al iniciar el gobierno, tampoco ayudan a buscar salida a planteamientos históricos.
Pero, en definitiva, las promesas no se cumplen, especialmente en lo que compete a Regionalización, incluyendo reformas políticas que garanticen un desarrollo sostenido. Las campañas están plenas de buenas intenciones, terminadas estas, la clase política se apoltrona en el Congreso Nacional a seguir siempre en lo mismo.
En la IV Región se sigue chuteando la doble vía al norte, por una u otra razón. Todos los veranos tenemos los cuellos de botella en la carretera para cruzar hacia la avenida del mar porque el paso bajo o sobre nivel sigue esperando.
La administración Velásquez en Coquimbo y posteriormente del Alcalde Pereira, ha conseguido que Coquimbo destaque frente a una Serena que sigue marcando el paso, que hace algunas semanas estaba hundida en basura. Las razones son muchas, incluyendo la falta de financiamiento para los municipios del país, muchos de ellos al borde de la bancarrota por los gastos en la educación y la salud.
Hoy la administración Piñera tiene la oportunidad única que, en los últimos dos años de su gobierno, pueda dar un impulso al desarrollo Regional.
Superando el déficit que ha representado para el país el terremoto, tiempo y miles de millones de dólares, puede ahora levantar las banderas de la regionalización y hacer lo que otros no lograron en décadas.
Yo trabajo de lunes a viernes en Santiago y puedo comparar que esta macro ciudad solo engulle los recursos que generan las regiones. Vemos todos los días a los ministros preocupados de los problemas de está “metrópoli”, que gasta dinero a manos llenas en una sistema de transporte, herencia de los últimos dos gobiernos de la Concertación, que sigue siendo malo.
Aquí resuena el tambor de todas las rebeliones ciudadanas, pero al momento de hacer la raya para la suma, nadie solidariza con las regiones, es obviamente una cuestión de votos. Y claro, desde Santiago salen la mayoría de los representantes parlamentarios, desde la capital los partidos deciden quién nos representará. ¿No hay gente nativa en la IV Región, en la X, en la XI, en la III y otras, que conocen mejor que nadie dónde aprieta el zapato?
Lo de Aysén se veía venir pero nadie se dio cuenta y hemos tenido tres semanas donde la ciudadanía conculcó su propio derecho a transitar libremente, alimentarse, obtener combustible, en su desesperación por llamar la atención.
Lo primero que hicieron los políticos fue culparse los unos a los otros, sin darse cuentan que estaban siendo sobrepasados por sus propios electores.
Ojalá que esta oportunidad única, de enmendar rumbos y de actuar con agilidad, no se deje pasar. Es de esperar que prime el interés de los chilenos que el aprovechar una situación para sacar bastardas ventajas políticas.