7.3.12

Colusión en la política

Gran impacto ha causado en la opinión pública las multas aplicadas a dos cadenas de farmacias, tienen la opción de apelar ante la Corte Suprema de Justicia, que suman en total 38 millones de dólares. Deben responder por una supuesta colusión, ponerse de acuerdo para subir los precios, defraudando con ello a sus compradores y atentando contra la libre competencia.


La clase política, sin excepciones ha celebrado que se apliquen multas tan elevadas, ¡hay que defender al consumidor! exclaman y hacen pomposas declaraciones sobre el particular, pero, hay un pregunta que hacer a los políticos que nada dicen de sus propios programas de colusión partidaria.


No se trata de inventar argumentos novedosos y escribir conceptos que sean ocurrentes. La colusión en política existe, desde el punto de vista del engaño que sufre el electorado, no asume la forma corrupta de obtener dinero ilegítimamente mediante acuerdos corporativos, pero si existe cuando se firman pactos, ya se ha experimentado al respecto, para obligar al electorado a votar por determinados candidatos, sin otra alternativa posible.


¿Cuándo se produce “colusión política”?, cuando se pactan alternativas de listas por omisión. Significa que los partidos políticos no presentan candidatos en determinados distritos o circunscripciones electorales, para que no quede otra alternativa que emitir el voto a favor de un candidato. Lo podríamos llamar con propiedad “Colusión por omisión”.


Esos acuerdos que en la empresa privada, en algunos casos, permite subir precios sin otra alternativa para el consumidor, en política obligan a dirigir el voto a candidatos que de otra manera no podrían ser electos. Es lo que permitió en la última elección parlamentaria que el P.C. pudiera obtener tres escaños de diputados.


Como en la colusión comercial se tiene una alternativa, no comprar el producto, siempre y cuando se esté advertido del arreglo, de lo contrario se cae en la trampa, también en la colusión política se puede no votar, pero aquí intervienen las maquinas electorales.


Los partidos coludidos no presentan candidatos, en beneficio de otro que no elegiría a nadie de no existir este acuerdo, pero si llaman a su “clientela electoral” para que voten por un ciudadano que no les representa. La moneda de cambio radica en que el partido político favorecido por este acto, se omite de presentar candidatos en otro distrito haciendo también un llamado a sus partidarios para que apoyen a un personaje que puede estar en las antípodas ideológicas.


El sistema binominal permite y hasta obliga a esos “arreglines”, la ciudadanía acude desprevenida y forma parte de “errores no forzados” cuando marca su preferencia en el secreto de la urna. Cuando la colusión ocurre entre empresas del mundo privado, se habla de un delito de “cuello y corbata”, pero cuando ocurre en política, que se manifiesta de variadas maneras, aún no se le pone nombres peyorativos, solo se les llama “acuerdos políticos” aun cuando sea pactar con el diablo – en sentido figurativo lógicamente -.


Hay varias reformas para terminar con estas malas políticas, el ideal sería tener un “Sernac” político, pero eso es mucho pedir, la ley de primarias es un buen paso que permite al ciudadano común, aprobar del total de una lista que se les presente, a quien quiere que compita electoralmente.


Las primarias amplían la base electoral. Permiten al ciudadano ser parte de una verdadera democracia representativa. Hoy lo que mal llamamos “democracia representativa”, es la dictadura de una minoría partidaria que se colusiona, pacta y actúa impunemente, para elegir los candidatos por los cuales, antes, estábamos obligados a votar bajo pena de pagar multas e ir a los tribunales.


El que la gente salga a manifestarse por demandas no satisfechas, a las calles es una muestra clara del fracaso de ese tipo de democracia que, afortunadamente, empieza a enmendar rumbos para que quienes actúan en el parlamento dejen de operar en la impunidad de reuniones de pasillo, colusión para ganen quienes no tienen votos y en general para tener secuestrada la democracia en su propio juego.


Fin del sistema binominal donde los votos representen a minorías y mayorías proporcionalmente, igualdad de oportunidades para competir desde candidaturas independientes, inscripción automática, voto voluntario y fin a la colusión política enmascarada, son pasos efectivos para una democracia efectiva.