6.8.11

Orza el timón

En lenguaje marinero, orza, tiene muchos significados, pero el sentido del título del presente artículo es “Dicho de navegar un buque: Con la proa hacia la parte de donde viene el viento.”
Hoy, el viento de la política ya no viene ni desde La Moneda, tampoco el parlamento y, menos, de los partidos políticos los cuales navegan “al garete: Ir a la deriva, sin dirección o propósito fijo.”
Cuando pensaba en lo que debería escribir en esta columna dominical, me acordé de la novela histórica de Benito Pérez Galdos titulada Trafalgar, referida al famoso combate que la flota inglesa gana a la flota aliada, franco española, en las cercanías de Cádiz.


El legendario Almirante Lord Nelson, al divisar la flota enemiga, ordena sus buques en dos columnas para embestir la línea formada por franceses y españoles. Su buque insignia, Victory, encabeza a los artillados veleros.
En el bando contrario, repentinamente, el Almirante francés da una mala orden, desde su navío general, el Bucentauro, Villeneuve ordena virar en redondo, esa maniobra, antes que se dispare un solo cañonazo hizo exclamar a uno de los héroes españoles de Trafalgar, el Capitán Charruca, “hemos perdido el combate”. La razón es muy sencilla, significaba a pocos minutos de entablar batalla, desordenar toda la línea de ataque.
Probablemente, quien lea esta columna, pensará que el autor está desvariando, pero denme tiempo para desarrollar en 4000 caracteres, la idea central.
En política está pasando lo mismo, ante cada circunstancia compleja las escuadras, del oficialismo y de la oposición, reciben órdenes de orzar el timón algunos grados a babor, costado izquierdo, u otros grados a estribor, lado derecho.
El desorden cunde, por ejemplo en el tema educacional. Aquellos que nos gobernaron veinte años, nunca sugirieron nada relativo a lo que hoy son las demandas de estudiantes y profesores. Pero con entusiasmo se suman. Incluso trotando en torno al congreso intentando congraciarse con la muchachada.
Pesado buques políticos, a los cuales les cuesta “virar en redondo”, se tratan de subir a un carro al cual nunca han pertenecido.
En el otro lado, la escuadra oficialista está confundida, se inclina un rato a babor y otro a estribor, grados menos grados más, les cuesta orzar en la dirección del viento y navegar a un largo.
Las encuestas muestran, curiosamente, que ambas escuadras van perdiendo frente a la ciudadanía. Ni las medidas que se elucubran en “casa de gobierno”, ni las que urden los trotadores parlamentarios de la Concertación, consiguen que sean asumidas por una ciudadanía aburrida de la fronda política, con las honrosas excepciones que en el parlamento, son pocas, pero aún las hay.
Los ciudadanos, según unánimemente dejan constancia las últimas encuestas, en palabras de ese gran filólogo del lenguaje expresivo popular, “Chino Ríos”, no están ni ahí con los políticos.
Entre lo que se pide, se da o se promete, hay enormes distancias. Se ha perdido la credibilidad y lo que es más preocupante, de tanto dar bandazos, se piensa que con manifestaciones, protestas, quemazones es la única manera de obtener algo.
No solo debe importar como cae en las encuestas el Presidente, también es preocupante como cae el oficialismo y la oposición.
Una interpretación más correcta es asumir que los actores, con nombres y apellidos, son los que tienen cansados a los ciudadanos de todas las edades, que hoy tienen canales, formales e informales, para expresar su descontento.
La Coalición por el cambio y la Concertación, deben cambiar el rumbo de permanente colisión que mantienen y procurar entenderse. Dar señales que se navega en un rumbo democrático correcto y dejarse de peleas de cantina barata, que hasta hoy mantienen.
De paso, incluyo al Presidente de los profesores, que ha quedado en ridículo por muchas explicaciones que trate de dar, con sus expresiones racistas de la década de los cuarenta.
Es el momento que cada cual tome firme el timón de sus respectivos buques políticos, lancen velas buscando viento a favor porque, por el momento, dan la triste impresión de navegar al garete.
Cuando el combate de Trafalgar finaliza, ganan los ingleses. En el Victory, antes de morir, por una herida recibida al iniciarse el enfrentamiento, Nelson, es informado que ha triunfado.