La palabra lucro se ha convertido en algo nefasto. El uso, últimamente aplicado a la educación, la ha puesto de moda. Lucrarse suena a pecado, a un incesto económico que la sociedad debe rechazar. El que se lucra con algo es poco menos que un criminal.
¿Somos todos criminales que utilizamos el lucro como un arma para asaltar a la sociedad?
El lucro es una palabra que la real academia la define como “Ganancia o provecho que se saca de algo”, por lo tanto todo ser humano que obtiene dinero de alguna manera, vendiendo, trabajando, forma de obtener dinero ofreciendo sus servicios a terceros, creando empresas, emprendiendo negocios, legítimamente se lucra.
No existe en nuestro país una ley que impida que, en toda la actividad humana, salvo aquellas que lleven fines que atenten contra los valores y derechos fundamentales de la sociedad, el lucro es legítimo.
Con todo el problema planteado en el ambiente educacional, nuevamente surge los deseos de la vieja izquierda cincuentera en que se habla de la “des municipalización”, y la estatización de la educación, del lucro como algo malévolo.
Los conceptos antes señalados ponen una barrera a un proceso que, en todo el mundo, salvo Cuba, están obsoletos. La educación privada pagada, la educación pública gratuita, la educación particular subvencionada existe y pueden seguir haciéndolo, con o sin fines de lucro, pero de manera transparente y de libre elección de los apoderados.
El problema es diferente, no se trata de lucro, se trata de calidad de la educación que se ofrece, así como que los establecimientos, universidades y colegios cuyo fin es obtener utilidades para sus accionistas, no reciban dinero del estado, bajo ningún capítulo, y ofrezcan un servicio de calidad que tenga relación con lo que cada apoderado, libremente, está dispuesto a pagar.
Sin embargo en esta campaña contra el lucro se busca esconder graves carencias y errores que el Estado a cometido, entre ellas el alto endeudamiento que un estudiante adquiere y que, al momento de ejercer la profesión estudiada, no lo permiten asumir la deuda que lo obliga, financieramente, a vivir en una constante zozobra, (Inquietud, aflicción y congoja del ánimo, que no deja sosegar, o por el riesgo que amenaza, o por el mal que ya se padece. RAE) ¿Quién creó el sistema, con aval del estado? , los mismos que hoy le piden a un gobierno, que lleva poco más de un año, que solucionen todos los problemas acumulados por décadas y empeorados en las últimas dos.
Algunos de los que señalan con el dedo, el lucro en las universidades privadas, son dueños de varias, o participan como altos ejecutivos de las mismas. Son gente a fin a la concertación. ¿Es eso ilegítimo?, lo sería, cosa que ignoro, si no están recibiendo dinero del Estado.
Demonizar la palabra lucro como si fuera un pecado, es propio de los grupos estatistas que se quedaron en teorías económicas del pasado, alimentadas en el presente por algo diferente que el aprovechamiento que algunos sectores hacen de la economía, para abusar de la sociedad, como ha ocurrido con los casos de las tarjetas de una multitienda.
En el problema de la educación municipalizada existe un Estado que, por décadas, no se hace cargo de entregar un financiamiento adecuado. Que mantiene una práctica injusta de pagar por alumno que asiste a clases, obviando que cuando hay enfermedades, paros, las municipalidades, ya bastante endeudas, deben asumir los costos fijos frente a un financiamiento variable.
Lucrarse no es un pecado, mientras el que lo hace se ajuste a las leyes, pague sus impuestos y obtenga una legítima utilidad.
Lo que el estado debe garantizar en nuestro país es que todo estudiante tenga el derecho a la educación, gratuita si su familia no puede costearla, pagada para aquellos que tienen los recursos para hacerlo, y de calidad, tanto la que proporciona el estado como aquellos que nacen de la iniciativa privada.
En lo personal no creo en las becas pagadas con fondos públicos para estudiar en establecimientos privados que, claramente, tienen fines de lucro, ya que una parte de ese recurso estatal, necesariamente, será utilidad que el establecimiento privado que las recibe.
¡Viva el lucro!