6.3.10

Se cosecha lo que se siembra

Nada mejor que los refranes para llegar al meollo de los errores humanos, duplicados cuando provienen de autoridades que deben asegurar la normalidad de un país, aún frente a una catástrofe.
Siembras vientos, cosechas tempestades.


Mucha gente, con cierta razón, le tenía simpatía y cariño a la Presidenta Bachelet. Se preparaba a dejar el gobierno con un 83% de popularidad, pero un sacudón de la naturaleza hizo ver que su liderazgo no existía y que con mucho dinero en la caja fiscal, cualquiera puede hacer un buen gobierno.
Hoy la Presidenta se apronta a dejar la Presidencia de la República en medio de la ira y el llanto, incluso de Alcaldes de su propia coalición, como el de Hualpen, que le pedía, por favor y en medio de lagrimas, que si era necesario matar que se matara, pero que combatiera la delincuencia desatada en las zonas de catástrofe.
Su indecisión para ejercer un liderazgo activo y fuerte se notó cuando, luego de hacer algunos “paseíllos” en helicóptero, no se queda en la zona del desastre, vuelve a Santiago. Con soberbia no acepta las primeras ofertas de ayuda extranjera. No mueve a sus FF.AA. de inmediato.
Vive entre los fantasmas del pasado, de hace más de 20 años. Se niega a militarizar un hecho donde, innegablemente, se necesita de fuerzas mejor organizadas, disciplinadas, que puedan actuar en el rescate y en la seguridad.
Durante todos estos años se han dictado leyes garantistas para el delincuente, que hace una profesión del delito. Los políticos nos hablan de la puerta giratoria de la justicia, pero las leyes que nos rigen, blandas y anodinas en la protección del ciudadano honesto, son obra del ejecutivo y del legislativo. Los jueces solo aplican las leyes que otros, que esconden su responsabilidad, hacen.
Como se pudo ver, en esta verdadera tragedia de la identidad nacional, lo que menos primó fue la solidaridad, valor proverbial de los chilenos, por el contrario las turbas que antes robaban gallinas, ahora roban plasmas, lavadoras, computadores. Claro que la pobreza ha disminuido, pero la de espíritu, ahora, es tecnológica y escoge mejor lo que rapiña.
Los delincuentes, incluyendo muchos de cuellos y corbata, saben que les sale barato robar. Más grave le resulta a un carabinero reprimir a un delincuente, que a este matar o herir a un policía.
A los carabineros que deben cuidar la seguridad ciudadana, se les acusa o expulsa si matan a un asaltante de fundo en el sur. ¿Qué espera el gobierno de gente que ha perdido todo el respeto por la autoridad, si esa misma autoridad lleva 20 años restando poder a las FF.AA. y de orden?
¿Le puede pedir a un cabo, a un soldado, que dispare a un delincuente, que roba a los que lo han perdido todo, Si ha ese soldado, que obedece un orden superior, le han enseñado que bajo la consigna de los derechos humanos, puede desobedecerla?
Enseñaron a no respetar la jerarquía y no cumplir órdenes. ¿Cuántos oficiales, suboficiales y conscriptos están presos por esa doctrina?
El delincuente que ha sembrado el terror entre los vecinos, que ha escamoteado el alimento de los más necesitados, sabe que si lo detienen nadie le tocará. Sus derechos humanos están protegidos, los de sus víctimas no.
Hoy junto con las casas derrumbadas, también hemos visto desplomarse la fachada de un gobierno, sustentado en una excelente y bien calculada política comunicacional. Hemos visto intendentes irresolutos, ministros vacilantes, mirando el calendario para que llegue luego el 11 de marzo y alcaldes, de todos los signos, dando la pelea por su gente.
Se ha derrumbado la soberbia, en buena hora, de un país que se mostraba fuerte y generoso, con bonos, y grandes obras públicas, pero sin ninguna preparación para enfrentar la furia de la naturaleza.
El Ministro Sergio Bitar reconoce a la BBC, que a la Concertación se le hacía difícil sacar a los militares a la calle.
La presidenta declara, “todos son generales después de la batalla”, lamentable, especialmente cuando la generalísima de las Fuerzas Armadas, no sabía dónde y cómo se libraba esa batalla por la vida de millones de chilenos inocentes.
La próxima semana, ella y su gobierno entregan el mando, no solo porqué perdieron el gobierno, lo hacen en medio de un “sunami” político, cuyas consecuencias solo se podrán evaluar con el tiempo.
Qué ironía, 20 años desprestigiando a las FF.AA. por los sucesos de 1973 y, ahora, cuando entreguen el gobierno, las calles tendrán, en las regiones devastadas, a miles de militares, protegiendo y ayudando a la ciudadanía afectada.