27.2.10

¿No será demasiado?

La falta de costumbre de la Concertación de tener que entregar el gobierno, ejercido por elección democrática durante 20 años, ha provocado una extraña hipersensibilidad en lo político.
Hoy la fuente de atención es el Presidente electo, es la noticia. Lo que diga y haga gana las primeras planas. Esa sensación de pérdida del poder se nota y se hace notar.


Con muy buena nota termina el último gobierno de la Concertación, justificada y merecida.
Actúa con gran rapidez, como en la emergencia vivida por el terremoto de ayer sábado en la madrugada.
Varios logros, especialmente en el ámbito social, del comercio internacional, y el desarrollo de obras públicas, entre otros, dan cuenta de una gestión de la Presidenta Bachelet que marcó formas novedosas de gobernar y contactarse con la ciudadanía.
Lo anteriormente señalado es un activo importante. Sin embargo, en estas semanas, se ha mostrado una tendencia a la polémica y la descalificación, innecesarios para un proceso electoral que fue impecable.
La pérdida de protagonismo, pese a los esfuerzos de seguir marcando la agenda de temas, ha mostrado el lado oscuro de la fuerza. El protagonismo la tiene la administración que asume el 11 de Marzo. Siempre ha sido así, lo que pasa que en los últimos 20 años la transición fue entre amigos. Me imagino que las rendiciones de cuenta, la entrega de los ministerios se hicieron sin mayor dramatismo.
De la transición Lagos – Bachelet, solo se recuerda el pequeño malestar que causó el dicho del Presidente saliente que le dejaría algunos encargos pendientes. Uno de ellos bastante complicado – el Transantiago -.
Se perdió la costumbre de entregar a un equipo que fue opositor y que, naturalmente, mira las cosas con otra perspectiva. Hay un sentido más crítico y con todo derecho lo manifiesta.
La opinión pública está pendiente de los anuncios, ¿quiénes serían los ministros, los subsecretarios? En todas las regiones se hacen cábalas por los futuros intendentes, gobernadores, seremis y jefes de servicio.
Las opiniones, de quienes nos gobernaran a contar del 11 de Marzo, interesan y la prensa tiene el deber de preguntar.
Si Piñera habla del déficit, que es real, producido el año 2009, se considera poco menos que una ofensa. A mi juicio se trata de un déficit justificado por un mayor aumento del gasto fiscal resultado de la crisis mundial, sin embargo se genera toda una polémica. Piñera también tiene la razón cuando dice que hay que apretarse el cinturón en el primer año de gobierno. El déficit se tiene que superar.
No es buena la respuesta de la Presidenta Bachelet. En La Serena, señala que el presupuesto del presente año contempla el cumplimiento de todos los programas de gobierno, tiene la razón, pero, ¿qué pasa con el programa del Presidente Piñera para este año? Los 450 millones de dólares de libre disposición no son una solución para avanzar con la celeridad que el nuevo gobernante quiere imprimir.
Se critican los planes de justicia que se implementaran contra la delincuencia, incluso en voz del propio Ministro de Justicia, como si eso no fuera un problema importante para nuestra sociedad. El tapabocas a estas críticas se produce el jueves cuando menores de edad asaltan la casa del Ministro Secretario General de la Presidencia designado.
La delincuencia es un tema opinable, absolutamente, para las nuevas autoridades, especialmente cuando en Santiago la PDI y Carabineros despliegan operativos para capturar a un asesino de 15 años.
Si Piñera condena, antes que lo haga el gobierno, la muerte de un disidente de la dictadura de los hermanos Castro en Cuba, el Ministro de RR.EE. dice que solo podría opinar cuando asuma el gobierno.
¿No son los derechos humanos un tema universal? ¿Sobre la situación de Chile, en esa materia, no opinan de todas partes? O resulta que cuando Cuba los viola flagrantemente hay que callar.
Quien nos gobernará, en 11 días, tiene la responsabilidad de emitir su opinión y la ciudadanía espera que así sea.
La falta de costumbre, de entregar el mando a personas diferentes, con un programa de gobierno que no se comparte, no se ha asumido con serenidad.
La pérdida del poder sostenido en dos décadas tiene a varios desconcertados en el oficialismo, en un pasmo político, que está transformando la transición en una guerrilla de declaraciones y contra declaraciones.
¿No será demasiado?