20.2.10

La madre de todas las batallas

La frase “la madre de todas las batallas” la inventó Saddam durante la primera “Guerra del Golfo”. Era la advertencia apocalíptica que hacía ante cualquier intento de invadir Irak.
Vino la madre guerrera anunciada pero, el tiro salió por la culata.
Algo similar se vive previo a la era Piñera. Ya empieza conocerse que no todo lo que ha brillado es oro.


La designación de ministros de estado, subsecretarios y las casi dos mil nominaciones que se generaran en las próximas semanas, se ha convertido en “la madre de todas las batallas de la política criolla”.
Con el consecuente subdesarrollo ideológico de nuestros políticos hemos sido bombardeados por toda suerte de adjetivos, sin entrar a lo que es sustantivo, la capacidad y la voluntad de hacer un buen gobierno.
En Chile los mediocres, flojos y desencantados de todo y de nada, están acostumbrados a condenar al que es exitoso. A justificar sus fracasos enlodando a quien no los tiene y, si los ha sufrido, ha encontrado la manera de superarlos y seguir batallando en la búsqueda del éxito.
Ha ocurrido con la nominación del gabinete. La primera víctima fue Jaime Ravinet, insultado y vilipendiado por aceptar ser Ministro de Defensa. Se ensañaron aquellos que no tienen muchos pergaminos frente a él.
Ravinet ha sido uno de muchos talentos que la Concertación fue desechando para reemplazarlos, en algunos casos, por el favorito de un senador, de un diputado, o alto dirigente partidario cuyo merito personal era su facilidad para conseguir votos.
El intelecto, la preparación, los títulos académicos, fueron reemplazados por aquellas personas con buenos nudillos, fuertes y firmes, los puertas a puertas, como muchos, en la propia concertación les han llamado, en el silencio de quien puede perder la pega si lo manifiesta en voz alta.
Al gabinete designado por el Presidente electo Piñera, le critican, ¡son técnicos, miembros de importantes directorios de las empresas privadas, no son políticos!
Para algunos el éxito parece digno de condena. Trabajar en el sector privado, donde la mayoría de los chilenos lo hacemos, es un pecado. Los políticos parecieran tener el monopolio del bien común. ¿Se debe prohibir que gente exitosa en la vida, ganando una fracción de lo que hoy reciben, pueda servir al país?
Interesante la declaración que, en una entrevista del diario El Mercurio, el pasado jueves, hace el ex presidente del P.S., actual Embajador de Chile en España, Gonzalo Martner. “He visto a la actual directiva del PS que ha reaccionado al nuevo gabinete señalando que expresa a un conjunto de personajes que vienen de la actividad privada. A mí me parece que mezclar la política y los negocios es muy negativo, pero si uno tiene un poco de honestidad no se puede menos que constatar que connotados personeros del gobierno de los últimos años también provenían de directorios de grandes empresas. Entonces yo me pregunto: si nosotros criticamos a Sebastián Piñera porque pone a gente del directorio en su gabinete. ¿Esa no es una queja válida para nosotros?”
En definitiva la ética política, si es que existe, señala que para gobernar hay que ser político, una suerte de profesional cuya inteligencia y capacidad proviene de las urnas, no siempre de una universidad o demostraciones, claras y probadas, que su éxito personal lo puede endosar a la función pública.
Tan perverso es mezclar los negocios con la política, como hacer negocio con la política. Algo de lo que dice Martner apunta a ese aspecto.
Igual de perverso es disputarse los cargos con un criterio de mayoría política, de grados de influencias y de imponer las leyes nefastas de la partidocracia.
En estos días se está librando “la madre de todas las batallas”, aunque podríamos mejor pensar que se trata de esas crueles madrastras que tanto odiábamos cuando leíamos cuentos infantiles. Eran arpías que envidiaban la suerte y la fortuna y tramaban como quedarse con ella.
El gobierno parece ser el premio que busca la mala política. ¿Hacerse del Estado es acaso la suprema ambición de una clase minoritaria? “La madre de las batallas” definirá quien triunfa, si las viejas, añejas costumbres de los favoritismos, o la nueva, que obedece a la eficiencia, calidad y la regla 24/7