6.6.09

Una política rara.

Dice la letra del tango “Cambalache” de Enrique Santos Discépolo, escrito en 1935, en sus versos: “Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio o chorro, generoso o estafador... ¡Todo es igual! ¡Nada es mejor! Lo mismo un burro que un gran profesor. No hay aplazaos ni escalafón, los ignorantes nos han igualao.

Vivimos los tiempos de una política rara. Todo nos descoloca pero, de alguna manera, aunque es lo mismo de siempre, ahora nada se escapa. Somos vigilados hasta nuestros últimos movimientos. En la calle, en el hogar. Las cámaras Web, el periodismo profesional y ciudadano, apuntan sus cámaras, celulares y equipos de video, siguiendo nuestros pasos, sin piedad ni clemencia.
En el siglo XVI, la Inquisición, condenó a Galileo por decir que la tierra giraba en torno al sol y se demoró hasta fines del siglo XX, para reconocer que se habían equivocado. Ahora, en el siglo XXI las evidencias sobre cualquier situación señalan a los responsables con pruebas irrefutables y casi de manera instantánea.
Es así como nadie puede negar que diputados y senadores, no todos por supuesto, flojeen. No asisten a su trabajo. Estafan con arriendos de supuestas sedes parlamentarias. Emplean a familiares y amigos, retornando a sus bolsillos gastos destinados a cubrir las demandas administrativas de una gestión que no siempre se cumple.
Si usted falta a su pega, o timbra tarjeta de asistencia y luego se marcha porque le aburre estar en la sala, como adujo un diputado que, ahora, pretende ser senador, no duraría mucho en su empleo. Un parlamentario tiene garantizado el empleo por cuatro años y un senador por ocho.
Vivimos una política rara, donde la tiranía de los partidos políticos impone, a una mayoría no militante, por quién debe votar. Bueno o malo el candidato, es lo que hay. Lo que es peor el sistema binominal impide a otros, porque son minoría, la posibilidad de acceder a un escaño parlamentario.
Le llamamos democracia, nos enorgullecemos de ella y no deja de ser otra forma de dictadura de la clase política, de las cúpulas partidarias que manejan esta democracia de “cambalache”.
La carrera presidencial demuestra cómo funciona y piensa una clase llena de privilegios y códigos. Un diputado levanta su candidatura, con éxito hasta el momento, en contra de otro candidato que, el partido al que pertenece, ha levantado.
Su padre, senador de la República, perteneciente al mismo partido de su hijo, anuncia que le apoyará en desmedro de la figura oficialista. Es más le pide a ese candidato a cual no apoya, que le dé garantías que el partido al que pertenece le mantendrá su cupo senatorial, aunque no apoye ni vote por el candidato oficial.
Es raro. Es como no perder ni pan ni pedazo.
Cada cual tiene derecho a postularse pero debería existir en política un mínimo de ética. Algunos pueden llamar a eso consecuencia entre lo que se dice y lo que se hace.
Es una política rara, donde se ha entronizado la dictadura de las encuestas. Buen negocio para los que las hacen desde la comodidad de una central telefónica.
Hoy, este raro mundillo, está a la espera, como Moisés en lo alto del Sinaí, que la suprema CEP entregue sus resultados en los primeros días de julio. Muchos becerros de oro electorales serán destronados, destruidos o coronados, como auténticos ídolos milagrosos, algunos, de la política chilena.
Política rara que acentúa los programas valóricos, mientras a los jubilados les descuentan, de sus esmirriados recursos, un porcentaje para financiar “licencias médicas”, a las que no tienen derecho por ser jubilados.
Mientras vivimos una recesión, la polémica se centra en los derechos civiles de las minorías sexuales, tema ya resuelto en la mayoría de las democracias del mundo.
Poco se habla de nuestros problemas reales, más allá de mencionarlos, pero sin abordar soluciones y compromisos. Pregúntenles a los profesores que han luchado estas semanas por deudas que ya tienen dos años de atraso.
Por eso, el profeta Santos Discépolo, tenía razón cuando escribía: “Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé. En el quinientos seis y en el dos mil, también.”