20.6.09

Las dos gatas y la política

Lo menos que se puede calificar es de insólito. Una señora va a la cárcel en reclusión nocturna por el delito de tener en su departamento dos gatas. Parlamentarios que defraudan al Fisco, ex Ministros que han malversado recursos del Estado, siguen libres.
¿Puede asombrar que millones de chilenos rechacen a la clase política?

Se conoció la semana pasada la encuesta CEP, validada por todos los sectores políticos como la más confiable y seria, con un historial de aciertos indiscutibles. Como es costumbre todos ganaron. Felicidad completa.

Lo cierto es que a la luz de los hechos y faltando muchos meses para la elección presidencial, hay tres candidatos, por el momento, que están jugando a ganador.

Unánimemente se piensa que el elegido lo será en segunda vuelta en el mes de enero.

Dos candidaturas se ve que caminan. La emergente figura de Enríquez Ominami y el metódico trabajo de un Eduardo Frei que ha aguantado, con singular serenidad, todos los chaparrones y zancadillas que le han lanzado desde la propia Concertación, cuando figuras importantes pretendieron levantar la figura del Ministro Velasco.

Absolutamente estancado se ve a Sebastián Piñera. Hace una campaña a la antigua. Expone su imagen innecesariamente y no se decide a tomar definitivamente un papel político más que de empresario. Da la impresión que trabaja con sus amigos y los parlamentarios. Las bases aún no se mueven y los comandos no existen.

Para todos los que aspiran a la Presidencia hay una cantera electoral no explotada. Entre tres y cuatro millones de ciudadanos no inscritos. No quieren votar. No tienen confianza en aquellos presuntos salvadores de la Patria rodeados de parlamentarios, obviamente con excepciones, que ha quedado demostrado engañan y defraudan al fisco, especialmente diputados.

A una señora, la justicia la mete en la cárcel por defender la tenencia de sus dos mascotas. Una jueza deja libre a cuatro imputados de asaltar un hogar, pese a que voluntariamente se presentaron al tribunal culpándose del delito.

Un diputado reconoce que alteró contratos de sedes parlamentarias y a otro, que arrendaba los livings de casas de simpatizantes, se le amonesta. Tienen fuero están en el limbo de la justicia. Impuros, pero intocables.

Esos mismos diputados que no trabajan como deberían, tienen reelección indefinida.
Potenciales electores miran el proceso democrático desde afuera. Entre ellos la clase media aislada de bonos especiales. Sabe que todo depende solo de su esfuerzo personal. Trabajando, en dos o tres partes, juntan el dinero para pagar sus impuestos, los dividendos de su casa y, de ser posible, una mejor educación para sus hijos.

Atrévanse candidatos, trabajen para los que están desilusionados de líderes y partidos, para que se confíe que el voto vale, no que se trata de una legitimización de los acuerdos cupulares de partidos añejos y desgastados.

Resulta difícil encontrar un candidato que valga la pena cuando todos están mirando la paja en el ojo ajeno.

Hablen del tren al sur, de las casas Copeva, de los espionajes telefónicos, de los escándalos de las indemnizaciones brujas, de los sobresueldos que no pagaron impuestos. Digan algo sobre el robo en Chile Deportes. De las asesorías pagadas que nunca se hicieron. De las coimas y de aquellos asesores que no tienen cuarto medio y ganan más de un millón de pesos.

Díganle al electorado como se va a evitar la corrupción de cuello y corbata y el pago de favores políticos.

Busquen electores nuevos. Los otros, los que han votado siempre, marcan un envejecimiento del padrón electoral, ya se acostumbraron a las reglas del juego. La democracia es un chiste cuando los candidatos, en su mayoría, son los mismos de siempre y se repiten el plato, una y otra vez nominados a dedo.

Es necesario que se escuchen voces nuevas y propuestas diferentes. Estamos en el círculo vicioso de la política chilena. Un sistema que se ha hecho solo para que minorías partidarias provean los candidatos y los gobernantes. Los que votamos, cumplimos con el solemne rito de emitir nuestra voluntad por alguno de aquellos que una minoría ha designado entre arreglines y componendas.

Y así es como a cada elección se le llama “una fiesta de la democracia”.
A esperar la próxima encuesta.