9.5.09

Brisa fresca en la política

Brisa fresca en la política
En medio de tantos candidatos que discuten a muerte sus derechos a gobernar, con frases huecas y promesas sin sustento, no resistimos la tentación de repasar la historia política de nuestra Patria y de allí recoger algunos ejemplos.

Nos viene a la memoria una carta que don José Francisco Vergara, héroe en la carga de Pampa Germania, en la guerra del pacífico, le dirige a don José Alfonso, presumo de los Alfonso del Limarí, quien había sido designado canciller en 1875.
Viene a colación porque son conceptos casi olvidados que, ahora, parecen ser solo patrimonio de los candidatos jóvenes y debutantes en la ligas mayores de la política nacional.
Lo que transcribo a continuación fue escrito en el siglo 19, cuando Chile limitaba por el norte con la cuesta de Paposo. Sigue siendo oportuno recordarlo en el siglo 21, cuando aún no aprendemos como participar en política con un mínimo de respeto y un máximo de honestidad.
“Eres tú el primer radical que llega al poder, y espero confiadamente en que no tardarás de probar al país que nuestra escuela no tanto enseña a demoler instituciones caducas y en desacuerdo con las necesidades de la época, como a rendir culto a la ley, a respetar y ensanchar los derechos de los hombres, a guardar la equidad y la justicia, con todos, sin distinción de parciales y adversarios.”
Nadie en política está libre de culpa. Si repasamos la historia reciente, bastaría recordar el golpe de estado de 4 de Junio de 1932 que derribó el gobierno de Juan Esteban Montero, e instauró la república socialista. Aún se recuerda el sobrevuelo de aviones despegados desde la Escuela de Aviación, sobre La Moneda.
De allí se conoce la famosa frase de Arturo Alessandri, enviado como mediador oficial del gobierno constitucional, que en la tradicional vuelta en el aire, a que nos acostumbran los políticos chilenos, le dice al comodoro Marmaduke Grove, uno de los cabecillas junto Carlos Matte Hurtado, Carlos Dávila, Arturo Merino Benitez, entre otros, “no afloje mi Coronel”.
Presentados los complotadores en el palacio de Gobierno, Grove le dice a Montero: “hemos venido a tomar posesión del gobierno para implantar la República Socialista de Chile. Montero respondió. “En estas condiciones yo no puedo combatir la revuelta, como era mi propósito y mi deber. Me retiro ante la imposición de la fuerza”.
El día 7 de Junio de 1932 “El nuevo sucesos” publicaba un titular “El movimiento revolucionario del sábado culminó con la instauración de la República Socialista”.
¿Porqué recordar estas cosas? Sencillamente porque los chilenos no tenemos memoria. No conocemos los sucesos relevantes que marcan la historia política del país y que, de alguna manera, son la herencia de usos y costumbres que se mantienen hasta el presente.
La mayoría de quienes hoy intervienen en política, de los que opinan y de los que discuten en el café, no recuerdan el complot de auto secuestro del dirigente gremial Edgardo Maass, militante del partido socialista popular, Domiciano Soto, militante comunista, cuyo único objetivo era derrocar a Gabriel González Videla.
Los aviones a pistón de Grove sobre La Moneda de 1932, fueron los aviones a reacción de 1973.
Es necesario que en política dejemos de discrepar con odio. Cada cual tiene una parte de la verdad. Se debe potenciar la verdad personal con argumentos racionales. Con ideas prácticas y realizables.
Brisas frescas que nos digan que ya es tarde para hablar de buenos y malos. Que no es tiempo de adjudicarse supuestas autoridades morales aprovechándose que, la mayoría, la gente joven no conoce nuestra historia política de los últimos cien años.
Menos dedos acusadores y más manos para hacer de nuestro Chile una patria común y justa para todos.
Por eso una voz como la Marco Henríquez Ominami, sin odios y con ideas que se pueden compartir o rechazar, cautiva a quienes no quieren más que los chilenos estemos separados por sucesos que nos han dividido, pero que han sido repetitivos en nuestra historia. Lo que ocurre, los hemos olvidado o no conviene traerlos de nuevo a la memoria.
Quien esté libre de culpa que lance la primera piedra.