6.9.08

El 2% del Transantiago

El 2% del Transantiago

Toda una polémica inútil que ha tensionado el ambiente político del país, innecesariamente, ha sido el financiamiento del deficitario transporte capitalino conocido como el Transantiago. Llega el momento de conversar, todos sin exclusiones, y actuar racionalmente de cara a una sociedad que ha podido ver a una clase política atrincherada, solo pensando en ellos. El país aguarda.

El gobierno, luego de un largo debate interno, ha decidido aplicar el 2% constitucional que usa para catástrofes, calamidades publicas o graves peligros para la seguridad interna, y obtener, de esa manera, los fondos necesarios para que el sistema capitalino de transporte pueda seguir funcionando.

¿Es esa una buena solución? En parte sí al considerar la inconstitucionalidad de dos prestamos, BID y Banco del Estado. Sencillamente el sistema no podía seguir funcionando por falta de fondos que cubran un déficit mensual de 50 millones de dólares. Por otra parte, el gobierno puede quitarle presión a un tema que ha permanecido en la agenda política desde el año pasado.

Hay que reconocer que el Transantiago no ha mejorado, es más, las promesas que se hicieron de tenerlo funcionando de manera normal, no se han cumplido. La tarifa se mantiene congelada pese a la inflación y el alto precio del petróleo.

Chile pierde hasta el momento 656 millones de dólares por un subsidio que favorece directamente a los grandes empresarios del transporte. Indirectamente el santiaguino cuenta con una movilización más barata que en regiones, incluyendo la posibilidad de no pagar si ingresa a los buses por la puerta trasera.

El antiguo sistema de micros amarillas, ahora “enchuladas” e igual de contaminantes, trasportaban a los santiaguinos en tiempos razonables. Con paraderos donde les levantaban el dedo, se autofinanciaban, generaban excedentes, pagaban impuestos y eran una fuente de trabajo para miles de micro empresarios que hoy están arruinados económicamente.

Los macro empresarios no pierden dinero, no hay gestión de flota, incumplen los compromisos contraídos y han obligado a involucrarse al Gobierno en un tema que, por muchas décadas, fue solo regulado por el Estado sin comprometer su prestigio de la manera que ha ocurrido.

Desde que la Presidenta Bachelet adoptó la decisión de ponerlo en marcha, mal asesorada, se ha transformado en una pesadilla que ha opacado logros importantes de su gobierno, especialmente en el área social, incluyendo la reforma previsional, que no se pueden desconocer.

El sistema de transporte ideado por el Gobierno de Ricardo Lagos, quien se lava, olímpicamente, las manos obviamente que era bien intencionado, pero no existió la capacidad e inteligencia, para evaluar en el escritorio y en el terreno si se cumplirían las expectativas al ponerlo en marcha.

En definitiva, pese a la evidencia del fracaso de un plan que no funciona, el gobierno ha insistido en parchar, a un alto costo, el sistema cometiendo el grave error de mantener, en la agenda política, un tema que le ha causado a la Concertación graves daños electorales, dejando de paso bastante deterioradas las posibilidades de Ricardo Lagos de retornar a la arena política.

El gobierno se ha negado sistemáticamente a reconocer que este programa ha fracasado. No hay dialogo con la oposición y esta, a su vez, hace su negocio de criticar fuertemente a la autoridad. ¿Alguien gana con la tozudez? ¿La oposición gana con su enfrentamiento crítico?, las encuestas muestran que todos pierden, la clase política, y por sobre todo pierde Chile, el ciudadano que no tiene otro capital que su propio trabajo y sacrificio.

Ha llegado el momento del dialogo serio y responsable, mirando los intereses de la ciudadanía, no los cálculos electorales. Dejemos de engañar al país con promesas de un subsidio que, de no existir el Transantiago, jamás se habría ofrecido. Si quieren verdaderamente favorecer a las regiones envíen un proyecto exclusivo para esos fines, no amarrado a una compensación para Santiago. La oposición ha dicho que está dispuesta a aprobarlo.

Lo menos que puede hacer el Gobierno y la oposición es colaborar para encontrar una solución real, donde no prime el orgullo de desconocer un fracaso monumental.

Dejen de pensar en los votos, que se suman o se restan, piensen en el bienestar de los ciudadanos que no tienen, mayoritariamente, militancia, a los que siempre la clase política alimenta de promesas y esperanzas.