28.6.08

Allende en la perspectiva de cien años



Al celebrarse los cien años del natalicio del ex Presidente de la República Salvador Allende G. su nombre sigue generando divisiones, no por lo que fue, solo por un gobierno que duró mil días, que significó divisiones en la ciudadanía, incluyendo a sus propios partidarios. Allende, sin embargo, fue consecuente con sus ideas. Nadie puede acusarle de haber mentido frente a sus promesas de campaña.

El miércoles pasado se cumplieron cien años del natalicio del ex presidente Salvador Allende. Tanto el gobierno, como sus partidarios y compañeros de partido, así como la Democracia Cristiana y el Partido Comunista, organizaron una serie de actividades, replicadas en otros países, especialmente, por compatriotas que viven en el extranjero.

Su vida ha sido destacada desde diferentes ángulos, manteniéndose las visiones contrapuestas en quienes integraron la unidad popular y los opositores al gobierno de 1.000 días que encabezó U.P.

Juzgar la obra política de Allende, con los ojos del siglo XXI, resulta complejo si tomamos en cuenta que muchas de sus visiones de gobernante, en materia económica especialmente, han perdido vigencia. Será difícil ponerse de acuerdo, leyendo sus innumerables discursos, analizando su ideario si algo de lo que trató de impulsar, hoy se encuentra vigente.

Según Guillermo Teiller, opositor al actual Gobierno, Allende no estaría con la concertación, conglomerado político que no ha replicado ninguna coma del programa que el 70, con un tercio de la votación llevó, democráticamente, a Salvador Allende a la primera magistratura de la nación.

Los tiempos han cambiado y es por ello, políticamente, injusto analizar la gestión presidencial del líder de la U.P., con la óptica del 2008, cuando uno de los países a los que llamó hermano mayor ya no existe, como fue la Unión de Repúblicas socialistas Soviéticas, hoy con menos territorio y con una sistema democrático de gobierno.

Tampoco es comparable la política estatista, una visión económica inspirada en los principios marxistas leninistas, con el sistema de libre mercado y globalización, para bien o para mal, que hoy rige mayoritariamente en el mundo.

Por ello es explicable, cuando, frente a su monumento, se reunieron quienes apoyaron a su gobierno, y abuchearan en parte de su discurso al Presidente del Partido Socialista, explicable también cuando al representante D.C. le gritan traidor. Todo es clara señal que los rencores del pasado permanecen vigentes, en tanto los mitos se acrecientan.

Allende tiene, sin embargo, para la mayoría de los chilenos que miran desapasionadamente la cosa política, así como para las generaciones que no le conocieron y no fueron testigos racionales de su época, de los odios y de las diferencias, que la U.P. y sus opositores desataron, un valor que no es menor y ante el cual resulta difícil no reconocer, me refiero a la consecuencia. Fue fiel a sus ideales de toda la vida, no se dio vueltas en el aire, como hoy muchos políticos lo hacen, mantuvo una línea coherente y una preocupación, que no se puede desconocer, en la cosa social. Aprovechó todos los resquicios que la democracia permitía para provocar cambios, como la reforma agraria profunda donde el Estado mantenía la propiedad de la tierra. Estatizó el cobre explotado por décadas por compañías norteamericanas, mérito indiscutible. Pero fracasó cuando quiso imponer la ENU, en la educación.

Probablemente los más leales con Allende, fueron los comunistas, quienes advirtieron el peligro que representaba, con una base política de 30% del electorado, hacer una política de cambios extremadamente beligerante, donde el centro político se unió a la derecha tradicional, para levantar una férrea oposición a su gobierno.

Aquellos que querían hacer cambios, apoyados en la fuerza de una revolución armada, al estilo cubano, fueron motores del fracaso de cualquier entendimiento político. Cada cual se atrincheró, con razón o sin ella, en su propia forma de pensar, sin dialogo posible.

Finalmente Allende, consecuente con sus principios, cumplió su palabra y se quitó la vida. Quienes se congregaron frente a su estatua en la plaza de la constitución, siguen discutiendo los méritos propios, o los derechos obtenidos, para declararse herederos de su legado, volviendo a reeditar las viejas disputas. Algunas de esas personas no tuvieron, ni el valor, ni la consecuencia del homenajeado ex Presidente.