20.3.08

¡Por fin es Semana Santa!


El titular del presente artículo no es peyorativo, por el contrario, es una exclamación de alivio y casi de súplica, ante el advenimiento de algunos días que, junto con centrarnos en el acontecimiento redentor más importante del mundo cristiano, puedan contribuir a que los espíritus de la clase política se tranquilicen, ante un lenguaje cada vez más violento y descalificador.

Los que comparten la misma doctrina religiosa, que en cada misa se dan el saludo de la paz, se desprestigian, los unos a los otros, en los encuentros termales que hemos tenido la pasada semana.

No es solo eso la política deriva en bombazos de aquellos que no tienen argumentos, no poseen ideología, y que son incapaces de aportar ideas renovadoras que vayan más allá de la violencia, los anuncios de colocación de explosivos y las amenazas de protestas violentas , que se sabe siempre culminan con una secuela de muertes.

Las amenazas de los terroristas de la política, se nutren de la otra, aquella que milita en los partidos, en el congreso nacional, en los municipios, en definitiva en la institucionalidad democrática. Pareciera que no somos capaces de entendernos. La verdad es única y absoluta, siempre que sea la que particularmente aceptamos.

Con ocasión del “domingo de ramos”, el Cardenal hizo un llamado a moderar el lenguaje y las críticas excesivas. Todos adhirieron a las palabras del alto dignatario de de la Iglesia Católica chilena. ¿Cuánto duraron las buenas intenciones?, con suerte, las primera 24 horas, contando la noche en que me imagino los políticos duermen.

Estos días en que muchos de los protagonistas de “la cosa pública” irán a golpearse el pecho a Iglesias y Templos, me imagino meditaran, según sus creencias, la razón por la que Jesús fue crucificado, traicionado y negado por algunos de sus seguidores. Desde la Cruz, señalan los evangelios, exclamó “perdónales padre porque no saben lo que hacen”. Esa expresión que haga meditar a quienes envenenan las almas con sus odios partidistas, con sus verdades únicas, con sus dogmas ideológicos, sin buscar los acuerdos que la ciudadanía tantas veces ha pedido.

Las encuestas han sido más que claras, la política está desprestigiada, y no se ve esfuerzo alguno por recomponer esa imagen que, de paso, coloca en el mismo saco a parlamentarios y dirigentes que, obviamente, son la excepción a la regla.

Las monedas que Judas recibió para delatar a Cristo, tienen su equivalencia con el dinero mal habido, mal pagado, mal controlado que se va a bolsillos de los inescrupulosos, de los que reciben sueldos por trabajos que no hacen, o de los que recibiendo remuneraciones o sobresueldos, obtienen que se les libere del pago del impuesto que todos los chilenos debemos cancelat.

En esta semana Santa, en que la política se acusa el uno al otro, en esta semana, donde varios corren a la Contraloría General de la República, clamando inocencia y entregando llaves para que el contralor investigue lo que desee, bueno sería meditar sobre la hipocresía, el engaño y el pecado de omisión.


Nos disculpamos diciendo “Chile no es corrupto”, por cierto no lo es. Pero exclamarlo así, reiteradamente, no exculpa a quienes se aprovechan del poder obtenido, para esquilmar la caja fiscal.

Recuerden tan solo la grita inmensa de por que se aceptaban los senadores vitalicios y designados. No era democrático decían unos, no corresponde a la institucionalidad de una república agregaban otros. Eliminada esa institución, ¿que hicieron los senadores?, con gran presteza se repartieron las dietas sobrantes, solo dos senadores de la república las rechazaron.

Por ello cuando todos los días nos enteramos, como dicen los españoles con tanta gracia, de un nuevo “culebrón”, al llegar la Semana Santa, expresamos nuestros deseos sinceros que todos, sin exclusiones, creyentes o no creyentes, no solo pensemos en el pescado a la plancha, frito, el caldillo de mariscos o el curanto, y dejemos algunos momentos para meditar cual es el verdadero significado de la fecha.

Para los que somos creyentes, hemos sido sujetos de redención y alguien tomó con su sangre los pecados de la humanidad. Pero el sacrificio de Cristo era también un llamado a las conciencias de los pueblos y de sus dirigentes de todos los siglos.

Ojala, la política, tan mal encaminada y peor enjuiciada, al golpearse el pecho según sus creencias en esta semana, nos devuelva un país más reconciliado.