16.9.06

La politica de 1810

La política en 1810
El país ya tiene suficientes problemas con la política en Septiembre. El 11 con todas sus consecuencias, incluyendo los anarquistas que lanzaron una bomba molotov contra La Moneda, las polémicas por la pildora del día después, las declaraciones de Joaquín Lavín, las replicas de la senadora Matthei, los desencuentros en el PPD por la votación en Naciones Unidas para el Consejo de Seguridad, las huelgas de los profesores, de la Fenats, de la Fenprus y la que se anuncia por parte de Asemuch, los jueces que dejan en libertad a los criminales, todo ello ha puesto un acento amargo que, en estas fechas, no vale la pena volver a comentar.
Por ello lo mejor, es escribir sobre el acto político más importante de nuestra historia republicana cuando un grupo selecto de vecinos, bajo la excusa de "guardar el reino de Chile para su majestad Fernando VII", preso de Napoleón Bonaparte, acordaron formar una junta de Gobierno.
En la madrugada del martes 18 de septiembre de 1810 se registraba en Santiago un inusitado movimiento militar. Tropas y milicianos tomaban estratégicas posiciones en la capital del país, preludio de un acontecimiento extraordinario.
Los patriotas, contaban con mayoría en la ciudad y con la adhesión de los altos mandos militares así como del propio "Conde de la Conquista", don Mateo de Toro y Zambrano, que frisaba ya los ochenta años. El desplazamiento de las tropas armadas obedecía, más que nada, a una necesidad de mostrar la decisión para efectuar un acto de Independencia al cual, el partido español, se oponía abiertamente.

Faltando pocos minutos para las nueve de la mañana, 350 personas se encontraban en el, "tribunal del consulado", inaugurado solo tres años antes, cien menos que las que oficialmente se habían invitado.
Jefes de las diversas corporaciones, prelados de distintas órdenes religiosas y muchos de los vecinos más importantes de Santiago. No asistió el regente de la Real Audiencia, lo que señalaba claramente la oposición y protesta del alto tribunal a todo lo que se acordase en la asamblea.
No se había permitido la entrada a ningún hombre menor de veinticinco años. La mayoría de los presentes eran de avanzada edad y representaban a casi todas las familias de la aristocracia colonial.
El resto de la historia es conocida. Luego de leerse la proclama del Conde de la Conquista por parte de su secretario Argomedo, habló José Miguel Infante "Señores Europeos, estad firmemente persuadidos de que hombres inicuos han sido los que han procurado sembrar discordias con el fin de haceros oponer al justo designio de los patricios. El animo noble y generoso de estos no propende a otra cosa que ha mantener una unión recíproca. Esto exigen los estrechos vínculos que nos unen, y así espero que conspiraréis de consuno al bien de la Patria, uniformando vuestras ideas para el logro del importante y justo objeto sobre que van todos a deliberar."
José Miguel Infante fue proponiendo, uno en pos de otro, los nombres de los integrantes de la junta: don Mateo de Toro y Zambrano, para presidente; el obispo electo de Santiago don José Antonio Martínez de Aldunate, para vicepresidente; don Fernando Marquez de la Plata; el doctor don Juan Martines de Rozas y don Ignacio de la Carrera, para vocales. Las designaciones fueron ratificadas con grandes aclamaciones.
Cuando parecía que la asamblea llegaba a su término, uno de los concurrentes, el abogado don Carlos Correa, señalando el deseo de otros participantes en el acto, solicitó que se agregaran dos integrantes más a la junta gubernativa. Aceptada la petición, se propuso una votación con cédula secreta en la cual debía inscribirse un solo nombre. Practicado el escrutinio, en medio de una gran animación de los asistentes a la asamblea, fueron aclamados con prolongados aplausos como integrantes de la nueva junta, el Coronel Francisco Javier de Reina con 99 votos y don Juan Enrique Rosales con 89 votos.
Esta fue la primera votación secreta, libre y soberana, que registra la historia política de la naciente república. Al día siguiente, 19 de Septiembre, a punta de mosquete, los integrantes de la Real Audiencia debieron ratificar las designaciones. Ese mismo día se enviaron, a galope, emisarios a Coquimbo y Concepción portando la noticia.
Así en nuestra Región los acontecimientos de Santiago se conocieron el día 20. Para muchos esa noticia dio origen a grandes celebraciones que hoy se manifiestan en la tradicional "pampilla".

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