25.6.06

¿QUIÉN ESCUCHA A LA GENTE?


En comunicaciones aprendemos que el primer acto “comunicativo” es el silencio.

La mejor manera de entendernos es escuchando. Antes de emitir una opinión, de lanzar un frase o desarrollar una idea hay que escuchar.

No es la práctica común, especialmente en nuestro país, dado que todos queremos hacer oír nuestra voz y prevalecer sobre los demás.

Cuando no se escucha es imposible valorar y entender visiones distintas a las que manejamos, como parte de nuestra cultura, formación e ideología.

De allí la pregunta ¿quién escucha a la gente?¿Quién interpreta las auténticas aspiraciones de una nación, sus inquietudes y temores? Según los usos y costumbres es el gobierno, los parlamentarios, las organizaciones sociales, políticas y, obviamente, el periodismo en todas sus formas de expresión.

Pero algo pasa en nuestro país que hoy da la impresión que todos hablan y que nadie escucha.

Cuando los estudiantes reclamaron por una mejor educación y transformaciones reales, el gobierno no escuchó, la clase política, de todos los sectores, tampoco, hasta que estalló el conflicto que mantuvo entrampadas a las autoridades por varias semanas.

Hay otros temas que están en la agenda, el alto precio de los combustibles. Se dice que la rebaja de los impuestos solo favorece a los más ricos, a los más pobres se les entrega un subsidio de $18.000, para que afronten el alza de la locomoción colectiva, de la parafina, o del gas licuado.

El debate está en los altos impuestos que gravan en Chile a los combustibles. Pero la excusa es que el petróleo sube de precio constantemente, sin que se explique que el precio de venta del productor es la base sobre la cual se calcula el impuesto, ese mismo tributo también contribuye a un alza mejorando la recaudación tributaria del fisco.

Algunos parlamentarios, de gobierno y oposición, están en desacuerdo en mantener un impuesto inflexible, cuya principal justificación fue recaudar fondos para mejorar calles y carreteras, “No estoy de acuerdo con la Presidenta, la gran perjudicada es la clase media” decía el diputado Patricio Walker, refiriéndose a los impuestos específicos.

Hoy pagamos por el uso de las principales autopistas, y nuestras calles están llenas de hoyos, algunas de tierra y otras pavimentadas solo en la mitad de la acera.

¿Quién escucha a la gente? cuando es asaltada, no solo en la calle, si no que en el interior de sus propios hogares. Estadísticas entregadas por dos senadores, al ministro del interior indican que en la capital se comete un delito cada cinco minutos.

Hay tareas que se están haciendo, como la creación del Ministerio de Seguridad Pública,
pero transformaciones legales que eviten las puertas giratorias de los tribunales no se ven en el futuro inmediato, pese al clamor de las víctimas, robadas, violadas o asesinadas, cada día. Y el periodismo también encuentra sus propias dificultades, afortunadamente no en los niveles regionales, donde las autoridades mantienen una cercanía con la prensa, pero en Santiago los ministros hablan poco. Las vocerías están restringidas, en una suerte de secretismo que hace mal ya que aumenta las especulaciones.

The Economíst , en su edición de la semana que termina , en un artículo titulado “Testing times for Michelle Bachelet”, reproduce la opinión de Sergio Bitar, Presidente del PPD “Todos están inhibidos. Necesita – la presidenta – trazar un curso más claro y delegar más poder”.

¿Quién escucha a la gente? cuando nuestros parlamentarios, con algunas excepciones, viajan por el mundo de manera constante y saben más de otros países que de las propias regiones que representan. ¿Quién escucha a la clase media? que paga el IVA, el litro de gasolina que pone en su vehículo, que maneja y vive de un taxi colectivo, que manda a sus hijos al mejor colegio que puede pagar, o a una Universidad, viviendo las angustias de administrar pasivos, todos los meses.

Es una pregunta crucial en estos días, en que los ciudadanos, alentados por estudiantes no mayores de diecisiete años, se dan cuenta que cuando nadie escucha, ni les representa, lo mejor es levantar su propia voz.

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