17.6.06

El día después


Ha terminado el movimiento estudiantil secundario, importante en cuanto a su generación, trascendente en cuanto a sus resultados, y notablemente serio en sus contenidos, que llevaron al gobierno, a la clases política, y a la sociedad toda, a meditar que el tema educacional necesitaba de una atención mayor y, ojalá, de una política de estado que trascienda los ideologismos, y se vincule con las necesidades y competencias del desarrollo interno y externo del país.

Podemos discrepar en cuanto a si el conflicto se alargó más de lo necesario, en lo personal pienso que si finaliza una semana antes, los estudiantes secundarios se habrían llevado, como dicen los aficionados a la tauromaquia, oreja y rabo. Una semana de alargue, significaron desordenes, destrucción, robos, nuevos daños y finalmente serias discrepancias entre los voceros y/o dirigentes del movimiento.

Sin embargo fueron jóvenes, no mayores de 17 años, lo que pusieron a toda la sociedad chilena a discutir el tema educacional.

Quedaron al descubierto las enormes diferencias entre la educación y la infraestructura que ofrece y entrega el estado, con aquellas que tienen establecimientos privados, e incluso particulares con subvención estatal.

Queda claro el desfinanciamiento que enfrenta la educación municipalizada y la precariedad de liceos y colegios en cuanto a sus edificios y estructuras.

La educación constituye una constante sangría para las arcas municipales, con deudas que aún no se pueden cancelar a sus cuerpos docentes, y con traspasos constantes de recursos, de los ingresos propios de cada municipio, para suplir los déficit que son una constante por el bajo financiamiento que se recibe desde el ministerio de educación.

Hay problemas de legislación que corregir, de financiamiento y de la aplicación de mallas curriculares acordes con los desafíos, de un país y un mundo, que están obligados a avanzar a gran velocidad, para enfrentar la competencia de otras naciones, el desarrollo tecnológico y la capacidad de innovación.

Nos encontramos enfrentados a un problema de fondo, que no se soluciona con bonitos discursos o con diagnósticos apresurados. Obtener resultados y hacer una reforma, que ya hemos tenidos varias en estas últimas décadas, en la educación, requiere de tiempo y de mucha seriedad.

El lenguaje panfletario, sin contenido, y lanzado irresponsablemente para arengar a las masas, no nos sacará del marasmo en que la educación se encuentra. Es un tema serio donde los educadores, con el más alto nivel de preparación, pueden ayudar generando ideas innovadoras.

Debe existir, a mi juicio, un sentido claro de equidad, en cuanto a acceder a una educación de calidad, como ya se ha señalado, garantizado constitucionalmente, pero que no sean solo escritos en un texto legal si no que se transformen en acciones prácticas.

Los estudiantes de los Liceos y Escuelas municipales, no pueden seguir asistiendo a clases, en muchos casos, en barracones, con servicios higiénicos insalubres, patios de tierra, mobiliario deficiente, vidrios rotos y salas que se llueven.

La educación que reciban debe ser del más alto nivel, con los mejores educadores posibles, con un financiamiento integral, que no requiera de seguir viviendo a costa de los fondos, que los Alcaldes y los Concejos municipales deben traspasar constantemente.

Es una educación donde se debe invertir en el recurso humano, en el perfeccionamiento docente permanente, con buenas bibliotecas y laboratorios.

Con una gestión y supervisión de calidad en todos los niveles, públicos y privados. Donde no se construyan edificios, con dinero fiscal, que a los dos años se deben demoler por deficiencias estructurales.

Esperemos que al finalizar el conflicto, que en sus razones, perfectas e imperfectas, ha remecido las conciencias, no sea el momento de buscar culpables o de apuntar con el dedo a nadie, pero sí el de pensar con generosidad qué haremos el día después.

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