17.12.12

Acreditando a los acreditadores

Es un festival de hipocresías el rasgamiento de vestiduras académicas que hace, nuevamente la clase política, desde el P.C. en la extrema izquierda cuando fundó la universidad ARCIS, hasta destacados aliancistas.
El más destacado vecino del C.N.A. Luis Eugenio Díaz, fue nombrado en el último gobierno de la Concertación por su carné político más que por su solvencia académica o pergaminos éticos.
Cargando todos los dados al ex ministro Ribera, desde la Concertación pretenden esconder una responsabilidad de 20 años en que las universidades, buenas y malas, crecieron sin  parar. Algunos como el ex Presidente Lagos, se lava las manos, lo hace con frecuencia aduciendo que no tenía mayoría parlamentaria o que el sistema binominal le impedía hacer reformas.
Digamos la verdad, el lucro en la educación nunca fue cuestionado, no existe proyecto alguno en los gobiernos de la Concertación que se hubiera presentado para reformar profundamente la educación Universitaria en cuanto a su financiamiento. En el Gobierno de Ricardo Lagos,  pese a que los créditos se pagaban con  una tasa de 6%, nada se hizo por bajarla, incluyendo al propio Banco del Estado.
El cuestionado ex Presidente del C.N.A. Luis Eugenio Díaz, en su época de clandestinidad utilizó el nombre de “Ignacio Cienfuegos”. Junto a su compañero de partido Sergio Bitar,  a Jorge Arrate, Lagos,  Aylwin,  Schiefelbein, Zilic, Provoste, y otras  personalidades que pasaron por el Ministerio o gobiernos de la Concertación, no les importó ni el lucro ni la calidad.
La hipocresía prima en la política, nadie se salva, todos utilizan los mismos códigos. Con tanta investigación veremos que en el tema de las acreditaciones truchas, hay militancia compartida y, más aún, desviaciones de dineros educacionales a fines de propaganda partidaria.
La discusión debe centrarse no tanto en el lucro, como en el aprovechamiento malicioso de la necesidad de miles de chilenos de educarse, como es el caso de algunas Universidades, como La República, que estafó a alumnos y profesores y aún sigue vigente, por lo menos en Santiago.
Cuando operadores políticos de diferentes signos se entremezclan para ganar dinero, con cargo a la educación casi parece una apocalíptica  profecía, entre los Mayas y Nostradamus.
A lo mejor el acabo de mundo empezó ya.