27.7.12

La hora de la verdad



En medio de los ajustes de última hora, se cumplirá el plazo de inscripción de las candidaturas a las próximas elecciones municipales.

La clase política esta cuidadosa en sus pronósticos, moderada en las declaraciones. Lo que viene es un misterio que decidirá el futuro político de nuestro país para las parlamentarias y presidenciales.

En política nunca se pierde y siempre se tendrán explicaciones para los resultados electorales, pero en esta oportunidad hay factores que harán la diferencia, uno de ellos el número de electores inscritos de manera automática, otro la posibilidad voluntaria de votar o no hacerlo.

Hay otros elementos que tienen nerviosa a la clase política chilena, ¿cómo reaccionará un electorado que ahora tiene mayor conciencia que no necesita recurrir a la militancia partidaria y a la democracia representativa? Ahora basta salir a la calle, interrumpir el tránsito, levantar una barricada, subirse a lo alto de algún edificio, convocar a la prensa con algún escándalo público, para que los políticos, casi inalcanzables en el pasado, corran presurosos para adherir a estas presiones de los autodenominados movimientos ciudadanos.

La gente está cansada de los privilegios que otorga el uso y abuso del poder, como lo está haciendo el senador Alejandro Navarro, quien se accidenta mientras se divierte en una moto de nieve y pretende, que los gastos que ha ocasionado su irresponsable conducta de conductor novato, sean asumidos como un accidente del trabajo, aduciendo que se dirigía a una reunión con ciudadanos que ni siquiera son parte de su circunscripción electoral. Los privilegios, de los que se usa y se abusa, han terminado por hundir en el desprestigio a quienes deben tener una conducta ética irreprochable.

Un senador señala que es bueno consumir marihuana y que ello se debe legalizar, está dispuesto a presentar un proyecto al respecto, ¿No es eso tener conflictos de intereses?

Las actitudes egoístas de presionar más por las reformas políticas, que favorecen a una minoría, que las reformas que favorecen a los ciudadanos, pueden provocar una reacción de abstenerse de seguirles el juego y sencillamente demostrar que la democracia de la calle es más efectiva que la democracia de las urnas.