7.10.11

¡Señor, dame tu fortaleza!

Durante casi dos décadas se transmitió en la radio un programa que se llamaba “La familia chilena”, escrito por un extraordinario libretista, Gustavo Campaña. Los que frisan más de sesenta años se acordaran que, cada capítulo que narraba las vivencias de una familia típica de clase media, finalizaba con una frase del dueño de casa que exclamaba; ¡Señor, dame tu fortaleza!

Chile vive un clima complicado, con una clase política que, definitivamente, no encuentra el rumbo y comete torpeza tras torpeza ante la desesperación de verse definitivamente abandonada por la ciudadanía.
Parlamentarios que no sienten ningún respeto por los símbolos patrios, utilizan el Congreso Nacional, para pintarrajeando la bandera de Chile, que merece respeto y veneración porque representa a la patria, escriben sobre ella consignas y la exhiben desde lo alto del parlamento.
Insolentes y desesperados, payasos, que solo buscan figuración a ver si así recuperan algo de la credibilidad perdida. Pordioseros de votos que tratan de alguna manera de hacerse notar.
Si miramos el panorama político chileno vemos tal cúmulo de desorden, discrepancias, mentiras, engaños, tratando de torcer la verdad para construir atmósferas artificiales que hagan difícil la tarea de gobernar.
Han perdido credibilidad y las encuestas lo señalan claramente. Valdría la pena pedirles que recordaran al inmortal don Miguel de Cervantes, pero sería mucho pedir a la inteligencia emocional de esos profanadores de la bandera nacional, a los urdidores de toda clases de contubernios, firmadores de certificados para permitir que falsos exonerados defraudaran al fisco y por ende a todos los chilenos, que siquiera hubieran leído lo que una día escribió el autor de don Quijote de la Mancha: “Jamás la falsedad vino cubierta tanto con la verdad, que no mostrase, algún pequeño indicio, alguna puerta por donde su maldad se investigase.”
Basta que se haga alguna afirmación, se emita una opinión, para que la ignorancia asome pidiendo la renuncia de algún ministro, o una comisión investigadora, una manifestación “aupada” por quienes, fruto de la falta de un conocimiento mínimo de lo que se dice, forman el corro que la política ignorante precipita a cada momento.
Le ocurrió esta semana a la Ministra del Trabajo, Evelyn Matthei, quien emitió una opinión refiriéndose al aborto terapéutico, dijo que a veces falla la fecundación y que en vez de dos pares de cromosomas se producen tres, lo que técnicamente no era un ser humano.
De inmediato un grupo de diputados DC, interpretaron los dichos de la ministra como que se estaba refiriendo a los niños que nacen con el síndrome de Down. La ignorancia, el deseo solo de descalificarla, de pedirle que renunciara, demuestra el tipo de algunos personajes que son parte del congreso nacional.
Cuando se habla de tres cromosomas y no de dos, se refiere a la “triplodía” que causa abortos espontáneos, o malformaciones múltiples que en caso de dar a luz tienen una muy corta vida. No se conocen casos de sobrevida en gestaciones en que interviene este tipo de desordenes de tres cromosomas. Esa situación descrita por la Ministra nada tiene que ver con el síndrome de Down.
Llevados por la falta de conocimiento y siguiendo la lógica de la inquisición, solo les faltó pedir, para la ministra, la hoguera.
Vivimos la época del oscurantismo político, donde todo vale con tal de causar escándalo, polémica y divisiones.
Estos diputados, encabezados incluso por un senador de la República, ¿pedirán disculpas?, ¿sentirán vergüenza por sus aseveraciones erradas?, no creo que lo hagan.
La desesperación cuando no se puede encontrar el camino correcto que les permita presentarse erguidos en una carrera presidencial y los desafíos electorales futuros, les hace tener un comportamiento agresivo y mentiroso.
En definitiva la última encuesta conocida, nos mostró que la política cae en picada frente a la opinión pública. Que los desordenes en las calles comienzan a jugar en contra del movimiento estudiantil.
Por ello, la mayoría silenciosa que votará en la elecciones que se avecinan, buscará en los independientes, en aquellos no contaminados políticamente, a sus verdaderos representantes.
Como escribió en una oportunidad Abraham Lincoln: “Puedes engañar algunas personas siempre, y puedes engañar a todas las personas a veces, pero no puedes engañar a todas las personas siempre”