3.9.11

Ingenio y confusión

Recibo un mail que dice: “¡Hola! Soy de Chile donde las gaviotas son un premio, los perros venden gas, los patos venden créditos, los pingüinos pelean con guanacos y zorrillos, los superhéroes lavan la loza, llueve en verano, donde un sismo grado 7 se llama "temblor", donde Facebook y Twitter están más actualizados que la Onemi, el presidente del colegio de profesores no enseña, el de la CUT no trabaja y la vocera de los estudiantes no estudia...”
Desde las redes sociales fluyen el ingenio y la confusión.


Somos un país que puede, legítimamente, enorgullecerse del desarrollo que ha tenido en estas últimas décadas, pero aún así no estamos conformes. Los políticos no han podido sintonizar con los variados sentimientos de la gente y los ciudadanos más jóvenes, que heredarán la patria, piden cosas que son imposibles de lograr en su totalidad.
Algunos de ellos invaden la oficina del Ministro de Educación, rompiendo cristales y golpeando a los funcionarios justifican su acción cuando uno de sus voceros señala: “ Sépanlo bien, hoy día estamos acá más que por cualquier demanda, para que sientan miedo y sepan los que el pueblo organizado puede”.
La ciudadanía podrá sentir miedo de este tipo de dirigentes que, en su confusión argumental, solo hacen presente su espíritu de violencia. El uso de una mínima inteligencia, el raciono que hace trabajar las neuronas, no es una de sus cualidades.
Ese tipo de dirigentes, que actúan bajo la capucha como los cobardes, sin dar la cara, son los que hacen que un movimiento estudiantil pierda la frescura de las nuevas ideas.
Hay confusión, cuando el Presidente de la Cut culpa a los profesores de filosofía de la violencia estudiantil. Injusta apreciación, ¿por qué no, a los de ciencia, matemáticas o física, según tan peculiar enfoque?
El diputado Espinoza, profesor y compañero de partido del dirigente Martínez, le acusa que la buena mesa, el exceso de caviar y de langosta, le ha jugado una mala pasada.
La Presidenta de la FECH, Camila Vallejo marcha, ahora, en Brasil junto a sus compañeros del PC que dirigen la UNE (Unión nacional de estudiantes) de esa nación puño en alto. Allí declara: “La militancia es algo que va mucho más allá de mi tiempo en la universidad, es un compromiso de por vida”. Para Vallejo, el muro de Berlín aún no ha caído.
En este marasmo de frases, amenazas, diálogos que más huelen a enfrentamiento que a negociación y acuerdos, la mayoría de los chilenos asumen el papel de espectadores. Circo romano en las calles de las principales ciudades de nuestro país.
Aquí en Santiago, leo las declaraciones de Andrés Oppenheimer, analista internacional de aspectos educacionales, autor del libro “Basta de historias”, dedicado al tema de la enseñanza.
Él nos habla de cosas que muchos ignoran en medio de tanta crítica y desinformación: “En el último test internacional PISA de estudiantes de 15 años, en matemáticas, ciencia y comprensión de textos, Chile obtuvo el primer lugar en Latinoamérica, delante de México, Brasil y Argentina”
El número de estudiantes universitarios, 200.000 hace dos décadas, casi llega a un millón en la actualidad. Nos recuerda que el 70% de los jóvenes que hoy acceden a la universidad, son hijos de personas que nunca tuvieron esa oportunidad.
Lo que ha faltado es planificación. No descuidar la calidad y, por sobre todo, asegurarse un financiamiento justo para jóvenes que provienen de hogares que no tienen los mismos recursos que el 4%, que en la década del 70, tenía la oportunidad de lograr un título universitario.
Hay ejemplos que se pueden imitar, como Australia, donde el préstamo universitario se paga cuando se empieza a trabajar y está basado en un porcentaje del sueldo que se recibe, no en una cuota fija castigada por intereses leoninos.
Como se puede ver, nuestros estudiantes no son tan malos, tampoco la mayoría de los profesores, pero se sale a las calles a pedir lo imposible y a no ceder nada.
Los estudiantes no deben salir a las calles para atemorizar y causar miedo como decía uno de los Neandertales, que asaltó la oficina del ministro de educación.
Por cierto, aclaremos, los profesores de filosofía, son inocentes.