9.9.11

La opinión pública.

Acerca del liderazgo, echo de menos en el mundo actual esos líderes que hacían lo que se debe hacer y decían lo que se debe decir, sin esperar resultados inmediatos en las encuestas. Me refiero a los que marcan el camino, no los que siguen las masas.
Felipe Cubillos (Q.E.P.D)



La opinión pública, que en el pasado se podía medir por los resultados electorales, por las cartas al director en los medios de comunicación y por las manifestaciones que se desarrollaban en calles y plazas de la ciudad, ha sido reemplazada por las redes sociales, las encuestas mensuales, por lo menos tres de diferentes empresas, que se dice van conformando un panorama de lo que piensa o quiere la gente.
Yo había escrito para este domingo un artículo diferente, un homenaje a quienes murieron en Juan Fernández, preguntándome el significado de su muerte y la herencia de servicio que como ejemplo, todos, los 21 nos legaron frente a un país que parece odiarse mutuamente.
Todos, hoy parecen ser jueces y acusadores.
Mi artículo dominical quedó listó el miércoles pero, convertido en 4.200 caracteres, se me olvidó en el disco duro de mi computador. Escribo, ahora, desde España, en la madrugada del sábado, con un “ Jet lag” de cinco horas. Son las tres de la mañana del sábado, pero mi cuerpo me dice, y lo hará por dos días como mínimo, que son las 10 de la noche del viernes.
Desvelado, decido que es mejor que cumpla con escribir, hasta que mi reloj biológico se ajuste.
A poco de llegar a Madrid, fui caminando hasta la “Puerta del Sol”. En las rejas que rodean la estatua ecuestre de don Carlos III de Borbón, cuelgan aún los carteles que los “indignados”, mantuvieron en ese emblemático sector madrileño donde por algunas semanas acamparon.
Nada diferente de Chile. Se leen proclamas sobre el medio ambiente, la situación económica y la calidad de la educación. No se protesta por el lucro, lo tienen claro, la buena educación cuesta dinero y el Estado gratuito no puede cubrir a todos. Por lo demás, el pragmatismo europeo, las guerras y las crisis les han enseñado que el que tiene más puede pagar su educación, sin cargarle la mano al fisco.
Los indignados le reclaman al gobierno socialista del PSOE, porque, para jubilar, deberán trabajar hasta los 65 años. El sistema de la seguridad social está en crisis en toda Europa.
En Chile, vamos por el peligroso camino de acercarnos a un populismo, donde el liderazgo, de los que gobiernan o legislan, se pierde en la urgencia de interpretar a la opinión pública de las encuestas, donde 1500 o 1800 personas, nos han convencidos los expertos en estadísticas, son representativos de 17 millones.
Caundo marchan 100 mil en Santiago, donde viven cinco millones, se considera mayoría.
Donde las redes sociales se llenan de “opinólogos”, que no dan la cara, escondidos en el anonimato veleidoso de una supuesta opinión pública, pueden virar la brújula de proyectos e iniciativas en las más distintas y caóticas direcciones.
Esa misma gente que pifió en una entrega de premios, este año, a Felipe Camiroaga, hoy se inclina frente a su muerte.
Los 21 de Juan Fernández, subieron a un avión de nuestra Fuerza Área, que hoy la opinión pública, tantas veces auxiliada en emergencias por ella, la condena. Esas 21 almas lo hicieron en un acto solidario, que de no ocurrir la tragedia, no se habría valorado y menos aún, las historias personales y su calidad humana,
Los que una noche pifiaron, solo por supuestos, en un teatro de Santiago a Felipe Camiroaga, hoy lloran, hipócritamente, su muerte.
Hagan el ejercicio de leer a los “escritores” de redes sociales, las diatribas emitidas en esa oportunidad y las descalificaciones que escribieron. Oportunistas, nada más que eso son.
Como lo escribió Felipe Cubillos, los liderazgos se muestran conduciendo, no dejándose llevar por una supuesta opinión pública que nadie puede garantizar que representa el verdadero sentir ciudadano.
Si no que alguien explique como la Concertación pierde una elección, con una Presidenta que obtiene las más altas valoraciones el cierre de su mandato, pese a una revolución “pingüina” y un desastroso Transantiago.