17.9.10

Chile entre dos centenarios

El Chile del bicentenario me sorprende, en la mina San José, escribiendo desde un lugar donde, por circunstancias del destino, podemos apreciar, bajo la perspectiva del rescate más inédito en la historia de la minería mundial, el valor e ingenio cuando vamos tras un objetivo común.

Miro el cerro de las banderas, 32 chilenas y una boliviana, y pienso que estos 200 años quedaran marcados por lo mejor de la Patria, la auténtica solidaridad. No reconoce banderías políticas ni oportunismos. Ese es el Chile que nos gusta.

En la madrugada del martes 18 de septiembre de 1810 se registraba en Santiago un inusitado movimiento militar. Tropas y milicianos tomaban estratégicas posiciones en la capital del país, preludio de un acontecimiento extraordinario.
Aunque con una mayoría de descendientes de España y muchos criollos, nacía el primer intento de tener un gobierno que se despegara del Virreinato del Perú y obviamente de la corona de Fernando VII cautivo de los hermanos Napoleón.
Los patriotas, contaban con mayoría en la ciudad y con la adhesión de los altos mando militares así como del propio “Conde de la Conquista”, don Mateo de Toro y Zambrano, frisaba ya los ochenta años. El desplazamiento de las tropas obedecía, más que nada, a una necesidad de mostrar la decisión para efectuar un acto de independencia al cual, el partido español, se oponía abiertamente. Otra razón era evitar los desordenes, que los partidarios, podrían provocar después de reconocida la primera junta de gobierno.
La asamblea citada para ese día, debía celebrarse en la sede del cabildo de Santiago, pero dado lo estrecho del lugar se optó por hacerla en el edificio destinado al “tribunal del consulado”, inaugurado solo tres años antes.
Faltando pocos minutos para las nueve de la mañana, 350 personas se encontraban en el recinto, cien menos que las que oficialmente se habían invitado.
No era Chile un país consolidado, con límites sólidos, fronteras que indicaran con claridad la soberanía territorial. Todo era del Rey y la consolidar la Patria en 200 años tendríamos largas y desgastadoras guerras. Cumplido el Bicentenario aún tenemos límites que aclarar.
Se encontraban allí los jefes de las diversas corporaciones, los prelados de las distintas órdenes religiosas y muchos de los vecinos más importantes de Santiago. No se encontraba presente el regente de la Real Audiencia, lo que señalaba claramente la oposición y protesta del alto tribunal a todo lo que se acordase en la asamblea convocada.

No se había permitido la entrada a ningún hombre menor de veinticinco años. La mayoría de los presentes eran de avanzada edad y representaban a casi todas las familias de la aristocracia colonial.
Unos momentos después de las nueve de la mañana hace su ingreso el Conde de la Conquista, precedido por el cabildo y acompañado por su secretario y un asesor. Todos toman asiento en los sillones del estrado en medio del respetuoso silencio de la concurrencia.
Poniéndose de pie, se dirigió a los asistentes con estas únicas palabras “Aquí está el bastón; disponed de el y del mando”.
No todo fue fácil. El 18 de Septiembre ningún representante del tribunal supremo, o Real Audiencia, se hizo presente en la asamblea. Pese a los reclamos del pueblo que exigía que los oidores comparecieran a prestar juramento, y dado lo avanzado de la hora se acordó citarlos para el día miércoles 19 de septiembre a las 12 del día a cumplir con ese gesto solemne.
La Real Audiencia se empeñó en no cumplir con esa obligación. Exigieron que previamente se les enviara copia del acta de constitución de la Junta de Gobierno. Esta se negó, en términos claros y perentorios enviando una nota escrita al alto tribunal que en una de sus partes decía: “Concurriendo V.S. a este palacio, en la hora, que se tiene prefijada, se leerá previamente el acta de la instalación de la junta provisional gubernativa, para que, impuesto de su contenido, le preste, V.S. su reconocimiento”.
El 19 de Septiembre a punta de pistola los “oidores” debieron escuchar la voz de los ciudadanos y firmar el acta correspondiente.
No sería la última vez que Chile conocería del uso de la fuerza para consolidar fronteras, usos políticos y democracia moderna.
Aún con 200 años somos una nación joven con muchas imperfecciones e injusticias que corregir, pero aquí, en una mina donde tantas voluntades se aúnan junto a 33 mineros, está ese Chile hermano que, a veces, creemos ya no existe.