4.9.10

200 años y no maduramos

Hemos entrado al mes en el cual la patria celebra su primer bicentenario. Pronto 200 años nos distanciaran de la primera Junta de Gobierno.
En rigor no se trató de la Independencia de Chile. No fue el nacimiento de una nueva República, solo nos ajustamos a un acuerdo de resguardar el reino para el Rey Fernando VII prisionero de los franceses.

El acuerdo que el 18 de septiembre es el día de la independencia ya está aceptado aunque el acta de fundación de la República de Chile está fechada el 1° de enero de 1818 en la ciudad de Concepción.
Un acto histórico hizo que el jueves pasado las estatuas ecuestres de O’Higgins y Carrera se juntaran, mirando a la Moneda, sin embargo ambos nos traerán al recuerdo las disensiones existentes entre ambos patriotas.
Señalo lo anterior pensando que hemos heredado la genética de una discordia constante en lo político. Es imposible que pensemos igual o que tengamos visiones convergentes en cuanto se trata a la política, eso no es condenable, por el contrario hacer surgir nuevas ideas y enfoques.
Tenemos, sin embargo, la costumbre pequeña de evitar las razones para emplear, como el principal argumento, la descalificación y la ironía.
200 años y nuestra manera de hacer y entender la política no madura. La inconsecuencia preside la discusión diaria. Cada cual reclama la aplicación de derechos y forma de gobierno mientras apoya otras que están en las antípodas de lo que se le pide internamente a nuestra República, como es apoyar la dictadura castrista en Cuba o las Farc en Colombia.
La polémica del bicentenario, podría existir algún concurso al respecto, se radica en dos frentes, ¿sabía la concertación, o ignoraba, los planes para asesinar al senador Jaime Guzmán? ¿Vaciló la Presidenta Bachelet para ordenar que las FF.AA. salieran a controlar los robos que en vivo y en directo transmitía la televisión chilena, en las 48 horas siguientes al terremoto del 27 de febrero? Mañana lunes, conoceremos las conclusiones de la comisión investigadora destinada a establecer qué falló el 27 de febrero. Unos culpan al gobierno pasado y otros a las FF.AA.
No hay acuerdo, todos inocentes, cuando aquellos que predicaron la violencia, hoy esconden la mano para condenar el asesinato, en el ejercicio de su cargo, del único senador de la República en la historia de la nuestra nación bicentenaria.
Nos falta madurar. Nos falta reconocer nuestras debilidades y errores. Nos cuesta asumir que una nación, libre y soberana, se construye aprendiendo de los errores. Los personalismos que, en los inicios de nuestra vida independiente, fueron obstáculos para unirnos frente a un enemigo común, parecen ser parte integrante de la forma en que los actuales políticos pretender enfrentar el presente y construir un futuro.
Sin embargo algo bueno tenemos. Ante la desgracia nos unimos. En la catástrofe somos solidarios. Terremotos, inundaciones, volcanes enfurecidos nos unen. En la desgracia somos amigos, generosos, pero en la vida diaria nos andamos mirando el color que tenemos, la clase social donde nos ubicamos, de qué lado “pateamos” con la izquierda o con la derecha. Del centro nadie habla, porque es como un segundo nombre, todos lo tienen pero se usa para mitigar la fuerza del apellido. Hoy, o somos de centro derecha o de centro izquierda. Cuesta reconocer que se es de derecha o de izquierda. Hay una razón para negar la paternidad del apellido político, porque los extremos tienen un historial que los desprestigia.
En los 200 años de vida independiente hemos renegado y abrazado las más diversas causas, algunas de las cuales, legítimamente, deben avergonzarnos. Somos los que hacemos “mea culpa” pequeños, silenciosos y luego dejamos todo “al juicio de la historia”, como si fuera un ser independiente y justiciero. Gran engaño porque la historia se escribirá conforme sea el ideario de los que gobiernen.
Cuando observamos la política del siglo XXI, la diferencia está que nadie porta pelucas blancas ni zapatos con hebillas como en el siglo XIX.
Seguimos disfrazando la cosas como cuando al grito de ¡Junta queremos!, firmamos un documento garantizando la propiedad de nuestro territorio a S.M. Fernando VII de Borbón “El deseado”.
De eso casi 200 años.