11.1.08

El segundo tiempo


Como en un partido de fútbol, así está la política en Chile, Comienza el segundo tiempo. Las barras están bravas y algunas se han cambiado de equipo. La confusión reina en tribunas y galerías.

Cambio en los equipos, incluyendo el capitán. La entrenadora pide más juego colectivo, no le gustan las maromas en la cancha, ni los embelecos en camarines.

Entretanto la hinchada se aleja de los estadios que, alternativamente, ofrecen encuentros en Santiago y Valparaíso, incluso algunos amistosos, de desagravio, a quienes voluntariamente dejan la cancha.

No pretendo hacer con la política un sarcasmo, pero es mejor tomar con algo de humor un tema que se ha puesto, cada vez, menos serio. Me refiero a quienes como ciudadanos debemos concurrir a validar con nuestros votos a postulantes que, los partidos políticos, o sus cúpulas, nos presentan como futuros “servidores públicos”.

En 1988 el promedio de edad del electorado chileno inscrito era de 39 años. Para las elecciones que se avecinan será de 49 años (Diario Financiero 31 Diciembre). Los votantes envejecen y la juventud se niega a involucrarse en los asuntos políticos.

Quienes son nuestros “representantes” no se esfuerzan mucho para conquistar a un electorado joven que se resta a firmar los registros electorales. Las luchas intestinas, las disidencias, las renuncias, los enfrentamientos y las descalificaciones, podría emplear infinidad de adjetivos, son el nutriente de este desencanto.

En los últimos veinte años el padrón electoral “envejeció” diez años. La tendencia no se revierte si observamos los datos de inscripción en el período enero – octubre del año recién pasado. El 2007 se inscribieron en toda la Región Metropolitana, 4.469 jóvenes entre 18 y 19 años, si se compara con el año 2005 donde la cifra fue de 33.981, los resultados son más que preocupantes. Si tomamos en cuenta otras regiones, “grandes” en masa electoral, la situación se repite. Valparaíso, inscritos a la fecha 1.900 jóvenes, hace dos años los números marcaban 9.456 en el padrón electoral. Región del Bío Bío 2.700 versus el registro 2005 que llegó a 12.411 personas.

Los electores de más edad se inscriben de manera creciente. Región Metropolitana, población entre 50 y 54 años, en el 2005, 313.860 electores que saltan en el 2007 a un cifra de 346.860 electores en el rango de edad superior al medio siglo de vida. También crece fuertemente el electorado de 80 o más años de vida.

La clase política habla de una serie de medidas para remediar la situación, entre ellos un proyecto que establece la inscripción automática y la votación voluntaria, este último aspecto, concita opiniones divergentes en la oposición y en la propia concertación.

Lo más complicado se produce, con la irrupción de las bancadas independientes, senadores y diputados no pueden medir sus eventuales mayorías, entre oficialismo y oposición, hay un tercero en la mesa de las discusiones y proposiciones que alterará futuras votaciones en el senado y en la cámara de diputados.
Lo que debe considerarse es que la gente joven no se siente representada por algunos ilustres senadores, con muchos años de oficio repitiéndose el plato, y con diputados, que en la lucha por seguir ascendiendo en su carrera política, sacan a relucir agendas propias, mediáticas, que les pongan en la primera plana de diarios y revistas o le muestren en los noticiarios centrales de la televisión.

Junto a lo señalado subyace, como un factor de rechazo hacia la clase política, la seguidilla de escándalos públicos por fraude al fisco, malversación de fondos, sobresueldos, desvío de recursos fiscales para fines electorales etc.

Chile necesita de una mayor participación ciudadana pero está entrampado, en un sistema electoral que no se ha modernizado, y que ha recuperado vicios del pasado sin ruborizarse por nada.

Nunca, como en estos últimos años, la justicia había sido requerida tanto para juzgar a políticos corruptos que, curiosamente, cuando caen en la cárcel reciben la solidaridad de sus pares, no solo como una demostración de apoyo moral al caído, sino que pretendiendo demostrar que el imputado y condenado, es objeto de “maniobras políticas” que nunca se definen, que no tienen ejecutores, son “maniobras” indefinidas y ocasionadas por poderes oscuros y fácticos imaginarios, para justificarse frente a una ciudadanía que, lamentablemente, le está volviendo la espalda a los cantos de sirena de la política chilena, con honrosas pero muy escasas excepciones.