1.12.07

¿La hora de los independientes?

De la política de los acuerdos, comienzos de los noventa, a la política de las descalificaciones, Chile se ha visto enfrentado a un fin de año que tiene desilusionada a la ciudadanía. Quienes nos gobiernan, la clase política, ya no se basta para pelearse entre oficialismo y oposición, también lo hace al interior de los propios partidos.

Que falta de respeto a una ciudadanía, a la que cada vez le cuesta más terminar el mes con números azules. Nuestros políticos, enzarzados en disputas estériles, cada cual aduciendo representarnos en nuestras ideas y sentimientos.

Hablan de lo que piensa la “gente”, discuten sobre lo que la “gente” necesita, legislan para la “gente”, pero, verdaderamente hablan con ellos o solo con su grupo de chupamedias y pateros.

Verdaderamente ¿se suben al transantiago, viajan en metro, viven con la “gente”, comen lo que la “gente” come, pagan las cuentas que la “gente” paga? ¿Envían sus hijos a los colegios donde estudian los de la “gente”?

La Democracia Cristiana un partido tradicionalmente de centro, corre el riesgo de dividirse, las ambiciones presidenciales internas, las puñaladas por la espalda y las famosas “contradicciones vitales”, parecen apoderarse de los dirigentes y de sus parlamentarios.

La Udi y RN no encuentran la formula para lidiar con Joaquín Lavín, que ante cada propuesta de la oposición se adjudica la autoría anticipada de la iniciativa. Se enojan por pifias más o pifias menos.

En el socialismo la disciplina parlamentaria no es de las mejores. Camilo Escalona se ve enfrentado a una fuerte oposición interna con acusaciones de actuar como dictador al interior del partido.

El desorden es inmenso en todos los polos de la política chilena y, nosotros, la “gente” que vivimos en y para el siglo XXI, cada cierto tiempo, nos vemos obligados a volver a las reyertas de un estilo político caduco que nos lleva a lo ocurrido en la década de los setenta, removiendo sucesos del pasado donde los que fueron malos, ahora, son buenos donde se alteran todas las verdades a conveniencia de cada cual.

Nada nos asombra en política. Se roba, se malversa, se dilapida el dinero de la “gente”, y los tribunales se atosigan de aquellos que detentando cargos de elección popular, e incluso de designación oficial, se han visto tentados de apropiarse de recursos económicos, incluso aquellos, destinados a dar trabajo a quienes no lo tenían.

¿Ha llegado la hora de las candidaturas independientes? ¿Ha llegado el momento que la ciudadanía obligue a la clase política, a los profesionales de la política, que abran las leyes que permitan que más gente pueda aspirar a cargos públicos sin ser designados por las cúpulas partidarias? Personas reales que han vivido ganándose la vida, día a día, y que la conocen por dentro deberían tener las mismas garantías que aquellos nombres que los partidos nos imponen. Nos obligan a votar por ellos. Nos castigan si no lo hacemos. Nos multan si no dedicamos parte de nuestro descanso para integrar las mesas electorales.

Esos mismos políticos que luego de elegidos le deben lealtad al partido que los nominó y no a la ciudadanía que les votó, a los cuales nunca más veremos, salvo si frente a ellos hay una cámara de Televisión o algún escandalillo que les permita figurar.

No pretendo ser injusto con aquellos parlamentarios, cuyos nombres poco se conocen, pero trabajan a conciencia, son una minoría y lo más probable es que resistan un período en el parlamento para alejarse definitivamente.

Atrévanse, de una vez por todas, a dejar el campo libre para que el ciudadano independiente pueda postularse. Atrévanse a tener un parlamento que no va a atrincherarse en un lado determinado, a favor o en contra del gobierno de turno.

No sigan tratando a casi el 90% de los ciudadanos como verdaderas maletas. Eso somos, maletas a las cuales se les debe etiquetar que es de un lado o de otro, necesariamente. Vean lo que pasa con la escasos parlamentarios sin partido, son pro algo, nunca “independientes”, que pueden estar o no con el gobierno.

Las encuestas, que sí le preguntan a la “gente”, señalan con claridad el rechazo de la mayoría a la manera de hacer política, actividad que parece estar empeñada en desacreditarse definitivamente.