15.12.07

¿A quién creerle?


El nuestro es un país donde cada vez se acostumbra a mirar con desden, enojo o indiferencia a una clase política que genera toda clase de mentiras, tongos y verdades a medias.

Concientes que hoy la ciudadanía se informa más, los desaguisados que se cometen se enfrentan urdiendo políticas comunicacionales que, sin embargo, más causan risa que un impacto en la opinión de lo que esa clase define como “la gente”.

Durante varias semanas hemos estado pendientes del informe de la Cámara de Diputados. Que uno, que dos informes, que serían muchos los responsables etc. Finalmente se da a conocer y entonces se recurre a las viejas artimañas, crear un golpe de efecto que minimice las críticas y que, de alguna manera, “la gente” no tenga tiempo de reflexionar.

Fue probado con éxito en el gobierno de Ricardo Lagos, cuando nuestra actual Presidenta presentó la renuncia cuando, siendo ministra de salud, no le fue posible cumplir con la orden presidencial de terminar con las colas de la “gente” en hospitales y consultorios, algo que a todas luces parecía imposible. Confirmada en el cargo, asumió la tarea de una reforma a fondo del sistema.

Hoy la historia se repite, al día siguiente del informe de la comisión investigadora de la cámara, el Ministro Cortazar presenta su renuncia porque no puede arreglar el “transantiago”. La presidenta, ante toda la prensa, señala que ha rechazado la renuncia que le ha sido presentada por el Ministro de Transportes y le ha encargado un nuevo sistema, algo que todos los sectores venían pidiendo a meses de su puesta en marcha.

Las declaraciones de oficialismo y oposición se cruzaron el viernes, rápidamente, con algunos grados de coincidencia: Hernán Larraín, presidente de la UDI: "¿Renuncia? ¿A eso llaman renuncia?... A mí me parece más bien un juego de Palacio, nada serio que uno pueda pensar que el grave problema del Transantiago tiene prioridad en los planes del Gobierno. Sólo les interesa empatar el tiempo.

Soledad Alvear, presidenta de la DC: "El Transantiago se tiene que ir perfeccionando y la persona que puede llevarlo adelante de manera eficiente es el ministro Cortázar".

Cristián Monckeberg, vicepresidente de RN: "Lo que ha hecho la Presidenta es un acto de sobrevivencia; es confirmar en el cargo al ministro de Transportes porque no le queda otra alternativa, porque difícilmente va a encontrar a una persona que quiera asumir las funciones de Cortázar (...) Esto yo lo calificaría simplemente como un tongo, como una renuncia con elástico que no tiene ningún sentido".

Sergio Bitar, presidente del PPD "Me gustaría que algunos otros funcionarios en ejercicio, cuya responsabilidad ha sido marcada como relevante en los acontecimientos, también hagan lo mismo que el ministro Cortázar y le digan a la Presidenta 'aquí está mi cargo a disposición', para que ella vea si quiere dejarlos".

José Antonio Viera-Gallo, Secretario General de la Presidencia: "El nuevo transporte público de la capital que entregará Cortázar poco va a tener que ver con el sistema que evaluó políticamente la Cámara de Diputados y que enardeció a la opinión pública de la capital".

¿A quién creerle? Cuando uno ve que detrás de todo esto solo se busca influir en el juicio de “la gente”. De paso queda escondido “comunicacionalmente”, el tema de los subcontratos de Codelco, donde el desacuerdo entre los ministros de Hacienda y Minería, con el Ministro del Trabajo, no lo resuelve la Presidenta y se le traspasa a la justicia.

Así, de un modo u otro la política nos engaña y nos confunde, siendo tarea del periodismo advertirle a “la gente” que, en el transantiago no solo está un problema de diseño y de implementación, implícito está el abuso cometido con los usuarios del cual nadie responde. Tras de ese fracaso hay más de 200 mil millones de pesos que se han gastado del erario nacional, casi dos veces del total de la deuda que aflige a los municipios chilenos. Un ladrón de gallinas recibe más pena aflictiva que un simple informe que, en la mayoría de los casos, tiene solo una consecuencia política que se puede esconder con una mariguanza efectista.

Así la política vuelve a las andadas donde la seriedad es lo que menos abunda.

Seguramente “la gente” se pregunta, con toda razón, ¿a quién creerle?