17.8.07

La Interpelación.


Creo que ya van dos interpelaciones en la cámara de diputados. La interpelación a un ministro, en Chile, tiene algunas características muy propias, casi de un circo romano. Pan y circo para la galería y lugares de privilegio para la nobleza.

Lo que menos abunda en nuestro parlamento, son las preguntas y/o respuestas inteligentes. Cada cual se aprende un libreto de memoria y no se aparta de la estrategia previamente planificada. Terminada la “interpelación”, los amigos del “interpelado” y los del “interpelador,” se precipitan a felicitarlos, ante las cámaras y flashes, micrófonos y grabadoras, para no dejar dudas quién ganó.

Dialogo de sordos, un simple show que no tiene justificación desde el punto de vista del costo horas hombre, o mujer, de cada parlamentario, senador e incluso toda clase de ministros que podrían aprovechar su tiempo de mejor manera.

Los chilenos, sin embargo, ya estamos acostumbrados a que la clase política nos brinden estos espectáculos, donde nadie escucha a nadie, cada cual atrincherado en su propia verdad. No hay razonamientos documentados, abundando las descalificaciones e ironías de uno y otro lado.

El entrevero, no sirve de nada porque no aclara nada, tampoco es un aporte a solucionar el problema en discusión y porque “una chambonada”, así la calificó el ministro Velasco, como el Transantiago, al día siguiente, volvió a demostrar todas su debilidades, cuando las colas se repitieron y el malestar se apropió de los usuarios, una vez más.

Queda claro que la chimuchina que observamos, no tiene nada que ver con las definiciones de la Real Academia de la Lengua española para la palabra “interpelar”

1. Implorar el auxilio de alguien o recurrir a él solicitando su amparo y protección.

2. Requerir, compeler o simplemente preguntar a alguien para que dé explicaciones o descargos sobre un hecho cualquiera.

3. Dicho de un diputado o de un senador: En el régimen parlamentario, usar la palabra para iniciar o plantear al Gobierno, y a veces a la mesa, una discusión amplia ajena a los proyectos de ley y a las proposiciones, aunque no siempre tienda a obtener explicaciones o descargos de los ministros.

Probablemente a los santiaguinos les viene muy bien la primera definición que hace la RAE, pero en esa materia, la clase política no parece estar interesada más allá de restregar al Gobierno su chambonada, humillarlo y obtener algún dividendo político.

Queda claro que el que interroga busca dejar en ridículo a quien debe responder, no va tras la verdad de una manera documentada, respetuosa e inteligente. De la misma manera el que responde, lo hace de forma tangencial, procurando descalificar o enredar el asunto, es así como salieron a la palestra el General Pinochet, el viaje a Filipinas, Joaquín Lavín, el ex ministro Fernández, el ex ministro Cubillos quienes, me imagino, nada tienen que ver con el Transantiago.

¿Sirve de algo la interpelación? A mi modesto entender, para nada. No arroja luz sobre el problema a tratar, no muestra voluntad de los actores por encontrar un punto de acuerdo o una aclaración, que le diga a la ciudadanía cuándo terminarán sus dolores de transporte.

Los protagonistas de la interpelación, hace muchos años que no saben lo que es subirse al sistema de transportes publico, mal pueden interpretar el sentir y frustración de los usuarios.

Finalmente me quedo con algunas precisiones del senador Jorge Pizarro sobre el tema, declaraciones que entregó a la radio Infinita: “"no me gustó – Velasco - que responsabilizara de todo a Sergio Espejo. El ha tenido una actitud de lealtad al guardar silencio", y agregó "la culpa la tuvo el gobierno". Además, el senador dijo en cuanto a responsabilidades: "de la Presidenta Michelle Bachelet, pero ella ya pidió disculpas y despidió a algunos ministros".

En cuanto al ex presidente Ricardo Lagos, señaló: "él es culpable de parte de las dificultades actuales del sistema de transportes, pero la implementación es de este gobierno".

Sin interpelación, los chilenos piensan, mayoritariamente, lo mismo.