2.4.06

Un militante un voto. (Publicado en diario El Día de La Serena. 2 abril 2006)

Varios partidos políticos, de gobierno como oposición, se encuentran abocados a preparar sus elecciones de directivas y ello ha traído como consecuencia, reflotar un viejo tema que se refiere a como funciona la democracia interna en las colectividades, que siendo minoritarias en cuanto al numero de adherentes frente a los votantes, manejan los destinos de la república.

La costumbre que data casi de los orígenes de nuestra vida independiente, es un sistema de verdaderos caciques, figuras que se mantienen en el espectro político y partidario por varias décadas, con una renovación de figuras extremadamente lenta.

Los militantes son, muchas veces y con escasas excepciones, figuras decorativas, que a veces pagan cuotas, participan directamente en elecciones internas locales, y no siempre tienen oportunidad de postular a cargos elegidos por votación popular.

Un fenómeno cada vez más preocupante es el escaso interés de los ciudadanos por involucrarse en la política, y la muy baja calificación que esta actividad recibe de lo chilenos en cada encuesta que se hace.

Hoy los partidos políticos tímidamente comienzan a dejar de lado el ofrecer a su militancia la que se denominaba “lista de consenso”. Las nuevas generaciones luchan por democratizar la manera de renovar a su cuerpos directivos, elegidos, la mayoría de las veces, entre un grupo pre definido de delegados o dirigentes.

Si hay algo que puede reencantar a los chilenos, con los partidos de las más diferentes ideologías, es precisamente demostrar a sus militantes o futuros adherentes, que se inscriben en una colectividad para participar activamente en ella, no solo en los actos electorales internos, también en la elaboración de las plataformas programáticas, y de la materialización en actos prácticos de los conceptos ideológicos que sustenta cada partido.

La forma más elemental de participación es votando, especialmente cuando se eligen las directivas nacionales.

Pero algunos partidos políticos le temen a la lucha interna. Es más la tratan de evitar porque, equivocadamente, creen que es un síntoma de división. No hay nada más errado que pensar que tener visiones diferentes, es ir contra la esencia ideológica de los principios que se sustentan.

En un mundo moderno, con una velocidad de cambio que ya no asombra, no se puede seguir sustentando posiciones políticas que tenían validez hasta el siglo pasado. ¿Se puede seguir apegado a conceptos económicos y sociales que se generaron con la revolución industrial a fines del siglo XIX? Es imposible, hoy la política tiene que ponerse a la altura de un mundo globalmente integrado, donde el populismo, la venta de ilusiones o de utopías irrealizables, ya nadie las cree. La renovación y actualización requieren de ideas potentes y acordes con la época que vivimos y sus consecuentes desafíos.

Hoy el ciudadano elector tiene a su disposición la información suficiente como para saber cuando se le promete lo que es irrealizable, y para enterarse del proceder de quienes son sus representantes. La democracia, como un hecho real, es custodiada más celosamente que en el pasado, y los regimenes totalitarios, del signo que sean, han caído en su mayoría estruendosamente.

La política también debe democratizarse, y dejar de lado toda manipulación, se les llama operadores políticos a quienes se dedican a ese oficio. El primer paso, para conseguir una transparencia absoluta y enviar una señal a las nuevas generaciones, es competir y permitir que la militancia se exprese. Creo, que de esta manera, crecerá el interés del ciudadano común por participar en esta actividad, y ello también llevará a evitar que los mismos nombres se repitan en los concejos municipales y en el congreso nacional, período tras período.

No hay comentarios.: