11.6.11

Año nuevo en otoño

Cada año cuando finalizan los doce meses haceos un balance, lo bueno y lo malo, lo que tenemos que corregir y los errores que no debemos cometer. Son buenos propósitos que sinceramente esperamos cumplir.
El gobierno, sin embargo, ha debido adelantar esa breve ceremonia de conciencia que muchos chilenos acostumbramos el 31 de diciembre.


La última encuesta Adimark fue como un purgante. Un laxante para el gobierno y la oposición. Aunque como es costumbre cada cual señaló al otro como derrotado y culpable de todos los males.
Con el tiempo y las meditaciones se dieron cuenta, los políticos, que todos había reprobado. El nivel de rechazo histórico, no salva al oficialismo y menos a la oposición. En definitiva se dieron cuenta que nadie podía exhibir mayoría alguna, el pueblo les está dando vuelta la espalda, fenómeno que no pueden seguir desconociendo.
Las prioridades del gobierno y de la oposición no son las de la mayoría de los chilenos. Las discusiones de los parlamentarios no están interpretando a los votantes que, pese al exitoso crecimiento económico, disminución de la cesantía, siente que los que nos gobiernan y los que se oponen, van por un carril totalmente diferente.
Los parlamentarios malabaristas, Lagos incluido, que se dan vuelta en el aire para tratar de acomodarse frente a la opinión pública, no ganaron nada, tampoco la Moneda. Sencillamente no supieron interpretar la voz ciudadana.
Si se agrega a los padecimientos del primer y segundo piso de Palacio de Gobierno, la rebelión de los guerrilleros de la sierra maestra de calle Suecia, el desorden no puede ser mayor.
El Presidente regresa de su periplo europeo y lo primero que muestra la televisión es al mandatario examinando los andamios, interior de La Moneda, que reparan las grietas del terremoto. Simbólica la imagen porque las grietas materiales se tapan con cemento y se terminan con yeso y pintura. Las grietas al interior de la Alianza no tienen remedio si no se les somete a una cirugía mayor.
Dicho todo lo anterior, que es puro sentido común, el Presidente, que debe haber reflexionado en términos parecidos, eligió el acto de conmemoración de los 40 años del asesinato del ex Ministro del Interior, Edmundo Pérez Zujovic, frente a la plana mayor, los vigentes y los históricos de la D.C., para hacer un llamado a reunirse y dialogar. Nada más necesario en los actuales momentos de permanentes marchas de protesta, donde los dardos no van solo contra el gobierno de turno, además para la propia Concertación, “¿y la alegría cuando?”Se lee en un cartel de un grupo manifestante.
La política chilena se encuentra a la deriva, solo una minoría del electorado está con ella, es imperativo que den una muestra que aún están vivos, que no constituyen una suerte de clase social especial, con sus propias prebendas y privilegios.
En la democracia representativa chilena se requiere un poco más de seriedad y compromiso.
El servicio público empieza con estar dispuesto a ligarse más a los problemas, necesidades, fortalezas y debilidades de los habitantes del país y no a la defensa corporativa de los estatutos del partido, o la declaración de principios, ideologías que ya no interpretan en el siglo XXI a nadie, salvo a los militantes, si por casualidad los han leído.
Difícil tarea por delante. El tiempo corre igual para los políticos como para los manifestantes. En la protesta de HidroAysen, el viernes por la noche solo llegaron cinco mil personas, no significa que el tema no tenga importancia, ya masivamente fue planteado y las autoridades han tomado nota de ello.
La ciudadanía entiende que sus demandas pesan, en todo el orden en que han sido señaladas. Ya la pelota de los problemas no está en la calle. Un gobierno inteligente, un parlamento pensante y dialogante, ocupan ahora el campo de juego. El llamado del Presidente de la República a trabajar con mayor unidad de propósitos, oficialismo y oposición, está en la mesa. El lunes sabremos si los políticos se encuentran a la altura de sus buenos propósitos o, una vez más, como lo han hecho con frecuencia, faltaran a su palabra y compromiso.
La opinión pública espera. Si fallan los parlamentarios y sus partidos, las redes sociales demostrarán, una vez más, su poder de convocatoria.