14.8.10

Que la política no meta su cola.

Una lista larga de parlamentarios hizo aparición esta semana en la Mina San José, en la III Ragión, todos con palabras condenatorias y con amenazas legislativas. Los fuegos del infierno, de la política chilena, se ciernen amenazantes sobre aquellos responsables de esta tragedia, que nuevamente afecta a la minería chilena.

Mientras escribo este artículo de opinión, a pocos metros de donde me encuentro se siente, con fuerza, el martinete de las perforadoras, rodeadas de vapor y polvo que incansablemente horadan las entrañas de la tierra para tratar de encontrar, en un gran esfuerzo de cientos de voluntarios, a 33 hombres que nos imaginamos, Dios quiera que así sea, esperando su rescate.
Chile, acostumbrado a reaccionar cuando las cosas pasan, no siempre actuando con anticipación, espera con ansiedad que tanto esfuerzo, tanta oración, tanta angustia de los familiares, sea recompensada y la mina devuelva a esta gente que se gana la vida, muchas veces perdiéndola.
Nos pasó con el terremoto, muchos hemos tenido antes, nos damos cuenta que aún no sacamos enseñanzas de los desastres. Nos pasó con el manejo de los fondos públicos, que luego que se robaron millones de dólares, se dictan leyes que aseguren la probidad en la administración de los recursos de todos los chilenos.
Miro al frente, una torre blanca de las perforadoras que penetran la tierra día y noche. En el lugar más alto uno de sus operadores ha colocado, hace días, una bandera chilena, símbolo de la gente común, de aquellos que no gobiernan y tampoco legislan, son los que producen, con la cabeza agachada, para llevar el pan diario a la mesa de su casa.
Giro la vista, y a los lejos, en las blancas carpas del campamento esperanza, hay clavadas en el cerro 33 banderas, también chilenas que nos dicen en el lenguaje de los símbolos, “no nos olviden”.
Bajo la vista a mis pantalones embarrados, con el trajín de más de una semana, y mis pensamiento vuelan a lo lejos, hace más de 40 años a un mes de febrero de 1964, zapatos y pantalones embarrados tirando una línea telefónica de más de cuatro kilómetros, para contar la historia de los siete mineros de Andacollo.
Es la historia que se repite, mucho que aprender, bastante que legislar. Los políticos harían bien en nos florearse tanto, con una nube de periodistas detrás, y concentrarse en legislar para que estas cosas no vuelvan a ocurrir.
Ahora, descubren que Sernageomin no cuenta con los recursos suficientes. Que la tecnología que manejan, en cuanto equipos, no sirve para el siglo XXI, que no tienen los vehículos necesarios. Condenan a otros, los que tienen la responsabilidad de asignar presupuestos acordes con la actividad minera nacional.
Yo, defiendo a la gente de Sernageomin. En su momento han hablado, se han quejado de lo mucho que se les pide y lo poco que se les entrega. Sus tareas de fiscalización necesitan de largos recorridos, buenos y seguros vehículos, instrumental etc. Ahora se les condena en boca de aquellos que proponen y los que aprueban las leyes y el dinero.
Que la política no meta su cola. Los que gobiernan y han gobernado, como los que legislan o han legislado en el pasado, deben también asumir su responsabilidad.
Veremos si el tiempo no hace olvidar a quienes llegan, desde el parlamento, a conocer la cruda realidad de la pequeña minería. Hay mucho trabajo por hacer, como fortalecer a los organismos fiscalizadores, dotándoles de Ingenieros, no solo expertos en la prevención de riesgos, aumentar los geólogos e ingenieros Geomecánicos en Sernageomin y especialmente tener en cuenta experiencias pasadas.
Se debe tener a mano planes de contingencia inmediata, cuando todas las buenas prácticas de explotación minera fallen, porque la naturaleza se cruza en el camino del hombre.
Fuertes sismos, fallas geológicas difíciles de detectar, vetas cada vez más complejas de manejo, son elementos a considerar.
Esta es, la minera, una industria no renovable y se requiere de un manejo legislativo moderno. Hay que revisar el código minero con el criterio que la productividad no se detenga pero, la seguridad debe ser un activo a considerar porque, cuando se vulnera son vidas humanas las que peligran.
Me quedo mirando la bandera, que flamea en lo alto de la torre de perforación, y pienso que Chile tiene que aprender de sus dolores y que la política es más útil cuando trabaja en silencio.
El viento agita en lo alto los colores patrios y en nuestros corazones la esperanza.