21.8.10

Comunicación y política

Si un extranjero lee las publicaciones de nuestro país puede creer que llega a Chile, poco menos, al borde un enfrentamiento civil.
Tal es el desorden comunicacional que inspira la política que, los disensos y las polémicas, entre y contra, son abrumadoras proyectando una imagen de puntos de vista irreconciliables.

Puede ser que las nuevas generaciones de políticos, alimentados con leche de computadoras, con colados de “twiter y face book”, aquellos que buscan amistades válidas en el “ciber espacio” le ha hecho falta vivir con las amistades del barrio. Les pena no haber jugado una pichanga en la cuadra de la casa o discutir, cuando estudiantes, de otros temas en el recreo largo de las 10.
No sabemos, en política, quien es quien. La Udi tiene sus propias peleas internas con las elecciones y sus candidatos, traumatizados por el simple ejercicio democrático de renovar su directiva.
En el PPD se enojan algunos, por la resurrección de Vidal que asume responsabilidades en el tema municipal.
En la concertación no hay acuerdo sobre cómo debe funcionar el royalty. El Senador Girardi se le arranca a la DC, con el caballo ensillado, como en sus mejores tiempos cuando regalaba zapatillas para que inculparan a otros en el caso Spìniak.
La foto del día, la cuña en la radio, la imagen en la tele, son los iconos para ser un buen político. Los debates inteligentes, bien argumentados, han sido, paulatinamente reemplazados por barbas y cabellos peinados casual, para hacer de la política un trozo más de la subdesarrollada farándula criolla.
Hacemos noticia internacional porque alguien dicta cuál es la moda que se tiene que utilizar para ir a trabajar en una Intendencia.
Toda estas polémicas no son patrimonio de un sector, oficialismo u oposición, por el contrario res una cueca que avivan, también, los ex Presidentes, a excepción de don Patricio Aylwin, que persisten junto con la ex mandataria, en mantener su protagonismo. Cuesta quedar al margen, comunicacionalmente. Las mieles de la fama están llamando y una de esas puede surgir segunda nominación presidencial.
Los almuerzos en la Moneda, bicentenario por medio, solo sirven para elevar la tribuna que finalmente aviva la polémica. No agrega valor a un gesto unitario, frente a los 200 años de la República.
Las comunicaciones, la imagen de la política chilena, van de mal en peor. La Concertación, que se niega a vivir su duelo, a enfocarse en que la pérdida, luego de 20 años, no es un accidente casual sino que el fruto de acciones de corrupción que permitieron que se abusara del poder y desilusionó a su electorado. La creencia que la invocación a Pinochet, en cada momento, era el único y mejor argumento, les sigue sin enfocarse en un diagnóstico correcto de su derrota.
Tanto los que gobiernan como los que ahora tienen un rol opositor se exigen a cada momento “meas culpas”. Todos quieren golpes en el pecho, “acúsome padre”, y no razones para solucionar los problemas.
Se piensa más en no perder la mano en el poker de la vida diaria, que en los ciudadanos aquellos que desean soluciones rápidas no posturas doctrinarias que, a veces, no las comparten ni siquiera “la base partidaria”.
Mientras el Presidente de la República emprende una gira por el país, los que antes gobernaron envían a protestar a quienes apoyaron los gobiernos pasados durante 20 años. Sus pliegos y peticiones son las mismas, que en dos décadas, nunca fueron escuchadas.
Las comunicaciones y la política no se llevan bien cuando se alimentan de inconsecuencias y de un vergonzoso oportunismo.
La política está construyendo una imagen país, en este bicentenario, que nos muestra como una nación dividida hasta en los temas más nimios. En lenguaje huaso parece que anduviéramos a rebencazos.
Que nadie se enoje porque en la cápsula del tiempo, que se quiere enterrar en Santiago, para ser abierta en los próximos cien años, lo que va ganando como representativo de Chile, sea un “quiltro”.
Probablemente es razonable que, entre tanta discusión estéril, en la fronda de descalificaciones mutuas, salte desde la capsula en un siglo más un quiltro el cual, con sus ladridos, represente de buena manera lo que, a ratos, parece ser la discusión política de hoy.