10.10.08

La paradoja del éxito


El término “paradoja del éxito” se utiliza, en muchas oportunidades, para señalar las contradicciones que se producen cuando una actividad, persona o situación son tan exitosas que pueden conducir a su propia destrucción. Pasa con frecuencia en el ámbito empresarial, pero ocurre con mucha frecuencia en política.
Curiosamente al analizar la política nos damos cuenta que “la paradoja del éxito” ocurre y afecta a los dos polos mayoritarios que, por obra y gracia del sistema binominal, divide a los chilenos, oficialistas y oposición.
No se puede dudar que casi 20 años en el poder, no es una situación forzada, cuando la Concertación a logrado colocar en el palacio de la Moneda tres Presidentes y una Presidenta, sin embargo algo que era inédito en la política chilena se está derrumbando, paso a paso, fruto de ese desmoronamiento político es el fraccionamiento que se produce en las fuerzas que componen estos conglomerados. El arco iris muestra, como refractado por un prisma, que el conjunto era muy bonito pero que, poco a poco, las luces comienzan a brillar separadamente y últimamente, con el pacto por exclusión, se pone predominante el color rojo.
Algunos dicen se acabaron las ideas, otros, los políticos no se renuevan y los viejos nombres del 70 siguen predominando. La situación no es buena cuando la excusa para pactar con un partido opositor es el sistema binominal que no rige en la elección de Alcaldes y Concejales.
Las encuestas siguen mostrando un avance, hasta el momento imparable, del candidato presidencial de R.N. Sebastián Piñera, pero la Alianza, fiel a una tradición que ha mantenido siempre, sufre la paradoja del éxito al igual que el oficialismo. Con la UDI, Renovación Nacional tiene un acuerdo que nunca ha funcionado. Genéticamente son diferentes y aunque asoma un candidato presidencial como Piñera, que le gana a todos los pre candidatos, de mucho peso, que adelanta la Concertación, se embarcan los socios opositores en una guerra de declaraciones y desafíos que hacen pensar si no será mejor seguir como estamos.
Hay que decir la verdad aunque algunos duela, ¿qué gobernabilidad ofrecen dos partidos políticos que no se soportan, donde algunos llaman a votar por candidatos de gobierno en las municipales y otros a levantar, tempranamente, postulaciones senatoriales? Guerra total es lo menos que anuncian. Muchos chilenos desilusionados de tanta soberbia, donde pareciera que cada uno tiene comprado un territorio y nadie lo puede amenazar, casi un 60% rechaza la política y sus actores.
Lamentable que la opinión pública considere que los políticos son una clase social privilegiada donde la ambición por el poder, más que el auténtico servicio al país, priman de manera permanente en quienes son parte del aparataje que se mueve entre la Cámara de Diputados y el Senado,
Hay personajes en la Alianza que son fuente permanente de conflicto y siembran la cizaña, ¿pretenden ser gobierno sin tener argumentos sólidos concentrándose en un programa común que ofrecer a los votantes?
Lamentablemente la mediocridad esconde a gente valiosa en la política, generalmente parlamentarios y dirigentes, que no buscan la luz de las cámaras, los micrófonos y las fotos impactantes, trabajan en silencio, anónimamente, honran el servicio público pero da la impresión que cada vez son menos.
Los puñales de la palabrería vana, de las acusaciones descalificadoras, se esconden en un remedo versallesco de hipocresía que ya resulta difícil de ocultar, donde se ataca y confabula, incluso, contra el compañero, el camarada, el correligionario y el amigo de partido.
Las viejas formulas y alianzas del pasado y las acusaciones de ser autores de la crisis del 70, valientes y progresistas revolucionarios o hijos de la dictadura, rebotan en una sociedad que quiere alejarse de las visiones sesgadas. Muchos de los valientes revolucionarios, fueron hijos adoptivos de otras dictaduras, iguales o peores a las que hoy critican.
Es necesario repensar la manera en que se practica la política y no legar a las nuevas generaciones las viejas costumbres que hace 35 años hicieron fracasar nuestra democracia.
En definitiva “la paradoja del éxito” se repite, a la manera nuestra, como para llamarla “la paradoja del chaqueteo”.