20.10.07

Palabras, palabras, palabras…


Era el estribillo de una canción que fue muy popular hace varios años en la música popular de nuestro país. Hago una reflexión sobre el particular dado que la política criolla parece estar plena de frases para el bronce, en tanto, cada cual busca nuevas y curiosas definiciones para el momento que vive el país.

Allamand lanza su libro sobre el desalojo de la concertación, el oficialismo se siente ofendido. El senador por la décima región describe una serie de escándalos y malgasto de los recursos públicos, para justificar una palabra que sacó roncha en la fina epidermis de la clase política gobernante. La palabra “desalojo” sonaba fuerte, dura, amenazante.

No de palabras vive el hombre pero gusta de analizarlas, buscar sus alcances objetivos o subjetivos y, nosotros, los periodistas entrenados para leer entre líneas, buscamos significados ocultos detrás de cada una de ellas.

Soy bacheletista aliancista, dijo Joaquín Lavín, palabras, solo palabras que bastaron para encender la polémica. La semana pasada comenzó a circular, no podía faltar, un chiste relativo a los dichos del ex candidato presidencial de la UDI. Si usted habla mal del transantiago, pero le gusta andar en micro, entonces es “bacheletista aliancista”.

En definitiva la clase política se nutre de la polémica y busca las palabras que la hagan detonar, sin embargo, después de ella no queda nada. Consecuencias de toda naturaleza se elucubran. Lavín será nuevamente candidato presidencial afirman algunos, incluyendo al presidente de la Udi, senador Hernán Larraín, que veía como sus dos cartas más importantes, el senador Longueira y el ex alcalde de Santiago se negaban absolutamente a prestar sus nombres como candidatos.

Todo lo que uno ve en el presente ha ocurrido antes. El uso de las palabras por parte de la clase política no tiene un significado mayor que referirse a un momento breve. Nada es definitivo, todo muta, transformándose permanentemente.

Se pueden recordar las palabras que se le atribuyeron en su momento, fines de la década del 60, a don Jorge Alessandri Rodríguez, cuando le ofrecieron postular a la presidencia por segunda vez. Don Jorge le habría dicho a sus más cercanos, “no puedo, no debo ni quiero”. Finalmente “el paleta” fue a la pelea y perdió de manera muy estrecha ante Salvador Allende.

De esa época quedan otras frases, conjunción de palabras que en esos años tenían un claro significado en términos de responsabilidad al gobernar. Seguramente recuerdan aquello de “Usted le entregaría una locomotora a un niño”. Como publicidad resultaba impactante. El ferrocarril era en esos años la columna vertebral del transporte de carga y pasajeros. Antiguo en cuanto a su material pero bastante eficiente en su operación. Hoy si esas palabras fueran utilizadas como slogan de publicidad causaría risa. Queda claro que la respuesta a la pregunta fue afirmativa. A juzgar por todo lo que ha pasado con EFE - Empresa de Ferrocarriles del Estado – sí le entregaron la locomotora a un niño, con el perdón de los niños por supuesto.

En el mundo tan intercomunicado como el que vivimos, las palabras pueden ser traicioneras o conducir a múltiples interpretaciones, donde cada cual le asigna la que más le conviene.

Entiendo a Lavín, claramente, cuando se declara “bacheletista aliancista”. La interpretación es correcta porque quiere expresar, soy opositor, pero si puedo colaborar con el gobierno, para evitar que se cometan errores, lo hago.

Pero en la política subdesarrollada que practicamos, el oficialismo quiere trabajar solo, no pedir ayuda a la parte contraria, y los opositores esperan cualquier error para representarlo, como tantos que se han cometido, Mop-Gate, Efe, Chiledeportes, Copeva, puente Loncomilla, Transantiago, etc. Finalmente, quienes son los perjudicados en esta lucha por el poder constante, jugando a ganar puntos cuando el rival se equivoca, es la ciudadanía, porque todos estamos en el mismo bote.

Pero las palabras, finalmente, traicionan a las buenas intenciones.