21.7.07

¡La Roja de todos!


No voy a escribir de fútbol, alguna autoridad tengo para hacerlo, ya que mis comienzos en el periodismo fueron en esa especialidad. Quiero referirme a “la Roja de todos”, el país, este Chile que nos convoca a trabajar en cada amanecer, a sentirnos orgullosos por sus logros que son muchos.

Los acontecimientos de Canadá y la actuación de un grupo de jóvenes en el mundial sub 20, nos han mostrado, lo mejor y lo peor, que tenemos en nuestros genes nacionales.

Lo peor la falta de control de nuestros sentimientos al término del partido, el mismo que reflejan las barras bravas cuando se enfrentan, a veces, a cuchilladas y hasta balazos. Lo mejor, cuando el exceso de una represión policial nos hace despertar, en medio de una inmensa solidaridad nacional, con esos muchachos que nos representan en el deporte.

Allí es cuando aparece “la Roja de Chile”, la camiseta ciudadana que no hace separaciones políticas, de clases sociales, de cultura ni profesiones. Recuperamos el sentido de amistad ciudadana que hemos perdido, en medio del tráfago de la política.

Nuestra Presidenta se muestra como lo que nunca debe dejar de ser, durante su mandato, Presidenta de todos los chilenos. Sus palabras suenan a sinceridad, cercana a la gente, su principal capital personal, no metida en la pelea chica donde a veces sus asesores la llevan.

Los políticos de todos los partidos, sin separación de oficialismo u oposición, sin esa actitud de barra brava que tanto se ve en el Congreso Nacional, contribuyeron a unirnos en torno a la Patria, donde nadie puede estar fuera ni excluido. Si hasta el UDI Alcalde de Estación Central, Gustavo Hasbún, se compromete a que se termine con el bi nominalismo, a mi juicio un tema que ensucia una democracia que, ya está más que claro, no necesita de ningún tipo de protección o de ventajas, ni para mayorías o minorías.

Al ver a nuestros jóvenes futbolistas maltratados por la policía canadiense, fuimos por algunas horas, un solo país, una sola opinión. No eran banderas rojas, negras, pintarrajeadas, lo que nos mostró la televisión, era la única bandera que reconocemos y que hace saltar las lagrimas cuando la miramos en tierras lejanas, era la bandera de Chile que a todos nos representa.

Somos 16 millones en un país que está inserto en el mundo, que pese a todas las desavenencias que la política criolla muestra cada día, es exitoso en muchos aspectos relevantes, pero a veces nos olvidamos que vivimos en un territorio angosto pero grande, plagado de riquezas, en la cornisa de América y nos pasamos peleando, descalificándonos, refugiándonos en banderías políticas y doctrinarias que, muchos, ni siquiera entienden.

La Roja de todos, que gracias al fútbol y al rigor del dolor de un partido perdido, de una agresión injusta, nos muestra solidarios, unidos, y que somos mucho más que 16 millones de almas, una fuerza con un solo sentimiento de apoyo y grandeza.

Ninguna democracia subsiste sin un ordenamiento político, reitero sin exclusiones, donde la ciudadanía sea la que ejerza el poder mediante sus representantes libremente elegidos.

Ante el fantasma de las dictaduras de las directivas políticas, la democracia auténtica se debilita y la representación se traspasa a candidatos que responden a grupos de influencia y poder, en cada colectividad política. Eso debe terminar, ahora, cuando es más fuerte el rechazo ciudadano a estas actitudes. No olvidemos que más del 50 % de los chilenos se declaran independientes, no sujetos a ninguna bandería.

Por eso los dirigentes, oficialismo, oposición y el gobierno, por supuesto, deben entender que hay otra patria que, convive en cada uno de nosotros, es aquella solidaria ante las grandes catástrofes nacionales, y unida cuando la desgracia nos golpea.

Esa es la “Roja de Chile”, que siempre quisiéramos ver. Es la que vislumbramos ante los sucesos de Canadá. No importa si no hemos sido campeones del mundo, a lo mejor terceros hoy, pero aunque así no fuera, tratemos de ser todos los días del año, parafraseando a los comentaristas deportivos, “la Roja de Chile. ¡Vamos que se puede!”