21.10.06

¿Quo vadis América?


Las recientes y reiteradas votaciones en la asamblea general de la ONU, para designar un miembro no permanente en el Consejo de seguridad, en el cupo reservado a América latina, nos muestra, claramente, como nuestro continente, incluyendo el caribe y Centroamérica, mantiene un rumbo errático, donde cualquier concepto de unidad y solidaridad entre naciones ha sido desterrado.

Siempre en política, especialmente cuando se analizan los grandes movimientos ideológicos, es difícil vaticinar lo que vendrá en esta materia, pero, cuando se trata de América, desde la dominación española a nuestros días, la constante es la misma.

Nos encerramos en nuestras fronteras, nos cubrimos de un gran nacionalismo, que cada cierto tiempo disfrazamos con discursos llenos de las frases, “socios estratégicos”, “pueblos hermanos”, “objetivos comunes”, “sueños de nuestros libertadores” etc.

No somos, en pleno siglo XXI, capaces de ponernos de acuerdo para designar un miembro del Consejo de seguridad, un ente de la ONU, que para los efectos no vale nada, dada su arcaica estructura donde quienes mandan son las naciones que permanecen indefinidamente y que tienen derecho a veto a las resoluciones que allí se adoptan. Es la hipocresía política en su más clara y alta expresión.

América cae en el juego, y se pelea a muerte.

¿Quo vadis América?, que sacrifica su destino común y su complementación de riquezas y aptitudes, por caudillismos locales que se disfrazan de nuevas revoluciones, de reivindicaciones de raza, y de anacronismos como la dictadura cubana, que algunos gobernantes siguen tomando como un ejemplo, a la vez que proclaman su apego a la democracia.

¿Quo vadis América? donde los países se chantajean, unos a otros, con el gas y con la energía.
¿Quo vadis América?, donde la política le promete a los ciudadanos redenciones sociales que nunca se cumplen, de la cual se nutren en votos entregando promesas.

¿Qué pasa con esta América joven que no es capaz de imitar a una Europa, territorio de dos grandes guerras mundiales, de crueles fracciones territoriales, de mutilaciones étnicas, de grandes migraciones. Europa un gran crisol de razas e idiomas fundidos por los horrores de la intolerancia religiosa, y por la sed de conquista.

Mirenla hoy, contémplenla hoy. Vean como sus fronteras son solo una referencia geográfica. Con una moneda común, con parlamento y con un destino que coloca a Europa como ejemplo de labrarse un destino colectivo, pese a tanto odio y división del pasado reciente.

Y en América, el populismo crece, alentado por la ingenuidad de gente desesperada en su pobreza, que busca y trata de encontrar a cada rato redentores.

Pero miren esta América que cuando trasladan el cuerpo de uno de sus líderes más potentes de las décadas del 40 al 70, son capaces de liarse a balazos miestran trasladan, en una suerte de fetichismo, su cadáver.

¿Quo vadis América?, más preocupada de las “mea culpa” por la ofensas del presente y del pasado.

“Mea culpa” de los europeos porque llegaron a este continente y casi exterminaron a los pueblos originarios.

Si de “mea culpa” se tratara invoquemos a Cristo y preguntemos “El que esté libre de culpe, arroje la primera piedra”.

Los musulmanes deberían hacer un “mea culpa”, por los 850 años de dominación en España.

Muchas naciones deberían hacer un “mea culpa” por el colonialismo, por las crueldades de la Guerra.

“Mea culpa”, por la guerra de la independencia. “Mea culpa” por la guerra del Chaco. “Mea culpa” por las dictaduras militares. “Mea culpa” por las ideologías revolucionarios de conquistar el poder por la fuerza de las armas.

¿El mundo debería ser, entonces, un gigantesco confesionario con grandes centros de penitencia, y millones y millones de mujeres y hombres golpeándose el pecho, mea culpa, mea culpa?

¿Quo vadis América?, si no somos capaces de perdonar nuestro pasado, aprender de el, recoger sus lecciones, no repetir los errores, y de verdad integrar nuestras fronteras.

Nuestros gobernantes, salvo honrosas excepciones, siguen con el lenguaje parvulario de añejos nacionalismos, de reivindicaciones que, parece, solo funcionan en una sola dirección, la de quien detenta el turno del poder.

Seguiremos votando entre Guatemala y Venezuela sin que nadie quiera ceder, porqué así somos.

¿Quo vadis América?

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