25.8.07

Asignaciones morales

La palabra ética se ha puesto de moda. La R.A.E la define como: 1. Parte de la filosofía que trata de la moral y de las obligaciones del hombre. 2. Conjunto de normas morales que rigen la conducta humana.

Puesto en contexto lo que significa ética y como nos habla de un conjunto de normas morales, necesariamente debemos definir qué significa “moral”, allí las cosas quedan más claras, veamos, 1. Perteneciente o relativo a las acciones o caracteres de las personas, desde el punto de vista de la bondad o malicia. 2. Que no pertenece al campo de los sentidos, por ser de la apreciación del entendimiento o de la conciencia. Prueba, certidumbre moral. 3. Que no concierne al orden jurídico, sino al fuero interno o al respeto humano. “Aunque el pago no era exigible, tenía obligación moral de hacerlo”

Si tomamos la última definición deberíamos referirnos a un sueldo moral, aunque suena más elegante decir ético, vale decir “que no concierne al orden jurídico, sino al fuero interno o al respecto humano”.

En el caso de las remuneraciones y asignaciones que reciben los parlamentarios. Como preámbulo, era conveniente aclarar los conceptos ante la amenaza de algunos diputados que estaban dispuestos a aumentar en $440.000, las asignaciones para teléfono y arriendo de sedes. Justo es reconocer que los diputados Henríquez Ominami y Alinco (P.S.) se opusieron desde el primer momento.

La comisión de régimen interior de la Cámara de Diputados, a través del “subcomité de asuntos económicos”, integrado por Marcelo Díaz (PS), primer vicepresidente de la Cámara; José Miguel Ortiz (DC), Jorge Ulloa (UDI), Pedro Pablo Álvarez-Salamanca (RN), Manuel Monsalve (PS) y Carlos Abel Jarpa (PRSD), había acordado aumentar en un 78% la asignación que se entrega para el pago ya señalado.

Conocida la información a través de la prensa, el viernes, el escándalo fue mayúsculo y varios parlamentarios hicieron ver su malestar por este acuerdo, que solo contribuía a acentuar el claro desprestigio que la clase política tiene ante la ciudadanía. No era para menos subir de $ 558.000 a un millón de pesos esas asignaciones, a contar del mes de enero del próximo año.

Los jefes y subjefes de bancadas debían pronunciarse el próximo martes sobre la propuesta, pero era una iniciativa definitivamente, moral y éticamente inaceptables.

El día viernes, conocida públicamente la situación el desmarque fue mayoritario. El Diputado Esteban Valenzuela ex PPD, declaró "Lo encuentro totalmente innecesario. La dieta y las actuales asignaciones son suficientes. No se justifica un incremento". Patricio Melero (UDI) "Improcedente e injustificable". Si los gastos de un parlamentario superan lo que la Cámara les asigna para arriendo y telefonía, la diferencia debe ser cubierta por el propio diputado y no con más recursos del Estado. Sergio Aguiló (PS) "Para mí es una asignación francamente inescrupulosa. El acuerdo fue tomado por los representantes de los comités sin conocimiento ni aprobación de las bancadas”. Cristián Monckeberg (RN) "si el parlamentario habló más de la cuenta por teléfono, que saque plata de su bolsillo pero no del Estado".

En definitiva la señal era mala. Cuando 48 personas, demasiadas a mi modesto entender, han sido designadas para asesorar sobre el tema de equidad en la remuneración laboral, sueldo ético, como ha pedido Monseñor Alejandro Goic, enterarse que, entre gallos y medianoche, se cocinaba un nuevo arreglo económico, para los diputados, era evidentemente toda una sorpresa. Algo ético y moral inaceptable

La pregunta que flota en el ambiente, ¿ Y si la prensa no se entera y la noticia no se publica”

De manera clara, el Presidente de la Cámara Diputados, Patricio Walker, afirmó que el martes solicitará se retire esa iniciativa.

Los Diputados cuando se auto fijen asignaciones tengan presente, para esos efectos la primera definición de la Real Academia Española: Moral “Perteneciente o relativo a las acciones o caracteres de las personas, desde el punto de vista de la bondad o malicia.”

17.8.07

La Interpelación.


Creo que ya van dos interpelaciones en la cámara de diputados. La interpelación a un ministro, en Chile, tiene algunas características muy propias, casi de un circo romano. Pan y circo para la galería y lugares de privilegio para la nobleza.

Lo que menos abunda en nuestro parlamento, son las preguntas y/o respuestas inteligentes. Cada cual se aprende un libreto de memoria y no se aparta de la estrategia previamente planificada. Terminada la “interpelación”, los amigos del “interpelado” y los del “interpelador,” se precipitan a felicitarlos, ante las cámaras y flashes, micrófonos y grabadoras, para no dejar dudas quién ganó.

Dialogo de sordos, un simple show que no tiene justificación desde el punto de vista del costo horas hombre, o mujer, de cada parlamentario, senador e incluso toda clase de ministros que podrían aprovechar su tiempo de mejor manera.

Los chilenos, sin embargo, ya estamos acostumbrados a que la clase política nos brinden estos espectáculos, donde nadie escucha a nadie, cada cual atrincherado en su propia verdad. No hay razonamientos documentados, abundando las descalificaciones e ironías de uno y otro lado.

El entrevero, no sirve de nada porque no aclara nada, tampoco es un aporte a solucionar el problema en discusión y porque “una chambonada”, así la calificó el ministro Velasco, como el Transantiago, al día siguiente, volvió a demostrar todas su debilidades, cuando las colas se repitieron y el malestar se apropió de los usuarios, una vez más.

Queda claro que la chimuchina que observamos, no tiene nada que ver con las definiciones de la Real Academia de la Lengua española para la palabra “interpelar”

1. Implorar el auxilio de alguien o recurrir a él solicitando su amparo y protección.

2. Requerir, compeler o simplemente preguntar a alguien para que dé explicaciones o descargos sobre un hecho cualquiera.

3. Dicho de un diputado o de un senador: En el régimen parlamentario, usar la palabra para iniciar o plantear al Gobierno, y a veces a la mesa, una discusión amplia ajena a los proyectos de ley y a las proposiciones, aunque no siempre tienda a obtener explicaciones o descargos de los ministros.

Probablemente a los santiaguinos les viene muy bien la primera definición que hace la RAE, pero en esa materia, la clase política no parece estar interesada más allá de restregar al Gobierno su chambonada, humillarlo y obtener algún dividendo político.

Queda claro que el que interroga busca dejar en ridículo a quien debe responder, no va tras la verdad de una manera documentada, respetuosa e inteligente. De la misma manera el que responde, lo hace de forma tangencial, procurando descalificar o enredar el asunto, es así como salieron a la palestra el General Pinochet, el viaje a Filipinas, Joaquín Lavín, el ex ministro Fernández, el ex ministro Cubillos quienes, me imagino, nada tienen que ver con el Transantiago.

¿Sirve de algo la interpelación? A mi modesto entender, para nada. No arroja luz sobre el problema a tratar, no muestra voluntad de los actores por encontrar un punto de acuerdo o una aclaración, que le diga a la ciudadanía cuándo terminarán sus dolores de transporte.

Los protagonistas de la interpelación, hace muchos años que no saben lo que es subirse al sistema de transportes publico, mal pueden interpretar el sentir y frustración de los usuarios.

Finalmente me quedo con algunas precisiones del senador Jorge Pizarro sobre el tema, declaraciones que entregó a la radio Infinita: “"no me gustó – Velasco - que responsabilizara de todo a Sergio Espejo. El ha tenido una actitud de lealtad al guardar silencio", y agregó "la culpa la tuvo el gobierno". Además, el senador dijo en cuanto a responsabilidades: "de la Presidenta Michelle Bachelet, pero ella ya pidió disculpas y despidió a algunos ministros".

En cuanto al ex presidente Ricardo Lagos, señaló: "él es culpable de parte de las dificultades actuales del sistema de transportes, pero la implementación es de este gobierno".

Sin interpelación, los chilenos piensan, mayoritariamente, lo mismo.

11.8.07

¿Salarios éticos o ética de los salarios?


Un interesante debate se ha suscitado la pasada semana ante comentarios del Obispo Goic sobre la necesidad de fijar un “salario ético”, no un salario mínimo. La respuesta de la Senadora Matthei, para algunos, las diferencias que pueden producirse en economía al hablar de estas materias.

El Presidente de la Udi recomienda a quienes pueden pagar mejores salarios, que no se escuden detrás del sueldo mínimo. El senador Escalona pide que Piñera done 100 millones de dólares al Hogar de Cristo. El Senador Longueira dice que el Obispo Goic le copió su idea de un salario diferente.

Podría parafrasear toda clase de declaraciones rimbombantes de la clase política chilena para concluir que todo no será más que fuegos artificiales. Un levantamiento inútil, como muchos, de banderas de guerra sin sentido.

Cuando se habla o escribe de ética, en el tema de salarios, es necesario tener cierta consecuencia. ¿Es ético, por ejemplo, que abolida la institución de senadores “designados y vitalicios” los dineros sobrantes se repartan entre aquellos electos, para pagar asesorías? Solo dos, entre los cuales no se encuentra el senador Escalona, que le pide generosidad al candidato Piñera, no aceptaron recibir ese dinero, los senadores Romero y Prokurica de R.N.

Recordemos que el IVA, que pagamos todos los chilenos, los que reciben un sueldo mínimo y los que reciben más de la remuneración ética que propone el Obispo Goic, debería ser solo de un 16 %, acuerdo que la clase política no respetó y que con diversos argumentos permitió subirlo aún más. Se puede ganar más sueldo, como se puede producir el mismo efecto reduciendo impuestos, especialmente aquellos que castigan a los más pobres.

Los chilenos seguimos pagando un alto impuesto a la bencina destinado a financiar los efectos de un terremoto que nos azotó hace 25 años.

¿Es ético, emplear en campañas políticas dinero destinado a gente desempleada?

¿Es ético, cuando se trató de sobresueldos a altos cargos de gobierno, que esos dineros no pagaran impuesto?

¿Es ético, decirles a los chilenos que el cobre nos pertenece a todos, cuando los sueldos mejores son para quienes trabajan en esa actividad? Legítimo para ellos, pero frustrante para quienes se forjan expectativas de una vida mejor.

Hay descontento social con los salarios, pero seamos justos, el sueldo mínimo los negocia el Gobierno con la CUT. La ley no obliga a pagar el sueldo mínimo, es solo una cantidad indicativa, por la cual no se puede pagar por debajo de esta. Sin embargo hay muchos trabajadores del estado que ganan un sueldo mínimo, que tienen contratos a honorarios y cada año se juegan su fuente laboral. ¿Es eso ético? No lo es para nadie, tampoco el sector público, que en muchas oportunidades no respeta sus propias leyes laborales.

De acuerdo a las cifras oficiales, en las últimas dos décadas, la pobreza ha bajado desde un 44% a un 13,7%. El sueldo mínimo ha subido del equivalente a 60 dólares a cifras cercanas a los 300 dólares.

El nivel de empleo sobrepasa los seis millones cuatrocientos mil trabajadores, dos millones más que hace 20 años.

Las cosas se han hecho bien, pero se pueden hacer aún mejor. Lo importante es entender la justicia de pagar la remuneración que corresponde al esfuerzo aportado, y al ingreso que cada empresa obtiene, grande, mediana o pequeña.

Hay quienes pueden pagar más y no cabe duda que, muchos, no todos, en esa situación lo hacen.

Sin embargo la ética debe ser practicada por el Estado y el sector privado, gobernantes y gobernados.

Leemos titulares, en la prensa, todos los días, que nos dicen de autoridades destituidas que pasan por los tribunales, por fraude al fisco, por malversación de recursos públicos o destituídos por errores que le cuestan al país millones de dólares. Naturalmente que los que esperan que el futuro, que la clase política nos ha prometido en cada campaña electoral, se transforme alguna vez en la vida en presente se sienten engañados.

3.8.07

¿Y ahora quién podrá defendernos?


La mandataria, Michelle Bachelet, ha debido dar un tirón de oreja, sutil pero público, a sus ministros, algunos de los cuales entusiasmados por el clima farandulero que vive el país, han debutado como improvisados y audaces “noteros”, y muy locuaces polemizan por la prensa sin ninguna prudencia o sentido de equipo. La Presidenta dijo el viernes: "Yo creo que uno ha observado - en los ministros - mucha locuacidad más allá de toda prudencia".

Con todo esto uno exclama, cuando la política, gobierno y oposición, es la que conduce al país, ¿Y ahora quién podrá defendernos?

Sin pretender hacer una crítica amarga, por el contrario, resulta inexplicable que un país que, pese a todo, marcha bien en muchos aspectos, sin embargo, se ve desordenado, falto de una conducción real. La carta de navegación, la dirección en que nos encaminamos, el diseño estratégico de gobierno no aparece por ningún lado. Hay falta de prolijidad como lo ha demostrado la seguidilla de errores en algunos nombramientos de altos cargos públicos. Sobre estos aspectos el senador Camilo Escalona declaró el viernes pasado: "Entiendo que este es un problema que existe en el seno de la Concertación y también es un tema que tiene que resolver el gobierno a niveles de coordinación que son urgentes, que se tienen que corregir y mejorar, y por lo tanto entiendo que esa es nuestra tarea"

Lo grave, además, es que la oposición, que habla de alternancia en el poder, tampoco hace bien su tarea, luce los mismos defectos, desorden, falta de línea o decisiones claras.

Siguen atacándose entre la UDI y RN, pese a los esfuerzos de los presidentes de ambos partidos. Llamarse “Alianza” resulta casi un contrasentido.

La ciudadanía ve lo que ocurre y cuando le preguntan, en la última encuesta “Adimark” responde “Independiente de su posición política, ¿Usted aprueba o desaprueba como la Concertación está desarrollando su labor. Un 20% aprueba y un 57,8% desaprueba. Cuando la pregunta se repite, pero ahora refiriéndose a la Alianza, la respuesta es un 20% de aprobación y un 57,9% de desaprobación.

Los partidos políticos no dan el ancho y la Presidenta tampoco lo hace, si tomamos como referencia la encuesta que comentamos.

Las preguntas y las respuestas son claras. Independiente de su posición política, ¿Usted aprueba o desaprueba la forma como Michelle Bachelet está conduciendo su gobierno?, solo el 41.5 % aprueba y el 42,8% desaprueba.

Los atributos personales de la mandataria, en algunos aspectos se mantienen, pero en otros empeoran. Cuando se consulta si es querida por los chilenos 69,1% afirma “mucho + algo”, en un 63,1% que es respetada, en un 57,5% que es creíble, en un 56,9% que tiene capacidad para enfrentar situaciones de crisis, sin embargo cuando se trata de liderazgo, una de las críticas que más se escucha a su gestión de gobierno, el 47,5% cree que “mucho + algo”, pero una cifra superior, 49,6% cree que “poco + nada. Este último concepto, liderazgo, preocupa si consideramos que en marzo del presente año marcaba 61%.

La fuerte caída no puede atribuirse exclusivamente al Transantiago, ya que esta sensación, de falta de dirección, es compartida en Santiago y Regiones.

Hay respuestas preocupantes, algunas lapidarias, que afectan a todo el equipo de gobierno. En Salud 41,9% aprueba como Michelle Bachelet y su equipo de gobierno maneja el tema, el 50%, desaprueba. En educación 41,2% aprueba, el 46,4% desaprueba. En economía 35% aprueba, 50,2% desaprueba. En el tema del empleo, cosa curiosa ya que ha mejorado claramente, 31,5% aprueba, 56% desaprueba. El Transantiago sigue siendo lejos el tema más complejo para la Gobernante y su equipo, 17%, aprueba y 71,9% desaprueba. Y para el manejo del tema de la delincuencia, el Gobierno recibe un 9,9% de aprobación y un 86,2% de desaprobación.

Frente a todo lo señalado la clase política debe meditar que en este momento, el 50% de los chilenos no se identifica con ningún bloque. ¿Hora de cambiar algunas caras?